El 1 de diciembre del año pasado, el CIES Football Observatory publicó un informe en el que, entre muchos otros datos, se calculaba el porcentaje de futbolistas de cada una de las selecciones que habían conseguido un billete para el Mundial de Rusia que habían nacido fuera del país en cuestión; es decir, la proporción de jugadores que defendían la elástica nacional sin haber nacido dentro de sus fronteras.
El extenso estudio concluía que el equipo que más extranjeros había empleado a lo largo de la fase de clasificación era Marruecos, con un 61,5%. En la lista final de Hervé Renard, un técnico con un gran recorrido por el fútbol africano que cuenta con dos títulos de la Copa de África en su palmarés (2012, con Zambia; y 2015, con Costa de Marfil), para este Mundial la estadística aún es más significativa, ya que tan solo seis de los jugadores convocados han nacido dentro de las fronteras del país (26,1%). El resto provienen de Francia (8), Países Bajos (5), España (2, Munir Mohand y Achraf Hakimi), Canadá y Bélgica.
En este punto, la anécdota más curiosa proviene de una polémica entre Marco van Basten y el atacante del Ajax Hakim Ziyech, un futbolista nacido en Dronten (Países Bajos) que curiosamente debutó en la Eredivisie y en la Europa League con el Heerenveen de la mano del legendario delantero de la Oranje. En 2015, cuando Ziyech brillaba con la elástica del Twente, Van Basten, que por aquel entonces ejercía como asistente de Danny Blind en la selección holandesa, tachó al jugador de “estúpido” por haberse decantado por representar a un país, el de su padre, con menor potencial futbolístico. El fútbol, siempre tan caprichoso, quiso que los Países Bajos se quedaran fuera de un Mundial que disfrutará de la clase del ’10’ ajaccied.