En lo futbolístico, Egipto recuerda el año 1957 como el del triunfo en la primera Copa África, que a su vez fue el origen de su idilio con esa competición. Pero los meses previos al éxito deportivo, fuera de la burbuja del balón, habían venido acompañados de una explosión bélica. El escenario, el canal de Suez, y el protagonista, el presidente egipcio Nasser, que intensificaba su pulso a los viejos imperios con la nacionalización de la compañía del canal, paso de vital importancia para potencias como el Reino Unido en su ruta hasta la India.
Durante nueve días de 1956 se libró una guerra patrocinada por británicos y franceses, y con la intervención decisiva de Israel. Una contienda con victoria amarga de los aliados que sirvió para dejar miles de muertos y para confirmar que la antiguas potencias quizá ya no lo eran tanto. Entre los daños colaterales del conflicto, la decisión de la recién nacida Confederación Africana de Fútbol (CAF) de no celebrar el torneo en el país egipcio, donde los principales estadios habían servido para cobijar a heridos. En ese contexto de tensiones imperialistas y de liberación africana se encaja precisamente la creación de la CAF y, con ella, de su torneo, en febrero de 1957. Egipto, Etiopía, Sudán y Sudáfrica, las únicas naciones africanas participantes en el congreso de la FIFA de 1953, había reclamado tener su propia representación. Pero las potencias futbolísticas europeas, no sin su dosis de racismo, bloqueaban ese paso.
El apoyo de países del Este y de Sudamérica, finalmente, fue decisivo para que la FIFA cediera y se creara ese primer ente federativo panafricano. Aquel primer campeonato lo disputaron tres de esas cuatro selecciones, y la sede fue, finalmente, Jartum, capital de Sudán. Un torneo corto en el que ni siquiera se pudieron jugar dos semifinales, al haber sido excluida Sudáfrica por aplicar las políticas racistas del apartheid al equipo nacional: tenía la voluntad de llevar un equipo blanco o un equipo negro, pero nada de mezclas. Así nació el torneo, inspirado en la pionera de esta clase de citas, la Copa América. Egipto se deshizo de Sudán en la semifinal (2-1) y se encontró en el partido por el título con Etiopía, que había accedido automáticamente a la final tras la descalificación sudafricana. Y en ese momento se elevó la figura de Ad-Diba, que marcó los cuatro goles que los faraones le endosaron a los etíopes (4-0). Se convirtió de este modo en el primer gran goleador del torneo y de la selección que iba a dominar el panorama africano, siendo aquel el primero de los siete cetros continentales que posee Egipto.