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La mejor obra de Menotti, contada por él mismo

Le pusimos una pizarra a César Luis Menotti para que nos contara, bajo el prisma táctico pero también desde la vertiente emocional, cómo guió a la selección argentina a ser campeona del Mundo

Menotti

Este es un recorrido táctico y emocional por las siete batallas futbolísticas que la Argentina de César Luis Menotti tuvo que librar para conquistar su primera Copa del Mundo


La conversación está extraída del #Panenka76, un monográfico sobre los 70 que publicamos en 2018 y que sigue disponible aquí

 

La tarde del viernes 2 de junio de 1978, mientras la selección argentina debuta en el Mundial frente a Hungría, Jorge Luis Borges llena la Aula Magna de la Universidad de Belgrano con una clase magistral sobre la inmortalidad. Crítico con el circo mundialista y criticado por reunirse con Videla y Pinochet, el poeta no flaqueará tampoco frente a uno de sus admiradores más populares de aquel entonces, César Luis Menotti. “Qué raro, un hombre tan culto que habla todo el tiempo de fútbol”, comentaría aquel viejo de 80 años con la mirada extraviada, capaz de soñar con Islandia medio siglo antes de que la Argentina futbolera se tropezara con el pequeño reducto vikingo en la primera ronda de un Mundial.

Mimetizada entre los retratos en blanco y negro de Pelé, Maradona, Cruyff y Platini, aquella con Borges es tal vez la más curiosa de las fotos de su búnker, en el caótico Microcentro porteño: ‘El Flaco’ Menotti abandona su apartamento solo para una escapada al café de Paraguay y Esmeralda, a la hora del almuerzo. Y si no contesta al teléfono, hay que esperarlo sentado, al acecho. A 40 años del Mundial’78 y a meses de cumplir 80, Menotti sigue respirando fútbol, asqueado “por los imbéciles que hoy se hacen los revolucionarios y en la época no te firmaban una petición para los desaparecidos”, escupe con una mueca de fastidio. Cuando incursiona en el pasado, su rostro pierde el rictus tenso y la mirada se le va un poco de lado, mientras menea la cabeza. “Fue una vergüenza no reconocer todo lo que hicieron aquellos jugadores, que encima jugaron gratis, sin cobrar premios”, reivindica. “Todos tenían pies muy buenos. Todos. Jorge Olguín era un lateral derecho que podía jugar como nueve y Luis Galván ni te digo, un central que en la final salió gambeteando a los holandeses dentro de nuestra área. Después Passarella, Tarantini, que era muy joven. La potencia de Kempes era extraordinaria y Ardiles, un crack. Estaban dos wings que desbordaban como Oscar Ortiz y René Houseman y un delantero como Luque, que jugaba para el grupo. Para mí, un equipo invencible. Mis amigos me preguntaban: ‘¿Pero vos estás seguro, Flaco?’. Yo les tenía una confianza bárbara a estos hombres”. Y no le defraudaron.

¿Apareció el famoso miedo escénico alguna vez?

Claro que sí. Es muy difícil ganar de local, y más en la Argentina, donde si juegas con la camiseta de Boca es más fácil enfrentar a Central en el Gigante de Arroyito que en La Bombonera. A los candidatos siempre les costó más de local. Italia no ganó cuando organizó el Mundial, España tampoco, Alemania en el ’74 pero no en 2006; Francia sí, Brasil no… Pero acá fue una cosa realmente de locos, a la concentración llegaban de todos lados, camino a la cancha el colectivo no se podía mover por la gente, hasta los jugadores se miraban como diciendo: ‘¿Dónde nos metimos?’. Era complicado, se respiraba la responsabilidad de cumplir, la necesidad de ganar para la gente.

 

“El primer partido fue el más difícil. Muy duro, muy violento. Al final fue muy cruel ver el estado físico de los jugadores en el vestuario. Se sacaban las medias y parecía que se arrancaban la piel”

 

ARGENTINA – HUNGRÍA / 2-1 PRIMERA FASE

El primer partido fue muy trabado. ¿La presión?

