De niña, Hope Powell pensaba que era la única chica en el mundo que jugaba a fútbol. Nacida en 1966, de padres jamaicanos, creció en Peckham, al sur de Londres, en un barrio de viviendas sociales. En casa se enfrentaba a su padrastro violento para proteger a su madre. En la calle, pateaba un balón en las pistas deportivas del barrio, llamadas ‘jaulas’. Por entonces, continuaba vigente la normativa de la Asociación Inglesa de Fútbol (FA), que desde 1921 prohibía a las mujeres la práctica futbolística. Años más tarde, la misma Asociación le ofrecería el cargo de primera seleccionadora femenina de Inglaterra, y Powell escucharía la propuesta con recelo.
La prohibición fue eliminada en 1971, y la niña no tardó en apuntarse al equipo mixto de su colegio. Sin embargo, a los once años no pudo continuar, ya que partir de esa edad no se permitían los deportes mixtos. Por suerte para ella y para el fútbol femenino que estaba por venir, fue acogida por el Millwall Lionesses FC, donde vio por primera vez que no era la única chica futbolista. Su madre se oponía a la afición de su hija, y Powell tenía que salir de casa a escondidas para jugar los partidos. Pero nunca le faltó determinación. Cuando supo que, más allá de las ‘jaulas’ de Peckham y las Millwall Lionesses existía una selección inglesa femenina, tomó una decisión: “Jugaré en ese equipo”.
Brilló en Millwall y en 1983, con tan solo 16 años, recibió la esperada llamada del conjunto nacional. Por aquel entonces, las condiciones en las concentraciones de la selección femenina no se diferenciaban mucho de las de una liguilla amateur de fin de semana. Se reunían el viernes, el domingo se disputaba el partido y después cada una a su casa. Las jugadoras se compraban su propia equipación, cargaban el material y se desplazaban en tren. Además, pagaban por poder jugar. Sin embargo, el nivel deportivo era notablemente alto. Powell, que en Millwall solo entrenaba dos noches a la semana en pistas de cemento, notó que su forma física no le permitiría hacerse un hueco en la selección. Por eso le pidió a Alan May, técnico del club, que le preparara algunos ejercicios individuales, y empezó a practicarlos sola en sus ratos libres. El resultado: 15 años en el conjunto nacional, marcando 35 goles en 66 partidos. En 1984, disputó su primera gran final europea. Aquella Eurocopa no se consideró un torneo oficial, ya que solo participaron cuatro equipos: Inglaterra, Suecia, Italia y Dinamarca. Suecia fue campeona tras derrotar a las inglesas en los penaltis. Powell, sin embargo, volvería a una final continental años después, esta vez en el banquillo y en un contexto muy diferente.
De niña, Hope Powell pensaba que era la única chica en el mundo que jugaba a fútbol. Creció al sur de Londres, en un barrio de viviendas sociales. En casa se enfrentaba a su padrastro violento para proteger a su madre. En la calle, pateaba un balón
La inglesa de origen jamaicano ya había aprendido que no era la única mujer en el fútbol. Pero sí que fue la primera en casi todo. En 1998, la selección femenina inglesa no estaba logrando los resultados deseados y necesitaba ideas frescas. La FA le ofreció el puesto a Powell, que aún era jugadora. Ella, perpleja, les dijo que tenía que darle un par de vueltas a la idea. Se cuestionó por qué le hacían esta oferta a ella. Quiso asegurarse de que la escogían por buenas razones, que valoraban sus capacidades. En ocasiones, Powell ha sido percibida como una mujer ‘difícil’. En todo caso, es directa. “No te voy a tener miedo, seas quien seas. Director ejecutivo, lo que sea, me da igual”, expresó en una entrevista en The Times. Finalmente, aceptó convertirse en la primera entrenadora femenina, la primera entrenadora negra, la primera entrenadora a tiempo completo y la entrenadora más joven de la historia de la selección inglesa.
Powell se hizo rastas nada más llegar a los banquillos, consciente del mensaje que lanzaba. “Cuando ocupé el cargo, lo primero que pensé fue: ‘No puedo fallar. Por mí, por las mujeres, por las personas negras. Tengo que hacerlo lo mejor que pueda’”, explicó en The Guardian. Y así lo hizo. En sus 15 años como seleccionadora, la técnica tuvo un impacto enorme en la evolución del fútbol femenino inglés. Consiguió que se disputaran más partidos internacionales, que hubiera mejores materiales para entrenar y montó los primeros equipos base femeninos. En 2009, ella y su staff lograron que se implementaran contratos laborales que permitieran a las jugadoras centrarse en el fútbol, sin tener que compaginarlo con otros empleos a tiempo completo.
Ese mismo año, Powell volvió a vivir una final de Eurocopa. Esta vez se trató de una competición oficial, con 12 equipos enfrentados y partidos con más de 15.000 espectadores. Lejos quedaba aquella final de 1984, en la que la jugadora simplemente esperaba hacer crecer el fútbol femenino. En 2009, la entrenadora pensaba en ganar. Fue derrotado por Alemania, pero el conjunto inglés pudo soñar con lo más alto gracias al trabajo y la perseverancia de la pionera. Después de aquel hito, Powell ganó tanta fama que la prensa extendió el rumor de que se convertiría en la primera mujer al mando de un equipo masculino, el Grimsby Town. La técnica lo ha desmentido repetidamente. Nunca se planteó dejar la selección femenina por un equipo que jugaba en la League Two, la cuarta división inglesa. Pese a los logros, quedaba mucho camino por recorrer. Mientras circulaban noticias sobre el Grimsby, las futbolistas no se encontraron a un solo periodista esperándolas en el aeropuerto de Londres al regresar del torneo europeo. Powell no se lo podía creer.
“No te voy a tener miedo, seas quien seas. Director ejecutivo, lo que sea, me da igual”. Aceptó convertirse en la primera entrenadora femenina, la primera entrenadora negra, la primera entrenadora a tiempo completo y la entrenadora más joven de la historia de la selección inglesa
La siguiente Eurocopa sería la última para ella. Inglaterra cayó eliminada en la fase de grupos y Powell perdió su puesto. En 2017 pasó a ser entrenadora del Brighton femenino, al que consolidó en primera división, y ahora está al mando del Birmingham. De vez en cuando aún se junta con alguna de las mujeres que fueron sus compañeras en el conjunto nacional. Ven los partidos de la selección, como no podía ser de otra manera.
En Inglaterra, todo el mundo recordará para siempre la Eurocopa de 2022. Por fin se cumplió el famoso ‘Football is coming home’. Alemania fue derrotada y los fantasmas del pasado expulsados. Chloe Kelly se quitaba la camiseta celebrando su gol de la victoria en la prórroga. Y mientras Leah Williamson alzaba el trofeo al cielo de Wembley, si te fijabas, parecía que Hope Powell las observara desde el banquillo, con sus rastas y sus preguntas incómodas y la certeza de que nunca más una niña en un campo de fútbol de Inglaterra pensará que es la única.
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Fotografía de Getty Images.