Una vieja bufanda se pierde en un estadio. 44 años de recuerdos se van con ella. Sólo el valor de hacer siempre lo correcto permitirá que sea devuelta a su emocionado dueño.
Sólo era una bufanda, pero no era sólo una bufanda. De la misma manera que el fútbol no es sólo un juego. Porque este deporte tiene la capacidad de llenarlo todo de significado. Vivencias, sensaciones, objetos. Joaquín Gimeno se enamoró del Atlético de Madrid sin saber por qué. Noveno de diez hermanos en una familia sin apego al balón, salió futbolero y colchonero. “Soy del Atleti desde que tengo uso de razón”, empieza contando. Abonado desde los 15 años, del Manzanares al Civitas Metropolitano, en la década de los 80 también era un habitual en el Magariños, donde la desaparecida sección de balonmano del Atlético vivía tiempos dorados. Ahí empieza esta historia. “Detrás se sentaban dos señoras de más de 80 años que llevaban unas bufandas que me gustaban mucho. No eran como las que se podían comprar en aquella época, tenían mucho encanto. Les dije que tenían que hacerme una. Tras mucho insistir, un día apareció una de ellas con una para mí”, relata. Era 1980. “Ya no he tenido otra. Me ha acompañado a muchos lugares… Le tengo mucho cariño, y está muy bien conservada”, explica.
El 13 de diciembre de 2023, el Atlético recibía la visita de la Lazio en la máxima competición continental. Joaquín acudía, como siempre, con su bufanda sobre los hombros y una mochila. Sin embargo, cuando llegó a su localidad, se percató de que le faltaba algo. “¡Anda, la bufanda!”, exclamó. “Al quitarme la mochila, en el control de seguridad, se me debió caer. Volví a los tornos, pero nadie había visto nada. Regresé a mi sitio con mucha pena. La di por perdida”, relata Joaquín, que, apesadumbrado, viviría desde entonces cada partido del Atlético en LALIGA EA SPORTS tratando de detectar la prenda en algún hincha: “Era como un tic”. Una mirada distraída en medio de partidos vibrantes, en los que su Atleti luchaba jornada a jornada por estar en los puestos más altos de la clasificación.
Aquí entra en escena Joaco, su hijo, también incondicional del Atlético, como lo son, gracias en gran medida a Joaquín, casi todos los 184 miembros de la amplísima familia. “Mi madre me escribió: ‘Papá está con un disgusto enorme”, cuenta Joaco, que no dudó en actuar: “Se me ocurrió usar las redes. Mi publicación empezó a circular, y pronto contactó conmigo Alberto”.
“La metieron en una caja de zapatos. Enseguida la reconocí. Fue una suerte que cayera en manos de una buena persona. Es el regalo que más ilusión me ha hecho en 50 años”
Alberto José González viaja de vez en cuando desde Fuenlabrada para ver a su Atlético en acción. Aquel día, en la puerta 16, notó que pisaba algo: “Era una bufanda. Pregunté si era de alguien. Nadie contestó. No era la típica que se compra hoy en día. Se notaba que tenía historia. Me la llevé a casa y pensé en decir algo en las redes. A los dos días, vi la publicación de Joaco. Lo contacté. Al principio no se lo acababa de creer”. Pero Alberto se lo confirmó con una foto. Ahí estaba la bufanda, recuperada gracias a un desconocido con el que compartía, sin embargo, algo central en las vidas de todos los protagonistas de esta historia: la pasión por unos colores, además de una manera de actuar que es la que debe imperar dentro y fuera del estadio, y de la que LALIGA, precisamente, hace bandera: hacer lo correcto siempre.
La familia lo mantuvo en secreto para dársela junto a los regalos que traerían los Reyes Magos. “La metieron en una caja de zapatos. Enseguida la reconocí. Fue una suerte que cayera en manos de una buena persona. Es el regalo que más ilusión me ha hecho en 50 años”, expresa Joaquín, que ahora quiere conocer a Alberto: “Le regalaré una bufanda, como recuerdo”. Y así, casi medio siglo después, se cerrará un círculo. “Para mí, el Atleti no es ganar o perder. Es como mi bufanda: lo más valioso es el sentimiento”, concluye Joaquín.
Texto de Carlos Martín Rio / Ilustración de Xavier Mula