Ese partido tal vez fue el más difícil, en todo sentido. Muy duro, muy violento. Al final fue muy cruel ver el estado físico de los jugadores en el vestuario. Se sacaban las medias y parecía que se arrancaban la piel. Todos tenían alguna marca o corte, muchos sangraban. Habíamos jugado contra Hungría dos veces: en la gira del ’76 por Europa perdimos 2-0 y en 1977 goleamos en La Bombonera [debut de Maradona con la Albiceleste]. En un casete del amistoso que ellos perdieron con Inglaterra en Wembley quedó claro que podían meterse atrás y poner la pierna fuerte. Me preocupaba el contraataque, había que estar atentos al pelotazo e impedir la salida del fondo. Los de adelante tenían que presionar y volver rápido, mientras que atrás Galván marcaba al hombre de punta y Passarella quedaba como último defensor. Ellos tomaron hombre a hombre a Valencia y Ardiles, por eso traté de liberar a Kempes para que se tirara atrás, abriendo huecos para Luque, que buscaba el desborde por la izquierda. Si él trataba de sacar hacia el externo el stopper húngaro, en la derecha Houseman tenía libertad para meter la diagonal o cambiar de punta. Para ellos la incógnita era Kempes, porque no sabían de qué iba a jugar. Se podía dar que el líbero se fuera a la raya a buscarlo y que se abriera un callejón central, o que también Tarantini apareciera por la raya y el marcador de punta se volviera loco entre él, Luque o Kempes. Lo importante era tocar siempre de primera y salir, abrir el campo.

¿Fue más difícil de lo previsto?

El juego fue muy cortado por faltas y protestas. Perdimos ritmo y continuidad, además de los nervios del debut. Me di cuenta que los chicos estaban nerviosos en el túnel, minutos antes de salir a la cancha. Ahí hay poco que hacer, solo confiar en el ensayo previo. El 0-1 fue una piña. En el entretiempo lo moví a Ardiles un poco sobre la derecha para proteger a Olguín y les dije a Gallego, a Passarella y al propio Ardiles que metieran algún pelotazo para que los de arriba intentaran resolver de primera. El empate de Luque, de hecho, llegó así. El Beto Alonso y Bertoni entraron por Valencia y Houseman, ambos muy golpeados. El gol de Bertoni sobre el final fue uno de los pocos goles que grité en mi vida. Habíamos ganado con fuerza y luchando, sin caer en la reacción al juego duro.

ARGENTINA – FRANCIA / 2-1 PRIMERA FASE

El choque contra Platini no fue para menos.

Un informe del ‘Coco’ Basile [campeón con el Huracán de Menotti en 1973 y DT de Argentina en EE.UU.’94] evidenciaba las variantes de ataque con Platini tirado a la derecha, sacando a su marcador del medio para la llegada limpia de Marius Trésor, un defensor muy rápido que en los saques de esquina subía a buscar el cabezazo. Para Platini no dispusimos ninguna marca en especial, yo me sentía muy seguro. De hecho, en el primer tiempo jugamos bastante bien, con equilibrio. Ellos llegaron solamente una vez, y antes de que Passarella convirtiera el 1-0 de penal, dos tiros de Kempes dieron en el palo.

Pero en el segundo tiempo las cosas volvieron a complicarse.

Como Francia tenía que ir a buscar el partido, les dije de abrir la cancha y salir rápido del fondo, pero otra vez perdimos orden y pelota, antes del empate y también después del golazo de Luque para el 2-1. Nos descontrolamos todos: Gallego, Passarella y Galván salían a buscar a los adversarios de a uno y lo terminaban pagando, y los últimos 20 minutos sufrimos mucho, fueron los peores de los primeros tres partidos. Aunque hay que decir que Fillol y Passarella fueron la columna vertebral del equipo, en total recibimos tres disparos al arco. Ganamos con más fuerza que fútbol, y sobre el final se lesionaron el Beto Alonso, recién entrado, y Luque, que se luxó un codo pero siguió jugando hasta el final. El día después, en la concentración, supo que su hermano había fallecido en un accidente la misma mañana del partido, mientras iba a verlo jugar. Su familia se lo dijo solamente el día después. Fue muy duro para él.

 

“Cuando nos encontramos, luego del Mundial, le dije a Cruyff que con él en el campo tal vez habría sido todo diferente. Nació una amistad muy fuerte entre nosotros”

 

ARGENTINA – ITALIA / 0-1 PRIMERA FASE

Dos ausencias importantes para el partido contra Italia.

