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Superliga ‘sí’ o ‘no’: entre pillos anda el juego

Después de que la justicia europea haya frenado el veto de la UEFA y la FIFA a la Superliga, recuperamos esta reflexión sobre la deriva mercantilista del fútbol que publicamos cuando todo esto comenzó

Este texto se publicó por primera vez en mayo de 2021, en el #Panenka107, poco después de que se hiciera público el proyecto de la Superliga y varios clubes se echaran para atrás en el último momento por la reacción de directivos, jugadores y aficionados


 

El problema no es que fuera una liga cerrada a la que solo se pudiera acceder a través de una más que dudosa meritocracia. El problema es el modelo. La Superliga europea era una simple evolución del proceso de mercantilización extrema que sufre el fútbol desde los 90. Un síntoma más. Una nueva fase que, tarde o temprano y quizás con algunos matices, será una realidad, aunque nos pese a algunos. En realidad se trata de la evolución natural del modelo de negocio que impera desde el establecimiento de la Premier League, la ley Bosman y la Euro’96, disputada en suelo británico. Sí, aquella del money… digo… Football is coming home. Y en la que Londres percibió que el fútbol, más allá de ser el pasatiempo de hooligans borrachuzos de clase obrera, podía ser un filón a explotar.

Por tanto, nadie ha curado al fútbol de la enfermedad que padece, aunque a algunos les haya faltado tiempo para colgarse la medalla y erigirse en salvadores de los valores éticos del deporte rey. Mucho menos la FIFA o la UEFA, verdaderos promotores de la deriva comercial que lo ha pervertido hasta el punto de ser un mero espectáculo, un producto de entretenimiento para legiones de consumidores a escala global. Son precisamente estos entes rectores los que han promovido todo tipo de torneos infumables únicamente para seguir engordando sus arcas. Por no hablar del próximo Mundial, cuya organización otorgaron al ejemplar y modélico Catar. Por razones obvias también excluimos a clubes como el PSG o el Manchester City, pese a ser los nuevos adalides de la ética futbolística. Ver para creer. Y qué decir de aquellos futbolistas que han querido sumarse a la moda ‘hater‘ con moralinas solidarias mientras siguen cobrando sueldos indecentes.

 

La Superliga es una simple evolución del proceso de mercantilización extrema que sufre el fútbol. Una nueva fase que, tarde o temprano, será una realidad, aunque nos pese a algunos. En realidad se trata de la evolución natural del modelo de negocio

 

Tampoco los aficionados, pese a las manifestaciones que han protagonizado a las puertas de los estadios, son sus heroicos protectores. A pesar del voluntarismo de puñados de románticos, ya hace tiempo que han perdido cualquier incidencia en el devenir del fútbol. Son simples clientes. Algo más que evidente si tenemos en cuenta cómo su aportación a los clubes es ínfima comparada con los ingresos derivados de los derechos televisivos o los patrocinadores. Otra cosa es que no se admita, pero actualmente los aficionados pintan poco. Por eso los dirigentes los menosprecian, porque su opinión importa entre poco o nada.

¿Entonces todo este embrollo a qué obedece? Pues a la voluntad de que las porciones del pastel, es decir los beneficios que genera la industria del fútbol, sean redistribuidos de otra manera. Porque de eso va la cosa. De que unos pocos, los clubes amotinados, creen que el reparto de dividendos no se corresponde con sus méritos y piensan que la UEFA se queda con un trozo demasiado grande teniendo en cuenta lo que aporta. Esa es la raíz del problema.

 

¿Este embrollo a qué obedece? Pues a la voluntad de que las porciones del pastel sean redistribuidos de otra manera. Porque de eso va la cosa. De que unos pocos creen que el reparto de dividendos no se corresponde con sus méritos

 

En ningún momento nadie está planteando reformar el modelo de fútbol-negocio, devolver el fútbol a los aficionados o revertir la espiral de sueldos insostenibles. Que nadie se lleve a engaño. Es justo todo lo contrario. Se trata de repensar cómo hacer factible que la gallina de los huevos de oro ofrezca mayores rendimientos. Exprimir aún más esa burbuja que algunos inocentes creen haber pinchado. También es el caso de los clubes que se han mantenido fieles a la UEFA, cuyos intereses particulares chocaban con el proyecto-experimento liderado por Florentino Pérez, y se han desmarcado del mismo no por rechazar el modelo de negocio, sino por otra casuística que tiene más que ver con el próximo Mundial, los derechos televisivos, el soft power o la creencia de que lo verdaderamente necesario era una reforma profunda de la Champions. Que por ahí irá el tema, puesto que clubes y UEFA están condenados a entenderse, otra cosa es bajo qué reglas. El dinero seguirá fluyendo, pero los damnificados seguirán siendo los de siempre.

 


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