Y así se presentó el Girona, sin ninguna presión, en uno de los campos más complicados del panorama europeo. Y aguantó, y demostró, y compitió, pero la diosa fortuna no se alineó con su guardameta.
Clubes como el Sant Andreu y el Europa se han convertido en unos de los principales baluartes del fútbol de barrio gracias a una gran movilización y su espíritu local.
Este modesto conjunto de las Islas Feroe disputará competición europea. Uno de esos cuentos de hadas que nos reconcilian con un deporte en el que siguen teniendo cabida las machadas imposibles.