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Miku: “¿Por qué lo voy a dejar? Nadie está demostrando más que yo”

Charlamos con Miku y repasamos la trayectoria de un delantero que, con 38 años y multitud de experiencias, ha vuelto a Venezuela para jugar por primera vez en la élite de su país natal

“¿Por qué lo voy a dejar? No hay nadie que me esté quitando el sitio, ni nadie que esté demostrando más que yo”, sentencia Miku Fedor. Y es que, a sus 38 años, el experimentado delantero venezolano no vislumbra la retirada en el horizonte. Tras haberse recuperado de una fractura craneal, y conquistado los campos de la 1ª RFEF, Miku ha regresado a su país natal para jugar en la Primera División de Venezuela, y lo ha hecho con las mismas ganas con las que salió de Sudamérica siendo adolescente. Se trata de una forma de cerrar el círculo de su carrera, la cual le ha brindado múltiples vivencias en una gran cantidad de destinos.

Miku se introdujo en el mundo del fútbol a una edad muy temprana. Encontró su pasión, como en la mayoría de casos, en algo que empezó como un juego. “Como todos los niños, buscaba jugar al fútbol por diversión. En mi casa siempre estaba pateando todo lo que había y un día con tres años pateé un adorno y lo rompí. Fue cuando mi madre dijo: ‘Hay que sacarlo de aquí porque si no nos va a destrozar la casa’. Estuvo buscando sitios en Caracas donde pudiese jugar al fútbol. Le costó encontrar uno donde me aceptaran porque yo era muy pequeño, hasta que por fin encontró el equipo del colegio de Santo Tomás de Villanueva y allí empecé”.

Pronto abandonó su país natal para venir a España. En el pueblo de su tío, comenzó a jugar con la SD Sueca y pronto llamó la atención. Tanto es así, que recibió una llamada para hacer las pruebas con el Valencia CF. “Fue un cambio duro porque dejé mi casa con 15 años y me trasladé a un país donde me encontraba prácticamente solo. Empecé a conocer lo que es un invierno, otras costumbres, ideologías, diferencias culturales, etc. Pero fue muy orgánico y por suerte me pude adaptar bien. En el Sueca avisaron al Valencia de que estaba destacando y consideraron interesante que me vieran. Hice las pruebas con ellos y me fue muy bien, con Luis Milla como entrenador. Me ofrecieron un contrato de larga duración y me encontré en una cantera importante, de un club poderoso que luchaba por títulos y era la alternativa al Real Madrid y al Barça”.

 

“Mis dos etapas en Salamanca fueron dos momentos claves en mi carrera. Di un salto de crecimiento importante. Es la ciudad a la que más cariño tengo”

 

En la cantera che, Miku siguió creciendo. Antes de tener la oportunidad con el primer equipo salió cedido al Alcoyano y posteriormente, en la temporada 2004-05, a la Unión Deportiva Salamanca, lugar donde logró explotar como futbolista en una categoría senior. Fue el máximo goleador de la Segunda División B con 15 tantos y una pieza clave para el ascenso del conjunto charro a la categoría de plata. Parecía una historia de amor platónico, uno de esos cedidos de los que como aficionado sabes que está mal enamorarte porque debe regresar a su club a final de temporada, pero aun así lo haces. Sin embargo, después de otros dos préstamos, primero en el Ciudad de Murcia y después en el Gimnàstic, el nombre de Miku volvió a resonar en el Estadio Helmántico, una vez más en calidad de cedido.

Segundas partes nunca fueron buenas, dicen, pero en sus dos etapas en la escuadra salmantina, el ariete causó el mismo impacto. “Mis dos etapas en Salamanca fueron dos momentos claves en mi carrera. En la primera llegué a un club recién descendido de Segunda División con unos jugadores muy experimentados y me ayudó mucho poder aprender de ellos. Hice muchos goles y el equipo logró ascender de nuevo. Por circunstancias de mercado no pude continuar allí. A los dos años regresé otra vez cedido ya con el equipo en Segunda y me volvió a ir muy bien. En aquella ocasión me tocó renunciar a parte de mi salario porque el club no podía pagarlo, pero entendí que tenía que arriesgar y dar un paso hacia atrás para dar dos hacia adelante. En Salamanca di un salto de crecimiento importante, fue la ciudad donde mejor me ha ido y a la que más cariño le tengo”.

Fueron dos años con un buen rendimiento, aunque con distintos compañeros y objetivos. “En mi primera temporada teníamos un equipo muy por encima de la categoría, mi tarea era finalizar las jugadas porque estaba rodeado de auténticos cohetes como Quique Martín, Zé Tó, Óscar Arpón… Al final yo solo tenía que empujarla, ellos lo hacían prácticamente todo. En la segunda etapa éramos un equipo de la aparte media de la tabla en Segunda División con mucha gente joven y con ambición. Al principio costó un poco, pero poco a poco fueron llegando resultados y a nivel individual empecé a meter goles… Fueron dos años muy bonitos y, cada vez que tengo la oportunidad, vuelvo a Salamanca, tengo muchos amigos allí”.

