Los Leones del Atlas volverán a participar en un Mundial después de 20 largos años ausentes, demasiados para una de las mejores selecciones del continente africano. Tras cerrar la segunda parte de la fase de clasificación dejando en la cuneta a Costa de Marfil y con un balance impecable (tres victorias, tres empates, once goles a favor y ninguno en contra); el país entero salió a la calle para celebrar su regreso a la cita continental.
A pesar de la euforia que rodea al combinado marroquí, parece complicado que el equipo que dirige el francés Hervé Renard pueda repetir lo que logró en México’86, en la segunda de sus cuatro participaciones en una Copa del Mundo: acceder a la segunda fase. En aquella ocasión, Marruecos, que volverá a medirse a España 56 años después de hacerlo por última vez (0-1 en Casablanca y 3-2 en Madrid, en una eliminatoria correspondiente a la repesca para el Mundial de 1962), hizo historia al convertirse en la primera selección africana en superar la fase de grupos tras empatar con Polonia e Inglaterra y ganar a Portugal (3-1), en la que, hasta la fecha, es una de las dos únicas victorias de los Leones del Atlas en una Copa del Mundo.
Con todo, el combinado marroquí afronta su visita a Rusia con la intención de erigirse en la alternativa a España y Portugal en la fase de grupos, con la obligación de no caer sin haber dado la cara. Para conseguirlo, cuenta con una de las generaciones más brillantes de su historia: una mezcla de futbolistas curtidos en mil batallas (Mehdi Benatia, Nabil Dirar o Nordin Amrabat, entre otros) y de jugadores tan jóvenes como talentosos (Hakim Ziyech, Amine Harit o Achraf Hakimi) que dotan al equipo de un balompié desacomplejado, vertical e intenso.