Durante la temporada regular, los equipos de Tercera, como en otras categorías del fútbol amateur o semiprofesional, consiguen información de los rivales mediante la grabación de partidos por miembros del cuerpo técnico.
La selección catalana amateur apenas podía pronunciar los nombres de sus rivales en la cita europea cuando se celebró el sorteo, el mes de mayo en Abano Terme. Isloch, Yugoiztochen y Olimp-Moscú. Los combinados regionales vencedores de Bielorusia, Bulgaria y Rusia, respectivamente.
A falta de informes previos detallados, bueno es tener claras las líneas maestras. “Venimos aquí planteando los partidos como si cada uno fuese una final. Es una liguilla de tres partidos, no puedes perder. Cualquier tropiezo te deja fuera“, explicaba el capitán y defensa del Gavà, Albert Vivó. “El primer partido es en el que íbamos más a ciegas, sin saber qué teníamos delante“, confesaba durante el torneo Gerard Puigoriol, ‘Putxi’, futbolista del Manlleu. “No son partidos normales. Intentamos transmitir que no podemos fallar, primamos no encajar goles“, añadía el defensa del Europa, Alex Cano.
La UEFA pasaba, al final de cada jornada de la fase de grupos, un DVD a los técnicos de los ocho equipos con los 90 minutos disputados del siguiente rival. Así, cuando Catalunya se enfrentó al equipo búlgaro o al ruso ya sabía, más o menos, con qué se iba a encontrar. Con Isloch, el representante bieloruso, fue distinto.
La UEFA pasaba, al final de cada jornada de la fase de grupos, un DVD a los técnicos de los ocho equipos con los 90 minutos disputados del siguiente rival
Buscar información en internet no fue complicado, y más cuando te dicen que Isloch no es un combinado regional. Se trata de un equipo que compite en la actualidad en la Pershaya Liga, la segunda categoría del fútbol bielorruso, por debajo de la Vyscha Liga. En el país exsoviético el acceso a la Copa de las Regiones UEFA no se dirime mediante enfrentamientos entre combinados regionales, sino entre equipos del fútbol amateur.
En todo caso, ¿qué se estudia de un rival que desconoces por completo? “Trabajamos la estrategia, vemos las características de los jugadores, los puntos débiles del equipo. Aparte analizamos su salida de pelota y sus mecanismos de presión“, cuenta Putxi. Un patrón que refleja el tono profesional del trabajo de la selección catalana en vistas a la cita europea.
Amateurs a cuerpo de profesionales
“Esto es impensable poder vivirlo siendo amateur“. Javier Heredia sabe de qué habla. Surgido de las categorías inferiores del FC Barcelona, el centrocampista del FC Santboià es uno de los fijos en todas las convocatorias de Toni Almendros en el ciclo que culminaba en el Véneto. “Dentro del nivel amateur, esto es lo más profesional que podemos ser“, añade Heredia.
La historia del ‘Chincheta’ Heredia, cómo le llaman en su club y en la selección, es un reflejo de la doble vida del futbolista amateur, alejada de la definición de futbolista grabada en el imaginario popular. A los 27 años, y con la paternidad primeriza a la vuelta de la esquina, el carácter no profesional de su pasión, el fútbol, lo lleva a una dura pero vital decisión. “Voy a ser padre y priorizo un trabajo estable antes que el fútbol. No lo dejaría en la vida, si no es en un lado será en otro, y si no es compatible me iré a jugar con los amigos los domingos“, reflexiona uno de los líderes de los 20 de Almendros. Un futbolista que ha vivido la evolución de un idilio recurrente. “Cuando eres joven piensas en subir a Segunda B, a Segunda, tener una oportunidad. Pero cuando tienes una edad piensas en otras cosas“. De momento, no pierde la sonrisa ni las ganas de sumar en el equipo. Actúa de mediocentro y de líder dentro y fuera del campo. Otro de los méritos de un equipo amateur muy profesional.
Los diez días en el Véneto son la culminación de una concentración que se iniciaba una semana antes en el Centre d’Alt Rendiment, el CAR, de Sant Cugat del Vallès, a quince minutos de Barcelona. “Es positivo, hacemos más grupo. Vamos siempre juntos, sin separarnos. Después, cuando juegas, notas que el grupo está más cohesionado“, explica Alex Cano. Dinámica de grupo, trabajo físico para piernas de cargas desiguales (algunos llegaban de disputar play-off, otros llevan un mes parados, el volumen de partidos oscila entre los 21 y los 39). “Fisios a disposición, material, instalaciones. Durante dos semanas vivimos como profesionales“, concluye Putxi. Un tono profesional que no se vio reflejado en la asistencia a los partidos, aunque las cifras avanzaron en progresión.