Ya estábamos clasificados para la segunda fase pero queríamos ganar por lo anímico y para quedarnos en Buenos Aires y no tener que viajar hasta Rosario. Pensé que íbamos a ganar, sobre todo porque nuestro adversario estaba predispuesto a marcar hombre a hombre y a especular con el resultado. Creo que me equivoqué poniendo a Kempes de nueve para sustituir a Luque, porque perdimos salida y facilitamos el trabajo de Claudio Gentile, el mismo que ‘asesinó’ a Maradona en el Mundial’82 con la complicidad del árbitro rumano Rainea. (Se lo dije varias veces a Enzo Bearzot cuando nos encontramos [sonríe]). De todas formas, llegamos más veces que ellos y creamos más peligro, jugamos tal vez los mejores 45 minutos del torneo contra un equipo acostumbrado a marcar y a esperar, con volantes y delanteros que trabajaban también como defensores. Hasta Bettega, el autor del gol, tenía consignas para perseguir a Passarella cuando este se iba al ataque o subía a rematar los córners.

ARGENTINA – POLONIA / 2-0 SEGUNDA FASE

Al final, como segundos de grupo, tuvisteis que disputar la segunda fase en Rosario.

Lo que nos encontramos allí fue una auténtica locura. Una caravana de 20 km que seguía al micro, Passarella y Houseman que querían bajarse para estar con la gente. Y la cancha de Rosario Central me hizo temblar las piernas. Los chicos también estaban muy tensos, callados. El primer rival fue Polonia y elegimos no esperar atrás para anular sus posibilidades de contraataque. Queríamos ser protagonistas. Los conocíamos y sabíamos que, a pesar de ser muy altos, sufrían en los pelotazos cruzados, y la prueba fue el gol de Kempes, que apareció desde atrás, sorprendiendo a todos. En ambos tiempos tuvimos momentos muy buenos pero también cometimos errores ingenuos, como el penal que acabó atajando Fillol. En el entretiempo grité mucho, y lo puse a Villa, que jugó 45 minutos de gran intensidad y nos dio potencia en ataque.

Julio Ricardo Villa solo disputó dos partidos.

Ya le había dicho, unos días antes, que estaba muy conforme con su rendimiento y que en las prácticas venía trabajando realmente bien. Su entrada fue clave, ganando pelotas en el medio de la cancha y dejando más libre a Ardiles, que hasta aquel momento le iba sacando espacio a Kempes. Tirándose un poco más atrás, Osvaldo pudo aparecer más y con mayor sorpresa, como en el segundo gol, cuando hizo una gran diagonal y se la dejó justo en el medio a Kempes, que después enganchó de zurda antes de fusilar al portero Tomaszewski. Nos fuimos conformes, aunque pudo haber sido una goleada. La gente tal vez estaba más eufórica que nosotros, que teníamos unos cuantos golpeados. Fillol, Kempes y Ardiles, este último con una fractura en el dedo del pie.

ARGENTINA – BRASIL / 0-0 SEGUNDA FASE

Y llegó Brasil. ¿Tal vez el partido más feo del certamen?

Fue nuestro peor partido. Me quedó una bronca que hasta me enojé con los jugadores el día después, en la concentración. No lo podía soportar. No por el resultado, sino por el haber defraudado nuestro estilo de juego. Mis colaboradores me sugirieron de cogerme el día libre, dar una vuelta, tomar aire. Hacía falta. Tal vez no tendría que haber puesto a Luque (aunque con él manejábamos todas las variantes tácticas), pero me convencí el día anterior, cuando en plena sesión le dije a Jorge Griffa [entrenador de los sparring y padrino de Bielsa] de encargarle un marcaje individual, para ver cómo reaccionaba. Tanto Luque como Ardiles se bancaron bien los roces y los contrastes. Yo sabía que Brasil iba a salir con mucha gente en el medio y no quería pelearla ahí, para mí había que ganar atrás y adelante, donde íbamos a llegar con cuatro delanteros: Kempes, Luque, Bertoni y Ortiz. Porque queríamos ganar.

¿Sin embargo?

No encontramos nunca el partido. De nuevo, la responsabilidad y el miedo a perder. Falló la dinámica del conjunto, no se tomaron riesgos y hubo exceso de individualismo, cada uno quería resolver por cuenta propia, y encima Luque recibió un codazo de Oscar en el ojo que lo dejó noqueado. En el vestuario traté de calmarlos y di entrada a Villa por Ardiles, que se había torcido un tobillo. Terminamos muy amargados porque sabíamos que éramos mejores que ellos, con más talento y más orden adentro de la cancha.

