Esta serie de artículos, ‘Pies de Bartleby’, pretende buscar un lugar cálido en el que habitan suspendidas las jugadas que nunca existieron, rastrear la historia de los futbolistas que, como el Bartleby de Herman Melville, prefirieron no hacerlo.
En 1902, se publicó Una Carta, de Hugo von Hofmannsthal. En esta obra, el protagonista anuncia por correspondencia a Francis Bacon su renuncia a toda actividad literaria. El autor dibuja una frase que podría aplicarse a un futbolista raro, temperamental, que marcó una época y se marchó de la forma más extraña: “Todo se descomponía en partes, y cada parte en otras partes, y nada se dejaba abarcar con un concepto”. Podría ser una definición de lo que fue y sigue siendo Eric Cantona.
En su historia también hay una carta, aunque no la envía el ‘Bartleby’ en cuestión, sino que la recibe. Tras la pretemporada de 1997, Sir Alex Ferguson escribió a Cantona un mensaje que demostraba la estima del técnico hacia el francés. En ella le aconsejaba, lamentaba su pérdida futbolística y le tendía la mano para seguir forjando una amistad de lo más peculiar. Meses antes, Cantona le había comunicado que dejaba el fútbol a sus 31 años para ser actor.
Podría imaginarme a Eric respondiendo con su habitual prosa, soberbia y romántica la vez, algo así: “Alex, mon ami, gracias por todo lo vivido. En tu carta mencionas que algún día esperas encontrar un joven Cantona. Ya lo hiciste. Estaba en Marsella. Confiaste en él y él siempre te estará agradecido. No busques otro porque no hay más. Tomaré tus consejos. Ahora estoy expandiendo mis horizontes, fui un artista en el campo y ahora mi espíritu me empuja a serlo también fuera. En cuanto a la taza de té que me propones, acepto gustosamente. Iré sacando del armario el traje blanco y las zapatillas rojas que tanto te gustaban”.
Podríamos estar toda la vida hablando de lo que fue Cantona como futbolista, y podríamos estar otra hablando de lo que ha sido Cantona más allá del fútbol. Nunca seremos capaces de abarcar todo lo que rodea al personaje
Tras su retirada, la vida de Cantona ha seguido el mismo ritmo frenético que tuvo su carrera. Aunque ya debutó en la gran pantalla mientras estaba activo en el mundo del fútbol con la película La alegría está en el campo, su primer film como actor a tiempo completo fue uno tan surrealista como la situación: Mookie. Con una nota de 4,1/10 en IMDb, este largometraje cuenta la historia de un monje que encuentra en México un mono capaz de hablar por la radiación de un meteorito, algo que llama la atención a diversos científicos que intentan capturar al chimpancé. El monje entonces pide ayuda para protegerlo a Antoine (Eric Cantona), un boxeador al que persigue la mafia por no querer amañar un combate. Por algún lado había que empezar.
Desde entonces, ha participado en un buen número de películas y series de televisión. Últimamente, ha estado vinculado a Netflix con Alias o Recursos Inhumanos. Quizás su mejor actuación es la de Buscando a Eric, una película en la que interpreta una versión imaginaria de sí mismo para ayudar a un fan del United a salir de la depresión y a afrontar sus problemas familiares. Dirigida por Ken Loach, tuvo un gran recibimiento.
No obstante, también usó sus dotes de interpretación en el mundo publicitario, donde marcó a toda una generación con los anuncios de Joga TV. Era algo más que una serie de spots. Vendían productos de Nike, sí, pero Eric nos recordaba en ellos que el fútbol es un juego de habilidad, de corazón, de honor, pero, sobre todo, de alegría. Salíamos a jugar a la calle a ritmo de Baião Destemperado y con los pelos de punta al recordar el consejo de ‘Le Roi‘: “Nunca crezcáis, amigos míos”. Y en esa frase reside también una parte de su carácter.
Hay mucho en lo que Cantona hace, pero mucho más en lo que deja de hacer. Es alguien tan puro que la palabra carisma se queda corta. Se alejó del fútbol, pero nos dio otras tantas cosas que no pensamos siquiera en reprochárselo
Para él, como para Cortázar y los niños, “el juego es una cosa muy seria”. Y en su caso, él defiende que “jugaba para combatir con la idea de perder”. Siempre mantuvo a su niño interior, por eso no nos extrañaba verle en sus redes sociales un vídeo tirándose por un tobogán, jugando a la petanca o burlándose del corte de pelo de Neymar. Su rebeldía se debe en parte a ese niño que quiere sentirse libre. Una rebeldía que también sigue presente en su lado activista, ese que le animó a darle la patada a aquel hooligan. Ha mandado mensajes de apoyo a Palestina y siempre se ha posicionado ante lo que ha considerado como una injusticia. Incluso se plantó en la sede de la FIFA y habló de una forma tan crítica como críptica de una distopía no tan lejana.
Capaz de embaucar incluso al bando rival, Eric hizo una aparición estelar en el videoclip de la canción Once de Liam Gallagher. El cantante, ‘citizen’ hasta la médula, contó en una ocasión su experiencia con él. Apareció gratis en el vídeo, él mismo pagó el desplazamiento, llevó su propio vino y su comida al rodaje e incluso el vestuario era suyo. El miembro de Oasis relata que después de grabar se marchó con esa solemnidad suya y un sonoro “adiós, mi amigo inglés”. No ha sido la única vez que Eric Cantona se ha acercado a la música. En 2023 lanzó su primer single y este año ha publicado su primer álbum, un recopilatorio de canciones en directo que ha entonado en varios conciertos a lo largo de Europa.
Podríamos estar toda la vida hablando de lo que fue Cantona como futbolista, y podríamos estar otra hablando de lo que ha sido Cantona más allá del fútbol. En ninguno de los casos seríamos capaces de abarcar todo lo que rodea a este personaje. Cantona es, como diría Toteking, “el tiempo que se pierde cuando el mundo reza”, es una fuente inagotable, eterno, un universo en sí mismo. Hay mucho en lo que Eric hace, pero mucho más en lo que deja de hacer. Es alguien tan puro que la palabra carisma se queda corta. Se alejó del fútbol, pero nos dio otras tantas cosas que no pensamos siquiera en reprochárselo.
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Fotografía de Getty Images.