En familia
Calurosa tarde del 22 de junio. Nuovo Stadio Vallini de Piove di Sacco, partido inaugural para los catalanes (triunfo por 2-0 ante Isloch). La megafonía anunció, al inicio de la segunda parte, los espectadores que veían el partido desde la grada. Novantotto. Noventa y ocho. Dos dígitos. Los partidos grandes que decidieron el campeonato en Tercera (los que enfrentaron a Olot, Cornellà y Europa) reunieron alrededor de 2.000 personas, especialmente en los campos del Olot y del Europa. 98 personas vieron el primer triunfo catalán en la fase final de la Copa de las Regiones, siete de ellos familiares de futbolistas catalanes. “Siempre es un placer mirar a la grada y ver gente conocida“. Guillem Cornellà, centrocamista del Figueres, contó con el pleno respaldo familiar en las gradas italianas. Sus padres y su hermana asistieron a los cuatro partidos que el combinado catalán disputó en el Véneto.
En los siguientes partidos, las cifras llegaron a los tres dígitos. Un centenar de personas en el segundo duelo, 300 en el enfrentamiento que decidió el pase a la final, y 800 en la cita decisiva, ante el combinado anfitrión del Véneto.
El Vallini de Piove di Sacco, el Nuovo Comunale de Este, el Maurizio Saco de Bagnoli di Sopra y el Monteortone de Abano Terme. Cuatro campos modestos, con elementos en común. Como la valla que separa público y terreno de juego, ausente en la mayoría de campos del fútbol amateur español, reflejo de la peor cara del fútbol italiano.
Raíces
Los partidos de la fase final de la Copa de las Regiones UEFA vienen precedidos de diversos torneos de fútbol base, que forman parte del proyecto Grassroots, que impulsa el máximo órgano del balompié europeo para desarrollar el deporte entre los futbolistas que empiezan ahora.
El resultado son gradas repletas de padres y madres, primero; y de padres, madres e hijos, después. Esperan al inicio del partido. “Con el saque inicial, los niños se irán“, comentan los encargados de situar a la prensa en las gradas de los distintos campos. ¿Al iniciarse el choque? ¿Por qué se quedan, entonces?
La respuesta está en el terreno de juego. Cuando aparecen los dos equipos junto al cuerpo arbitral, 22 pelotas oficiales del torneo (el mismo modelo con que se disputó la pasada Copa Confederaciones de la FIFA), once por banda, están plantadas cerca de la banda. Después de los saludos respectivos y de una foto conjunta, con los futbolistas mezclados, empieza el show. Los niños, vestidos de un amarillo chillón, cogen posiciones preferentes en la grada. Los 22 jugadores lanzan los 22 balones, objeto de deseo de los chavales, con peleas posteriores por hacerse con la posesión firme del balón.
Son los mismos niños que, tras el partido disputado en Bagnoli di Sopra, donde Catalunya logró el acceso a la final de la competición, esperaron a los jugadores catalanes para la firma de autógrafos. “Déjame un bolígrafo, que nunca he firmado autógrafos, me hace ilusión“, confesaba José Luis Muntané, ‘Munta’, antes de sumergirse en un contínuo de rúbricas. Sobre papel, sobre brazo… y hasta en algún dorso de teléfono de última generación. Los niños preguntaban dónde jugaban los futbolistas. “Catalunya, Barcelona“. Y lo demás iba rodado.
Una cita UEFA, pero con el aroma del fútbol más cercano, de aquí y de alla. En la final, que enfrentó al Véneto, anfitrión, contra el combinado catalán, 800 espectadores asistieron a un partido muy táctico, que sólo se resolvió en la tanda de penaltis. Antes de empezar el partido se celebra un escrupuloso minuto de silencio. Fueron 60 segundos en los que se oyeron, desde el aullido de un perro en los terrenos adyacentes al Monteortone a un sonido tan rural como los cencerros del ganado que pasturaba por las inmediaciones del estadio.
Final cruel
La cara visible de una concentración profesional de jugadores amateurs, vio como el acierto y el desacierto se rozaban por centímetros
Sólo un fallo desde los once metros separó la selección catalana amateur de alzar el trofeo de la Copa de las Regiones UEFA. El capitán Albert Vivó, defensa del Gavà, mandó fuera el único lanzamiento errado en la tanda decisiva. El principal valedor de la unidad del grupo, la cara visible de una concentración profesional de jugadores amateurs, vio como el acierto y el desacierto se rozaban por centímetros.
El 4-5 que se inscribió en el paréntesis del resultado final dejaba la alegría en casa. El Véneto, ganador de la primera edición, en 1999, repetía título, y lo festejaba en las modestas instalaciones del Moteortone de Abano Terme.
De regreso al hotel, pocas palabras, sonrisas de complicidad, auriculares, miradas bajas. Y una inoportuna cena de la UEFA en la que compartirán mesa con sus triunfantes rivales.
La noche pasa rápido. A las cinco de la mañana el equipo parte hacia el aeropuerto de Venecia. Fin de la aventura. Últimas comprobaciones en los smartphones. La señal del wifi del haugustuswifinet da plena conectividad. Últimos whatsapps, chequeo de los mensajes de apoyo en sus cuentas de Twitter, antes de volver a casa. Terminan los diez diez días más profesionales de un grupo de futbolistas amateurs que ahora seguirán buscando la deseada cobertura.