Dar un paso para atrás no siempre significa retroceder; sentar las bases de un futuro no tiene nada que ver con recular. Eso bien lo sabe el actual capitán de la selección de Corea del Sur. Ki Sung-yueng se lanzó a la aventura cuando apenas era un jovenzuelo que iniciaba su carrera futbolística con ganas de triunfar en el mundo del deporte rey. Su padre le envió a Brisbane, Australia, con 12 primaveras. Ahí jugó en el equipo del John Paul College hasta que en 2005, a los 16 años, tuvo que escoger entre dos opciones: seguir quemando etapas en la A-League con el Brisbane Roar o regresar a casa para jugar en el Seul FC. Apostó por la segunda, volvió a casa, pero con la intención de dar, pronto, dos pasos de gigante hacia adelante para disfrutar del fútbol europeo. Fue uno de los pilares del club de la capital coreana durante su estancia, liderando al equipo hasta el subcampeonato liguero en el año 2008 y atrayendo la atención de uno de los grandes del fútbol escocés.
En el verano de 2009, el Celtic firmó a Ki Sung-yueng y en diciembre de ese mismo año aterrizó en Glasgow. Gracias a su visión de juego, a su llegada desde segunda línea y a su calidad técnica se ganó muy rápido a la hinchada de Celtic Park, que veía en él al Gerrard coreano -‘Kirrard’ se atrevieron a llamarle-. Tres temporadas después de meterse a la afición en el bolsillo, protagonizó una última aventura, la más grande hasta el momento: vestir las camisetas del Swansea y el Sunderland en la Premier League, una de las mejores ligas del mundo; el sueño que quería cumplir desde que llegó en Brisbane siendo aún un niño.