La selección alemana que se alzó con el título mundial en 1954 consiguió un hito futbolístico, pero también social: ayudó a su país a forjar su identidad.
El armenio es un pueblo marcado por el genocidio que arrastra su memoria. Pero hoy su selección ilusiona gracias al trabajo de un clásico del fútbol español.
Un país que llevaba años azotado por la guerra y el terror. Y un desconocido que lo condujo a firmar una de las hazañas más imprevistas de la historia.
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