Antes de dar paso al 2021, recuperamos los diez reportajes más leídos en nuestra web este año.
Quizás es por casualidad. O quizás, que Luis Rioja (Las Cabezas de San Juan, Sevilla; 1993) salga de espaldas en su foto de perfil de Twitter, es porque para él el apellido que representa es más importante que su cara. Porque, en medio de este fútbol de extraterrestres, de semidioses, Luis es un tío normal que comparte las stories de Instagram en las que lo etiquetan, como mis amigos futbolistas que ansían tocar la élite a la que él ya ha llegado, y que en sus primeras fotos colgadas en Instagram sale con la L del carné de conducir, como yo, como tantos de nosotros. [Puedes seguir leyendo aquí]
Como tantas otras veces, me he bajado en el metro de Pirámides. He subido a la superficie, Paseo de las Acacias. Mis pasos se han encaminado a la glorieta de los dos obeliscos, junto al Puente de Toledo. Veo personas que van a trabajar, otras haciendo deporte, niños pequeños con sus abuelos, los comercios que acaban de abrir sus puertas. Me esfuerzo por encontrar alguna camiseta rojiblanca, algún pantalón con el escudo del Atleti, alguna gorra. No veo nada. Me entristezco. [Puedes seguir leyendo aquí]
Es un ejemplo de resiliencia. De humildad. De constancia. De perseverancia. De superación. Pero Kike Barja (Noáin, Navarra; 1997) lo niega. Lo niega todo, como Joaquín Sabina. Y durante los más de 140 minutos que dura la conversación, repite una infinidad de veces, cerca de 50, que él solo es un afortunado y un privilegiado. Se le caen de los bolsillos, también, los joder; como a todas aquellas personas a las que cuando les salen bien las cosas son incapaces de contener la alegría que sienten y el entusiasmo que corre por sus venas. [Puedes seguir leyendo aquí]
Así es Gallardo en la intimidad. Exige a todos y controla todo. “Está en todo y es muy demandante”, asegura más de uno. “En todos los detalles, te diría, desde la ropa hasta la comida pasando por los viajes. Cómo vamos hasta tal o cual ciudad, a qué hora, por qué ruta, donde nos alojamos”, cuenta Eduardo Barrionuevo, el dirigente que más tiempo comparte con el plantel y en quien más confía Gallardo en el día a día, una especie de jefe de equipo. Marcelo se detiene en cuestiones mínimas que, para otros, serían ridículas. [Puedes seguir leyendo aquí]
Ni retorno glorioso. Ni portadas rimbombantes sobre la dura travesía. Ni camisetas con el nombre y un “vuelve pronto” el sábado siguiente.
Esto no va de cracks. O sí, pero de rodilla.
Cuando uno escucha el chasquido sobre la pista de moqueta y caucho de un campo para amateurs de Fútbol 7, puede esperar, como mucho, una bolsita de hielo del bar, el consuelo del rival (“suerte que no me tocó a mí”, piensa uno para sus adentros) y la lenta llegada de una ambulancia. [Puedes seguir leyendo aquí]
Traducido a lo que nos ocupa: lo peor que le puede pasar a un adolescente es no ser de ningún equipo porque los equipos grandes son demasiado grandes –y están demasiado lejos- y el equipo de tu pueblo es sencillamente eso, un equipo de pueblo. A ver con qué fotos forramos ahora las carpetas. [Puedes seguir leyendo aquí]
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