Cada uno tiene su propia idea de la despedida perfecta. Algunos piensan que la mejor manera de sellar un romance es con un beso fundido sobre un atardecer anaranjado y otros prefieren un abrazo que haga crujir las costillas de los enamorados. Hay los que prefieren una charla profunda, improvisada, mirando las estrellas, o quizá un saludo que derrame lágrimas tras la puerta de embarque del aeropuerto. Muchos creen que la historia de amor perfecta tiene que tener un final feliz como en cualquier película protagonizada por Cary Grant. O que tiene que ser intensa y efímera, como el amor imposible de Casablanca.
Hemos asumido que las historias tienen que tener un cese memorable para que sean buenas, porque si no nos quedamos fríos. Queremos que la intensidad de la trama alcance el clímax del relato en su desenlace, dejando atrás los hechos previos que utilizamos únicamente para contextualizar. Pero la vida no es así. Por esa razón, en el fondo sabemos que las mejores historias no son las que contamos, sino las que vivimos.
Su característica gorra por capa, las gafas como antifaz y una frase memorable que solo entendemos ahora: “Lo importante no es lo que piensa la gente cuando llegas. Lo importante es lo que piensan cuando te vas”
Antes de que llegaras, Brendan Rodgers había visto cómo en la temporada anterior de su despido, su equipo se había quedado a las puertas de volver a conquistar un ansiado título de liga. Con ese fatídico tropiezo de Gerrard ante el Chelsea, todo parecía desvanecerse en un nuevo fin de ciclo que necesitaba una restauración inmediata. Y ahí llegaste tú, en una época en la que los actores que vestían de rojo en la ciudad de Liverpool no habían podido hacer olvidar a los protagonistas que habían llevado al club al estrellato. Apareciste cuando más te necesitábamos, al igual que Superman; con tu característica gorra por capa, las gafas como antifaz y una frase memorable que solo entendemos ahora: “Lo importante no es lo que piensa la gente cuando llegas. Lo importante es lo que piensan cuando te vas.”
Pero antes de partir, te lloraremos Cantando Bajo La Lluvia de nuestras propias lágrimas, coreando ese Nunca caminarás solo, un himno que ya parece más tuyo que nuestro. Y cuando llegue el momento de explicar tus batallitas, presumiremos de haber estado presentes el día que perdiste las gafas después del remate mordido de Lallana en Norwich, o cuando recorriste medio campo, en el último segundo de un derbi de Merseyside, para abrazar a Allison después de ese gol que la física todavía no ha sido capaz de explicar. Nos seguiremos emocionando con el cuarto de Origi al Barcelona, y con el segundo que nos dio la Champions en Madrid. Reiremos al pensar en cuando levantaste esa Premier que hacía 30 años que no cargábamos, y miraremos al horizonte mientras recitamos esas cuatro palabras que al llegar nos costó creer, pero que al final conseguieron transformar a nuestra afición “de escépticos a creyentes”. Pensaremos en ti, y no harán falta los trofeos para recordarte. Sino tus bromas, tus carcajadas y las veces que alzabas el puño, con la misma fuerza con la que te golpeabas el corazón.
“Pensaremos en ti, y no harán falta los trofeos para recordarte. Solo tus bromas, tus carcajadas y las veces que alzabas el puño, con la misma fuerza con la que te golpeabas el corazón”
Y ahora, que es el momento de decirte adiós, no olvidamos que todas esas historias que nos contaron de pequeños se quedaron cortas al haber sentido en nuestra propia piel el calor del presente. Que lo que vivimos durante nueve años dormirá en el mismo cuarto que el legendario legado de Bill Shankly. Y que cuando el Liverpool vuelva a desempolvar las vitrinas en Merseyside, se encontrará con una fragancia nostálgica que nos transportará a esos días en los que tu silueta se robaba los estantes de Wembley.
Siempre he sido de romantizar las despedidas, pero la tuya llevo semanas tratando de no imaginarla. Así pues, me recluyo en el personaje de Ingrid Bergman despidiéndose en el aeropuerto con una sonrisa torcida y un sentimiento de arrepentimiento por dejar atrás a su querido Rick. Y con esa mueca cariñosa que siempre emociona a The Kop, ver cómo se te escapan las lágrimas mirando a los ojos de la afición que te ha amado incondicionalmente durante tantos años. No puedo evitar imaginar que mientras recorres el camino que te aleja de nosotros, miras hacia atrás por última vez, saboreando los últimos momentos de ese dulce romance que quedará para la eternidad. Que en el culmen de ese abrazo atmosférico, te podamos leer en los labios un: “¿Y qué será de nosotros?”, y que con el corazón en un puño, hagamos nuestra esa línea que Humphrey Bogart dejó para la historia: “Siempre nos quedará Anfield”, añadiremos, y esas noches en las que parecíamos invencibles.
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Fotografía de Getty Images.