ARGENTINA – PERÚ / 6-0 SEGUNDA FASE

En el último partido había que golear al rival para poder superar a Brasil en la tabla y disputar la gran final.

Y yo sigo sin aceptar que se ponga en duda aquella victoria, porque hay que ser muy hijo de puta para decir que algún jugador peruano se dejó. Si ellos metían las primeras dos ocasiones, no sé cómo terminaba. Desde luego, yo tenía bastante claro que Polonia no le iba a ganar a Brasil, y se lo dije también a Cantilo, el presidente de AFA. Pero con el tercer gol de Brasil [el 3-1 final] ya estábamos en el vestuario para el calentamiento. Fue cuando supimos que había que meter mínimo cuatro goles para superarles en la clasificación. Les dije a los jugadores que dependíamos de nosotros, y en el túnel les grité que íbamos a pasar por encima de los peruanos, que lo dejaran todo en la cancha. Y así fue: salieron con una fe tremenda.

¿Cuál fue la clave?

Fuimos brillantes, por primera vez tuvimos nuestro verdadero ritmo. Los que dijeron que Larrosa había sido convocado por ser amigo mío tuvieron su respuesta: jugó en el lugar de Ardiles y lo hizo genial. Le dio toque y salida rápida al equipo, hizo pausas y cambios de frente, su tranquilidad contagió a los otros. En el entretiempo, ganando 2-0, les dije que tranquilos, que se estaban dando todas las condiciones para la goleada, solo había que tener paciencia, abriendo la cancha y tocando en velocidad. En dos minutos, Kempes y Luque solucionaron el partido, y Houseman y Luque lo cerraron. Fue muy importante para que los chicos terminaran de convencerse de que se podía ganar el Mundial. Seguridad antes del último esfuerzo.

 

“No acepto que se dude de la goleada a Perú. Hay que ser muy hijo de puta para decir que se dejaron”

 

ARGENTINA – HOLANDA / 3-1 FINAL

Holanda, finalista en el ’74. ¿Qué significaba para usted?

Desafiar el más fiel representante del fútbol europeo, el equipo más dinámico y agresivo. Enfrentarse a un pressing constante en todos los sectores y, además, tratar de anular esta presión para fabricar situaciones a favor sin renunciar a los fundamentos de nuestro equipo, gambeta y toque, desborde y centro atrás, movilidad constante para dar más opciones de salida, con un adversario muy hábil para recuperar las posiciones. La idea era no dejarse ganar la espalda de los volantes. Luque tenía la orden de estar cerca de Ruud Krol, el hombre del fondo capaz de desequilibrarnos, mientras nuestros puntas, Bertoni y Ortiz, dejaban libres sus respectivos laterales para tomar a Neeskens y Van der Kerkhof en la salida. Kempes iba a tapar a Rep y Ardiles, a Resenbrink (los dos que bajaban). A Gallego le asigné a Haan, que arrancaba de tres cuartos. Eso nos dejaba cuatro jugadores libres para subir o esperar para no quedar desequilibrados en el contraataque. Si Olguín subía, por ejemplo, Gallego bajaba para restablecer la superioridad numérica. La cuestión era no perder terreno a espaldas de cada una de nuestras líneas.

¿Y en la práctica?

Hubo que poner la pierna fuerte, como ellos. Tuvimos una gran capacidad de recuperar la pelota con Ortiz y Bertoni, que achicaban la distancia entre los volantes. Le pedí varias veces Passarella que subiera, que se fuera al ataque cada tres o cuatro jugadas. En el segundo tiempo entró Dick Nanninga y yo no había puesto en el banco a Daniel Killer, su marcador natural. Error mío. Nos empató sobre el final y fuimos al alargue. Ahí les dije que los veía bien físicamente y anímicamente, que había que apretar arriba. Al final se dio porque nos dejaron más espacios. Tuvimos unas cuantas ocasiones más allá del dramático gol de Kempes y del cierre de Bertoni.

¿Argentina habría ganado con Cruyff en la cancha?

Eso no lo sé. Cuando nos encontramos, luego del Mundial, le dije a Johan que con él tal vez habría sido diferente. Nació una amistad muy fuerte entre nosotros. Sabiendo que Holanda iba a ser una de las figuras del Mundial, en 1977 me fui a ver algunos partidos de ellos por las eliminatorias, y con Bélgica marcó justamente Cruyff. Por suerte, finalmente no vino.

 


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Fotos de Imago e INTERFOTO / Alamy Stock Photo