Pasaportes

Martín Varini: de retirarse a los 22 años a entrenar al equipo de su vida


Esta serie de artículos, ‘Pies de Bartleby’, pretende buscar un lugar cálido en el que habitan suspendidas las jugadas que nunca existieron, rastrear la historia de los futbolistas que, como el Bartleby de Herman Melville, prefirieron no hacerlo.


En Sudamérica los procesos son más rápidos y la juventud no suele ser un problema a la hora de afrontar el fútbol profesional. De esta manera, hace no mucho tiempo, un joven central uruguayo llegó al primer equipo de Defensor Sporting. Su nombre era Martín Varini, no era el más rápido, ni el más fuerte. Técnicamente no era malo, pero tampoco destacaba. Sin embargo, lo que le hizo llegar al fútbol profesional de su país fue su inteligencia táctica, su forma de medir los tiempos y su astucia para anticiparse y contener a los atacantes rivales.

Esas cualidades le abrieron la puerta a una oportunidad en Europa, precisamente en el Varese de la Serie B. Sin embargo, tras llevar más de dos meses entrenando con el conjunto italiano, el fichaje no se pudo completar. “La firma se demoraba entre cuestiones administrativas y que el club estaba cambiando la dirección deportiva. Finalmente me informaron que el club no iba a firmar el contrato”, relata Martín a Panenka.

Regresó a Montevideo y al poco tiempo se abrió paso en su mente una idea. Un pequeño brote del síndrome Bartleby. “Quería entrar más en el ámbito empresarial. Había estado toda mi vida en el fútbol y quería desarrollarme desde otro lugar. Ahí fue cuando decidí dejar de jugar. Quería salir de la rutina del jugador”. Convencido, Martín Varini decidió dejar el fútbol con tan solo 22 años para centrarse en sus estudios de Administración de Empresas, los cuales finalizó con éxito.

 

“Quería salir de la rutina del jugador”. Convencido, Varini decidió dejar el fútbol con tan solo 22 años para centrarse en sus estudios de Administración de Empresas. Pero el balón le seguiría esperando

 

Pronto comenzó a trabajar en el sector, pero el fútbol siempre vuelve, de una u otra forma. “Mientras trabajaba cuatro horas en un estudio de abogados, varios entrenadores que tuve en el fútbol juvenil me dijeron que tenía buen potencial y me convencieron para hacer el curso de entrenador”.

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Y, de repente, se convirtió en su profesión. Todo sucedió muy rápido. Pasó de entrenar a esos chavales de diez años a contar con experiencia en Brasil y España, en el Cruzeiro y el Real Valladolid, de la mano de Paulo Pezzolano. Entre medias, pasó por la liga universitaria y recibió la ayuda de varios nombres del fútbol uruguayo como Leandro Cabrera, Diego Laxalt o Matías Vecino.   “No esperaba que me gustara tanto ni que fuera a ser un proceso tan rápido. Cuando estuve con los niños fue como volver al momento en el que yo empecé. Y Defensor Sporting me dio las herramientas para experimentar, para equivocarme, para crecer y aprender. Cuando recibí el llamado de Paulo para ir al Cruzeiro me dijo que no quería que fuera su ayudante, sino que trabajáramos con tu metodología e idea de juego y generar lo deportivo en conjunto. Yo acepté el desafío, pero ya le avisé de que en algún momento volvería a ser primer entrenador, él en todo momento me lo valoró”.

A pesar de haber hecho finalmente carrera en el fútbol, su formación profesional previa no fue en vano, y aplica esos conocimientos a su manera de gestionar un equipo. “Trato siempre de vincular y aprovechar cada etapa de mi vida y cada aprendizaje. Mi licenciatura me ayudó para entender cómo funcionan las organizaciones, los grupos, las personas y sus motivaciones. En definitiva, somos personas conduciendo a otras para conseguir un objetivo”.

Cuando recibió de nuevo la llamada de Defensor Sporting en el último mercado, no dudó ni un instante. Llegó el día señalado y del que ya avisó a su compañero Paulo. Puso rumbo a Uruguay para hacerse cargo del club de su vida, algo emocionante para él, pero también para aquellos niños con los que empezó. Y es que algunos de ellos, ya no tan niños, consiguieron escalar hasta el primer equipo, donde ahora se han reencontrado con su antiguo mentor. “El reencuentro con ellos, ver cómo esos chavales a los que entrenaba en fútbol formativo hoy son jugadores de Primera, me generó mucha ilusión”.

 

El fútbol uruguayo perdió a un joven futbolista con proyección, pero ganó a un entrenador con futuro. En la búsqueda de su estabilidad, Defensor Sporting ha confiado en alguien que siente los colores

 

En cuanto a los objetivos, son ambiciosos, pero también realistas, y para tratar de alcanzarlos hay que ir paso a paso. “El objetivo principal de Defensor es estabilizar el club. Es históricamente el tercer equipo en Uruguay, pero en el año 2020 descendió y eso ha generado una crisis muy grande, tanto en lo económico como en lo estructural. En 2022 ascendió de nuevo y estamos en ese proceso, que el equipo vuelva a pelear por los puestos de arriba y fomentar para ello la formación de los chavales de la cantera”.

El fútbol de Uruguay perdió a un joven futbolista con proyección, pero ganó a un entrenador con futuro. En la búsqueda de su estabilidad, Defensor Sporting ha confiado en un hombre de la casa, en alguien que siente los colores y con ganas de formarse y crecer de la mano del club. No es casualidad. Se buscó a alguien que conoce y siente la historia del ‘Tuerto’ para poder seguir escribiéndola, porque como dijo otro uruguayo futbolero, el gran Eduardo Galeano: “El club es la única cédula de identidad en la que el hincha cree. Y en muchos casos la camiseta, el himno y la bandera encarnan tradiciones entrañables, que se expresan en las canchas de fútbol pero vienen de lo hondo de la historia de la comunidad”.

Así, con el apoyo de la gente, la vocación del técnico y su equipo y el sentimiento que une a todas las partes, ya solo falta lo complejo del fútbol; que la ‘ofendidiza’ quiera entrar y que los resultados acompañen. Mientras, en lo individual, Martín Varini es el ejemplo de que el fútbol siempre está al acecho. No te puedes esconder de él. Y a veces, aunque te alejes, volver a abrazarlo te brinda mejores sensaciones que antes del desencuentro.

 


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Fotografía de Getty Images.

Pablo Marcos

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