“No van a hacer nada en el campeonato”. Esto dijo Cristiano Ronaldo sobre los islandeses recién comenzada la pasada Eurocopa. Sin saberlo, el astro portugués acababa de soltar una de esas frases que luego el tiempo te devuelve como puñales. “Es muy agradable oír eso”, afirmaría pocos minutos más tarde Kári Árnason, central de 1,91 metros que había sido uno de los responsables de que Portugal no hubiese pasado del empate ante Islandia en su primer encuentro del torneo. “Se ve que le hemos irritado”. Con esa respuesta, Árnason, futbolista que actualmente milita en el Aberdeen escocés y que ya ha sido más de 60 veces internacional con los Vikingos, estaba revelando por anticipado una de las claves del éxito que lo acompañaría tanto a él como a sus compañeros durante las siguientes semanas en Francia: el carácter desacomplejado e incluso un punto chulesco de un bloque que había decidido plantarle cara a la adversidad con osadía en vez de modestia.
Más allá de sus argumentos futbolísticos, que también los tiene, Islandia ha logrado hacerse fuerte en los últimos tiempos apoyándose en una filosofía que en principio casa mejor con los conjuntos grandes. La de la ambición y la auto-exigencia. Mal no le ha ido.
El propio Árnason, defensa férreo y preparado, intimidante, es una representación de esa forma de entender el juego. Nacido en Suecia, dónde su padre trabajaba como médico, cuando todavía no era futbolista profesional consiguió una beca para irse a estudiar a Nueva York. Allí compaginó exámenes con partidos, al tiempo que preparaba su trabajo de fin de carrera, dedicado a la corrupción en el mundo del fútbol. Un buen bagaje para un chico que finalmente orientaría su vida a la práctica del deporte, dónde destacaría por sus dotes de mando y su valentía. Hace poco, en una entrevista para la web de la FIFA, lanzó un nuevo aviso a la islandesa: “Somos mejores de lo que mostramos en la Euro”. Que tiemble Messi.