A finales de los 90 se empezó a forjar la época dorada de Australia. En el vestuario de los Socceroos coincidieron futbolistas que jugaban en grandes ligas europeas, principalmente en Inglaterra. Es el caso de los Schwarzer, Lucas Neill, Moore, Tim Cahill, Culina, Emerton, Skoko, Grella, Aloisi o Bresciano. Y, sobre todo, de dos de los dos mejores futbolistas de su historia: Harry Kewell y Mark Viduka. Ambos compartieron vestuario tanto en la selección nacional como en el Leeds, formando parte de la que posiblemente haya sido la mejor generación que jugó en el conjunto de Yorkshire. Se trataba de dos perfiles completamente distintos, antagónicos.
Kewell era un fino jugador de banda, poseía una magnífica zurda con la que sorteaba a los rivales y una carrera elegante. Por contra, Viduka era más rudimentario. Más parecido a un jugador de rugby que a un futbolista, haciendo honor a sus orígenes, pero tras esa gran envergadura se escondía más clase de la que podía aparentar.
El momento álgido de aquel equipo llegó a partir de 2005, cuando consiguieron eliminar a Uruguay camino del Mundial que se celebraría un año después en Alemania. Un gol de Aloisi hizo que Australia volviera a una cita mundialista 32 años después. Viduka fue protagonista en el primer partido del Mundial, gracias a su acierto lograron la primera victoria ante Japón. Después, una derrota contra Brasil y un empate en la última jornada, contra Croacia, les dieron un histórico pase a octavos de final. Finalmente, cayeron contra Italia -que a la postre se proclamaría campeón- y no fue hasta el minuto 95 cuando un penalti transformado por Totti les apeó del torneo. Una Australia para el recuerdo.