Con el tiempo, todos los ciclos se acaban rompiendo, por lo que finalmente Miku abandonó el vaivén de cesiones y también la disciplina del Valencia. El delantero creía que era su momento y en el conjunto che no tendría la oportunidad de tener la relevancia que deseaba. “Fue una decisión mía provocada por la impulsividad por la edad. No quería esperar mi momento, quise ir más deprisa y decidí rescindir. Quería jugar y tenía por delante a David Villa, en ese momento pretendía que no jugara él y jugar yo”, bromea. Pero lo cierto es que el futbolista estaba realmente convencido de que podía ser importante en un club de Primera y puso rumbo al Getafe. “Fue otra etapa de mucho aprendizaje en un club que quería crecer. Allí también viví años maravillosos”.

 

“Me fui del Valencia por una decisión mía, provocada por la impulsividad por la edad. No quería esperar mi momento, quise ir más deprisa y decidí rescindir. Quería jugar y tenía por delante a David Villa”

 

Durante esa etapa, también vivió una cesión un tanto curiosa que supuso su primera experiencia profesional fuera de España. Sin esperárselo, Miku aterrizó en Glagow para vestir los colores blanco y verde del Celtic. “Fue espectacular. Es otra filosofía y otra forma de ver y entender el fútbol. Aquí estaba bien, había hecho goles en el año anterior, pero el club en aquel momento me quería vender a otro equipo de Asia, yo por mi parte entendía que no era el momento. La decisión de la entidad fue entonces que no jugara más y al final surgió la opción del Celtic. Allí ganamos la copa, la liga, pasamos a octavos de Champions. Fue un año muy bonito. Hasta se me hizo corto”.

Y es que más allá de lo deportivo, la parte social del conjunto escocés es capaz de enamorar o intimidar -a veces las dos cosas a la vez- a cualquiera. “Impresionante. Lo que rodea al Celtic es un aura mística que posiblemente muy pocos equipos la tengan. Aquella temporada el equipo llevaba once años sin cantar el himno de la Champions, cuando salimos contra el Benfica caminando por el túnel, con el estadio lleno, y todos los locos en la grada se pusieron a gritar, el sonido era indescriptible. Era una cosa fuera de lo que estaba acostumbrado y me quedé muy sorprendido con la pasión de los seguidores. Era algo fuera de lo normal”.

Finalmente, a pesar de lo vivido en la escuadra azulona, la forma de salir no fue la mejor. “La meritocracia o la forma de valorar mi trabajo en el Getafe creo que no fue la acertada. Fui máximo goleador y pasó lo de la cesión al no aceptar la venta. Llevaron varios jugadores para mi posición: Paco Alcácer, Güiza, Colunga y Álvaro Vázquez. Entre los cuatro hicieron seis goles ese año. Yo el anterior hice el doble y salí por la puerta de atrás”. Ahora sí, llegó el movimiento a Asia, concretamente al  Al-Gharafa de Catar.

“El futbol catarí, al igual que el chino o ahora el de Arabia Saudí, no está tan desarrollado como nos gustaría a los profesionales. Estadios vacíos, entrenamientos a las diez de la noche, jeques imponiendo alineaciones… Después de un tiempo me di cuenta de que fui muy pronto. Aún tenía ganas de competir”.

 

“La forma de valorar mi trabajo en el Getafe creo que no fue la acertada. Fui máximo goleador y luego llevaron varios jugadores para mi posición. Salí por la puerta de atrás”

 

Y se reencontró de nuevo con esa tensión competitiva una vez más en España, cuando fichó por el Rayo Vallecano. “Felipe Miñambres, junto con su secretario, Ángel Medina, a quien conocía de mi etapa en Salamanca, me llamaron y fui al Rayo a coste cero. Y entonces viví otra etapa importante en La Liga”.  Una etapa que no necesitó adaptación. Miku volvió como si nunca se hubiera ido, con goles y buenas actuaciones. “Aunque a nivel salarial sí que me afectó, porque en el Rayo ganaba en una temporada lo que en Catar en un mes. Hice un esfuerzo importante con la esperanza de que fuera todo bien, la idea era que el club pudiera sacar beneficio para venderme después de un buen rendimiento”.

Lamentablemente, de nuevo la forma de salir de un club no fue del agrado del delantero. Se dio la oportunidad de sacarle provecho, tanto deportivo como económico, a la etapa del venezolano en el conjunto de Vallecas, pero la idea de Raúl Martín Presa fue otra. “Descendimos, tuve opciones de irme a México, pero el presidente no me quiso vender. Querían que jugara en Segunda por la mitad de mi sueldo y ahí tuvimos un impasse importante y mi último año de contrato apenas jugué porque yo tampoco tenía la cabeza para jugar. Fue bastante triste la situación. Hay que entender que somos mercancía. En estos negocios el patrón es el que manda y somos unos empleados. Llegué gratis al Rayo, cobraba poco en Primera, la mitad en Segunda, me quedaba un año de contrato y desde México ofrecían tres millones. No los aceptó y tampoco se ascendió”.

