Australia es la hostia. Un país de Oceanía capaz de disputar la Copa de Asia y de participar en Eurovisión merece toda nuestra admiración. Las Copas del Mundo valdrían la pena solo por poder conocer más a estos recónditos territorios tan diferentes al nuestro. Y los oceánicos son siempre un acicate. Por ejemplo, ¿sabías que Australia cuenta con más de 378 especies de mamíferos, 828 especies de aves, 4.000 especies de peces, 300 especies de lagartos, 140 especies de serpientes, dos especies de cocodrilos y aproximadamente 50 tipos de mamíferos marinos? ¿Sabías que es el sexto país más grande del mundo y el segundo con menor densidad de población, por detrás de Mongolia? Pues, ya lo sabes.
Realmente, al margen de la fauna y la demografía, en lo futbolístico poco se puede reseñar. No queda mucho de aquel equipo que levantó la Copa de Asia en 2015 y han llegado a Rusia por la puerta de atrás: teniendo que ir al play-off después de quedar terceros en la fase de grupos y de recorrer más kilómetros que nadie -unos 250.000- viajando a destinos tan lejanos como Arabia Saudí, Bangladesh, Tayikistán, Irán, Japón o Malasia. Ya en las eliminatorias, pasaron apuros contra Siria (nos hubiera encantado tener a Siria en el Mundial) y dejaron fuera a la todopoderosa Honduras, gracias a un hat-trick de Mile Jedinak.
Seguramente Jedinak sea el futbolista más interesante de los Socceroos: quizá no tenga una técnica muy depurada, pero sus 190 centímetros y su barba de náufrago le distinguen del resto. También hay que destacar al mediapunta del Celtic, Tom Rogic, que es el único futbolista de la selección que ha disputado la Champions League en el último curso. Sea como sea, Australia aparece en todas las quinielas como la cenicienta del grupo, pero los Mundiales están para las sorpresas.