Lejos quedan los despampanantes carteles veraniegos del Chelsea con Lukaku, del City con Grealish o del United con Cristiano Ronaldo. Ninguno come en la mesa de Salah.
Pensar en el Barcelona es asistir a un nostálgico pasado y anhelar un incierto futuro. El relato de Koeman no puede ser excusa para esconderse del ahora.
En las calles nacían y crecían supervivientes al arte del engaño, del regate. Pero los hábitos han cambiado y eso se acaba notando también en la élite.