A esas alturas de su carrera y habiéndose caído la oportunidad de México, surgieron otras opciones, entre ellas la del Real Oviedo, pero la elección final se alejaba –y mucho– de las pretensiones, cultura y economía que ofrecía el cuadro asturiano. Esta vez, la aventura fue en la India, en el Bengaluru FC. “No me arrepiento de la decisión que tomé. Deportivamente y, sobre todo, culturalmente fue un viaje extraordinario. Estuve dos temporadas, ganamos dos títulos y la liga cada año mostraba más crecimiento e interés por desarrollarse. Es un país en el que el deporte estrella es el cricket, pero es un mercado muy interesante en cuanto al fútbol”.

 

“En el Rayo ganaba en una temporada lo que en Catar en un mes. Hice un esfuerzo importante con la esperanza de que fuera todo bien”

 

El siguiente destino de la odisea de Miku fue Chipre, llegó al Omonia Nicosia, un clásico de la isla que llevaba tiempo sin levantar el título de liga. Con la llegada del delantero, se terminó la sequía. Fue entonces cuando quiso repetir ese objetivo de nuevo en España. En un histórico en horas bajas como es el Deportivo de La Coruña. “Yo pensaba que con el Dépor en Segunda B quedaríamos campeones. Perono fue así. Al equipo le costó entender esta categoría, donde es todo mucho más físico y práctico. Cuando logramos entender dónde estábamos ya era demasiado tarde y los puntos no nos dieron”.

Después de una temporada ofreciendo un buen rendimiento en el conjunto gallego se marchó a otro histórico español, el Real Murcia. “Durante el verano me llamó Pedro León, con el que coincidimos en el Getafe, y me ofreció ir a otro proyecto de ascenso a Segunda. Llegué allí y el entrenador y yo no tuvimos feeling. Tuvimos nuestros conflictos y en Navidad me marché al Intercity”. Y fue entonces cuando sucedió algo que pudo afectar no solo a su carrera, sino, por encima de todo, a su salud.

“Llegué al Intercity un viernes y teníamos partido el sábado. El entrenador me comentó que jugaría un rato al final. Salí en el 75′ y en la primera jugada me fracturé el cráneo. Fue una jugada fortuita. Cuando vi al cuerpo médico, que venía con la camilla y traía un collarín, supe que estaba pasando algo fuerte”. El proceso de recuperación del que hablaban los doctores era de entre seis y siete meses. Sin embargo, en 77 días, Miku ya estaba jugando otra vez. Las ganas por seguir compitiendo y su fuerza de voluntad le hicieron salir adelante de esta situación y pudo ser importante en la recta final de la temporada. Tanto, que fue el autor del gol que salvó al equipo del descenso.

 

“El futbol catarí, al igual que el chino o el saudí, no está tan desarrollado como nos gustaría a los profesionales. Estadios vacíos, entrenamientos a las diez de la noche, jeques imponiendo alineaciones…”

 

Tras todo lo sucedido, cualquiera podría haberse planteado la retirada. Miku no. Volvió a Galicia para jugar con el Arenteiro, un recién ascendido a la Primera Federación con intención de seguir creciendo. Allí empezó la actual campaña hasta que, en los últimos días del mercado invernal, recibió una llamada especial. Y es que, a sus 38 años, habiendo vivido multitud de experiencias en un amplio abanico de destinos y culturas, Miku nunca había jugado como profesional en Venezuela a nivel de clubes. Fue habitual, eso sí, con la ‘Vinotinto’, donde tuvo también un largo recorrido. Academia Puerto Cabello fue quien convenció al ariete de regresar, y actualmente se encuentra tercero en la clasificación, a cuatro puntos del líder, con once fechas disputadas. También disputó la Copa Libertadores, de la que lo eliminó Nacional de Montevideo, y Miku logró marcar en su debut en el torneo más importante de Sudamérica, en el partido frente a Defensor Sporting que acabó con victoria, 3-2.

Pasan los años y Miku sigue ahí. Pasan los años y Miku sigue encontrando la fórmula para marcar goles en cualquier país, categoría o equipo. Pasan los años y parece que los años no pasan por Miku. Ya sea en Venezuela, en Salamanca, en Glasgow o en la India, será difícil que con el paso de los años el nombre de Miku se olvide. Pero aún queda carrete, ganas y energía. Pasarán los años, y Miku seguirá ahí, con las mismas ganas del niño que rompió un adorno.

 


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Fotografías de Getty Images.