Hay ocasiones en las que el mayor desprecio es no hacer aprecio, pero otras en las que es desestimar a algo o a alguien. Eso le sucedió a la FIFA con el Mundial de Australia y Nueva Zelanda, concretamente con el estreno de la cita mundialista. Originalmente el máximo organismo del fútbol tenía previsto inaugurar el torneo en el Estadio de Sydney, con capacidad para 42.512 espectadores. Sin embargo, la población australiana reivindicó su compromiso con su selección a través de una gran demanda. Algo más de 40.000 almas no eran suficientes, por lo que la entidad ahora presidida por Gianni Infantino se vio obligada a trasladar el Australia-Irlanda inaugural al Estadio de Australia, donde caben 83.500 y el recinto en el que también se disputará la final. Los aficionados respondieron en el estreno de las ‘Matildas’ al romper el récord de asistencia a un partido de fútbol en el país. Convertido en el principio y el fin de las cosas, es en el Estadio de Australia donde el país oceánico guarda su mejor recuerdo futbolístico: la Copa Asiática de 2015.
El cambio de confederación de Australia no fue un capricho, más bien una necesidad. Al menos, en el caso del conjunto masculino. El 1 de enero de 2006 pasó de la confederación de Oceanía (OFC) a la Asiática (AFC) para elevar su techo competitivo. Además, ser campeón en la Copa de las Naciones de la OFC no le aseguraba un billete automático para el Mundial. Confirmado el traslado, los ‘Socceroos’ no tuvieron un gran estreno en la Copa Asiática de 2007. Tuvieron que esperar hasta la edición de 2011, disputada en Catar, para mostrar una mejor versión de sí mismos. La mejoría fue clara, pero no suficiente para conseguir el trofeo de campeones: cayeron en la final por 1-0 contra Japón. Al país oceánico todavía le faltaba ‘algo’, pero cuando le otorgaron la organización de la siguiente cita, transformó el dolor en ilusión. “Siento que podemos conseguirlo si realmente creemos en ello. Tenemos que poner en perspectiva todo lo que hemos hecho hasta la fecha, pero ahora llega el momento de la verdad. Es un momento muy serio para nosotros como selección nacional”, declaraba a las puertas del torneo Tim Cahill, líder futbolístico y espiritual en aquel momento de Australia.
La selección liderada por Sam Kerr, ya clasificada para los cuartos del Mundial, aspira a recoger el testigo de los ‘Socceroos’. A crear otra imagen imborrable en el recuerdo, pero con el trofeo más deseado
En las declaraciones de Cahill, en ese entonces jugador de los New York Red Bulls, se reflejaba el estado anímico de todo un país. No es que se tratara de un tópico preconcebido por la prensa, sino que era una realidad que el propio delantero transmitía. “Si no estoy en el campo, los aficionados estarán en el borde de sus asientos esperando y animando. Lo siento y sé que la expectación es grande, pero es un gran sentimiento”, afirmó el exjugador del Everton. Australia se estrenó con un contundente 4-1 sobre Kuwait en Melbourne, pero una derrota contra Corea del Sur por 0-1 en la fase de grupos sirvió a modo de advertencia. Por mucho que contaran con toda la afición de su lado, los ‘Socceroos’ no podían dar nada por hecho. Con ese aprendizaje superaron a China en los cuartos de final y Emiratos Árabes Unidos en las semifinales por 2-0. Su rival en la final volverían a ser los ‘Guerreros de Taeguk’ coreanos. El encuentro era un cara o cruz: o se besaba metal con venganza incluida, o se crearía un nuevo trauma nacional.
Tim Cahill acertó afirmando que la Copa Asiática de 2015 era la gran oportunidad de Australia pero se equivocó declarando que la final no llegaría a la prórroga. Australia y Corea del Sur jugaron constantemente de tú a tú. El primer tanto llegó de la mano de Massimo Loungo en el 45’. Trent Sainsbury le cedió el esférico y el por entonces jugador del Swindon Town tiró de calidad. Recurrió a un control orientado -apoyado con un suave toque con la pierna izquierda- para ganar el espacio. No dudó en tirar a portería para batir a Kim Jin-Hyeon. Inauguró el marcador en una acción donde combinó la calidad con la convicción, aquello de lo que tanto presumía Cahill tanto dentro como fuera del campo.
Sin embargo, Corea del Sur supo jugar con las obsesiones de Australia. Son Heung-Min, por entonces un desconocido en Londres pero más que reconocido en sus tierras, empató el enfrentamiento en el descuento. No fue hasta la segunda parte de la prórroga cuando los ‘Socceroos’ consiguieron imponerse. Tras presionar con éxito, Juri Tomic tiró de empeño desde la banda derecha para continuar con una jugada en la que inicialmente reclamó falta. El rechace de su centro fue bloqueado por Kim Jin-Hyeon, pero James Troisi aprovechó el rechace para sellar el 2-1 definitivo en el 113’. Las palabras de Cahill se conviertieron en realidad: por primera vez en su historia, el país oceánico conseguía una Copa Asiática. A pesar de que el exjugador del Everton fue uno de los líderes de aquella selección australiana, el mejor jugador del torneo fue Loungo, que sumó dos goles y fue el máximo asistente con cuatro pases clave.
El Estadio de Australia es sinónimo de grandes recuerdos para el fútbol australiano. Como también lo es el Belconnen Soccer Centre situado en la capital, Canberra, donde las ‘Matildas’ consiguieron su última Copa de la OFC. Ahora la selección liderada por Sam Kerr, ya clasificada para los cuartos de final del Mundial, aspira a recoger el testigo de los ‘Socceroos’. A crear una imagen imborrable en el recuerdo, pero con el trofeo más deseado en el mundo. Especialmente al contar con una de las pocas federaciones que no ha girado la cara para destinar todos los recursos necesarios. Las ganas están caracterizando a Australia en el certamen de este verano, ya que al no conseguir ningún título desde 2010, tiene hambre de metal. De demostrar que, como en casa, en ningún sitio.
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Fotografía de Getty Images