PUBLICIDAD

Caroline Graham Hansen y la capa de invisibilidad

La jugadora noruega del FC Barcelona está firmando su mejor temporada hasta el momento, con un registro de goles y asistencias que atestiguan una magia difícil de olvidar

graham hansen

Cuando adquirimos una nueva habilidad, logramos un malabarismo o aprendemos a dar cien toques sin que la pelota caiga al suelo, no nos lo guardamos para nosotros. Orgullosos, queremos mostrárselo a nuestros padres, hermanos o amigos. “Mira, mira lo que hago”. Y, de repente, no nos sale. Cuando nos observan, nos olvidamos de lo que hace un momento habíamos aprendido. Nos da rabia, porque por mucho que sepamos hacerlo, no quedará la prueba. Un fenómeno humano curioso.

El 22 de abril de 2022, en el Camp Nou, a Caroline Graham Hansen la estaban mirando 91.648 personas. En esa ida de la semifinal de la Champions League, contra el Wolfsburgo, se batió el récord de asistencia a un partido de fútbol femenino, y el Barcelona arrasó por 5-1. Con el 2-0, Hansen firmó su gol más bonito. Una conducción incisiva, un recorte de película y un disparo certero a la escuadra. La noruega no conoce el pánico escénico. “Cuando estoy nerviosa, me recuerdo que juego a fútbol porque quiero y porque lo disfruto. Pase lo que pase, todo saldrá bien. Es solo fútbol”, explicó en su episodio de Dare to Play. El fútbol como juego, como placer que te brindas a ti misma. Su estilo es inconfundible: pasitos cortos, cambios de ritmo y regates. Sin ser excesivo; cada giro tiene su motivo. A su alrededor, las defensas parecen patos mareados, y no porque sean malas. Hansen les edita sus propias compilaciones de fails.

 

“Cuando estoy nerviosa, me recuerdo que juego a fútbol porque quiero y porque lo disfruto. Pase lo que pase, todo saldrá bien. Es solo fútbol”

 

Fuera del terreno de juego, es más bien reservada. Una de sus frases más repetidas en las entrevistas es “me gusta estar tranquila en casa” y cuando lleva camisetas de manga larga suele esconder las manos. Sobre el verde, se produce su metamorfosis y se convierte en protagonista. De niña, en el club noruego Lyn, destacaba porque jugaba con chicos, como han hecho muchas otras mujeres de su generación. Se distinguía por sus constantes regates. “Algunos de los jugadores y padres del equipo pensaban que regateaba demasiado”, contó su entrenador de entonces. Con 18 años dejó su país natal para fichar por el Tyresö sueco. A una adolescente le tocaba hacerse visible en un equipo con Marta, Christen Press, Vero Boquete y Jenni Hermoso. Ayudó al club en siete partidos de la temporada 2013-2014, en los que firmó tres goles y tres asistencias, pero en enero decidió volver a Noruega temporalmente para finalizar el bachillerato. Su breve aparición en Suecia bastó para atraer la mirada del Wolfsburgo, uno de los clubes más exitosos del momento, que la fichó para la temporada siguiente.

Hansen, nacida en Oslo, es friolera. Si no es verano, la verás casi siempre envuelta en un anorak. Usa poco las redes sociales, pero lo suficiente como para retratar dos amores: el Barça y el sol. Quizás fue eso lo que la llevó a emprender su peregrinaje al sur, de Suecia a Alemania, y de Alemania a Barcelona. Quizás fue un presentimiento. Llegó en 2019 al club de Alexia y Aitana, cuando estas ni se intuían en el imaginario de France Football. Aterrizó dos días después de la dolorosa derrota azulgrana en la final de Budapest. Cambió el Wolfsburgo, donde había ganado tres Ligas y cinco Copas, por un equipo que no ganaba la Liga desde hacía cuatro años. De nuevo, las circunstancias del entorno podrían haberla engullido. Pero tres años después, 91.648 personas se reunieron en el Camp Nou para ser testigos del brillo de este Barça, y del de Hansen. En un equipo así, que ahora parece invencible, casi perfecto, las individualidades podrían perderse en la genialidad colectiva. Pero si Hansen jugara en el Olimpo del fútbol, su banda derecha seguiría siendo un espectáculo en solitario.

 

De pequeña quería ser astronauta. Si se marchara a regatear al espacio, donde nadie la observara, regatearía con la misma confianza. Si llevara una capa de invisibilidad, jugaría exactamente igual

 

A veces, los extremos que encaran y regatean tanto nos parecen egoístas. Chupones, los llamamos en el patio. Hansen es lo contrario. Siempre al servicio de sus compañeras, se la conoce por sus asistencias. Recibe, con un par de gambetas se sacude de encima a las molestas rivales y dice: “Toma, acábalo”. Se saca de la bota un pase que peina el césped o un centro que planea como un halcón. Observa la subasta de su obra de arte, y si alguien la cuelga entre los tres palos, levanta los puños al cielo y celebra el éxito. Si no, lo repite. Y cuando vuelva a llegarle el balón a los pies, como cada vez, te incorporarás en el sofá para no perdértelo.

Esta está siendo su temporada más exitosa a nivel individual. Con la ausencia de Alexia por lesión, Aitana y la noruega se están encargando de que la locomotora barcelonista avance a todo vapor. La extremo lleva 18 goles y 17 asistencias entre Liga y Champions. Lo que le faltaba, marcar goles a punta pala. Pero los números no son más que la prueba que necesitan los ciegos. Siempre se habla de su ausencia en los grandes galardones, de que nunca ha estado nominada para el Balón de Oro. Sí, es, como poco, sorprendente. Pero Hansen, si nadie la mirara, seguiría disfrutando del fútbol. De pequeña quería ser astronauta. Si se marchara a regatear al espacio, donde nadie la observara, regatearía con la misma confianza. Si llevara una capa de invisibilidad y nadie la viera, jugaría exactamente igual. Por suerte no la lleva, y la prueba de sus malabarismos quedará grabada para siempre en las retinas de los que tuvimos el privilegio de contemplarla.

 


SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA


Fotografía de Getty Images.