En Alemania’06, las Águilas de Cartago disputaban su cuarto Mundial. Cayeron encuadradas en el Grupo H, junto a España, Ucrania y Arabia Saudita. Tras un empate a dos contra los asiáticos, Túnez se enfrentaba a una selección española que estaba capitaneada por Iker Casillas y que dirigía Luis Aragonés.
Aquella Túnez no lo iba a tener fácil. No solo por la entidad y la manifiesta superioridad de su rival, en el que destacaban nombres como David Villa, Xavi Hernández, Cesc Fàbregas, Raúl o Carles Puyol, sino porque la selección entrenada en aquel entonces por el francés Roger Lemerre, no podía contar con su gran estrella, el brasileño nacionalizado tunecino Francileudo Santos, debido a una lesión en la espinilla. Pero las previsiones saltaron por los aires a los pocos minutos de dar comienzo el partido en el Mercedes-Benz Arena de Stuttgart. En el ocho de partido, las Águilas del Cartago se ponían por delante en el marcador gracias a un gol del centrocampista ofensivo Jaouhar Mnari, que aprovechaba la indecisión defensiva española y un rechace de Casillas, que no podía hacer nada para evitar el tanto.
De este modo, los tunecinos creaban unas dudas que los futbolistas de la selección española no habían previsto. A España le tocó remar a contracorriente para conseguir las tres unidades y asegurarse así el pase a octavos de final. Una remontada que se acabó produciendo, pero que tuvo que esperar al tramo final de la temporada. Todo ocurrió cuando emergió la figura de Raúl González, en la que fue su última gran aportación en una fase final con la selección española. El ariete del Real Madrid había salido del banquillo sustituyendo a Luis García tras el descanso. Marcó el gol más difícil de todos, el del empate. Fue en el minuto 71 y lo hizo fiel a su estilo: siempre con la caña preparada, se anticipó a su marcador para hacerse con un rechace del meta Ali Boumnijel, que había reaccionado a un disparo de Cesc. La estocada final fue a cargo de El Niño. Fernando Torres anotó primero en el 76′ y de nuevo en el tiempo de descuento para sellar el triunfo y desdibujar el intento de gesta de los tunecinos, que se desinflaron definitivamente en el tercer partido de la fase de grupos, al caer por la mínima contra Ucrania, también por culpa de un ilustre que marcaba su último gol en un Mundial: Andriy Shevchenko.