32 años hace que los rusos no pasan de una fase de grupos mundialista.
Fue en 1986, y por aquel entonces jugaban bajo el color rojo de la Unión Soviética. Desde su primer Mundial, en 1994, Rusia no ha acumulado más que fracasos en esta clase de torneos, con la única excepción de la Eurocopa de 2008. En 24 años, Rusia solo ha podido celebrar dos victorias en fases finales de una Copa del Mundo, la última, ante Túnez, en el Mundial de Corea y Japón de 2002.
16 años de sequía, toda una generación, un desierto que todavía parece más desolador cuando recordamos quiénes eran los protagonistas de aquel conjunto: el capitán era Viktor Onopko, que compartía equipo con el actual seleccionador, Cherchesov, y con hombres como Mostovoi, Karpin, Nikiforov o Beschastnykh. Si leer estos nombres te ha despertado cierta nostalgia, imagínate lo que debe experimentar un ruso al recordar la última alegría mundialista que le dio su selección. Eran otros tiempos: el jugador ruso era exportable y el país ocupaba un honroso 27º puesto en el ranking FIFA. Una generación futbolística después, los rusos tienen la 66ª mejor selección del mundo, según esa clasificación, un dato que es único en la historia de los mundiales: por primera vez, el organizador del torneo es el que tiene el peor coeficiente de todos los participantes en la fase final.