Su carácter, reservado y sereno, le sirvió para soportar con estoicismo y sin aspavientos lo mejor y lo peor de una década y media de historia valencianista.
La calidad ya venía de serie, forjada en la calle con aquel balón 'Yes' con el que tanto había practicado. En aquel Athletic siderúrgico, Sarabia jugaba con esmoquin.
Entre 1995 y 1999 fue habitual verlo bajo los palos del Sevilla y una vez retirado, ahí siguió, primero como delegado y más tarde como director deportivo.