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Cómo se hace un ‘Trinche’

Después de que nos dejara el 'Trinche', nos preguntamos: ¿cómo se llegó a construir una leyenda tan apasionante como la de Carlovich? Aquí van algunas claves y revelaciones

Trinche

En el #Panenka102, publicado el año en el que no dejó para siempre, revisamos el mito de Tomás Felipe Carlovich para entender cómo se forjan las leyendas balompédicas. ¿Dónde acaba el fútbol y empieza la literatura, si es que existe tal frontera?


Fotografías de Ignasi Torné

 

¿Y si viajáramos por el mundo en busca de otro ‘Trinche’? Iríamos de país en país, peinaríamos cada ciudad y cada barrio, y preguntaríamos a los lugareños por un futbolista del que no se tiene más registro que fichas federativas, un puñado de fotos y vagas notas de periódico, pero cuya leyenda es fascinante, además de conocida por todos. Buscaríamos a un ‘5’ técnico, o quizá a un ’10’ de pausa y toque, lento, pero preciso como nadie, que la pisa mejor que cualquier ídolo de masas, actual o pretérito, que se te venga a la cabeza; siempre pegado a un cuero que durante temporadas enteras nadie sabía cómo quitarle. Un genio que, además, fuera un símbolo romántico, una bandera contra la mercantilización del deporte. Un tipo común y extraordinario a la vez, que prefiriera el placer de jugar a la exigencia de triunfar. Que escogiera el salvajismo de la competición a la civilización del entreno y la táctica. Aquí y allí, saltando océanos y atravesando desiertos, quizá diéramos con historias mitológicas que nos acercaran a la de Tomás Felipe Carlovich, el ‘Trinche’. Un Ezio Vendrame que, en Italia, jugó como se compone poesía; un Robin Friday que, en Inglaterra, escupió a toda autoridad y se metió en líos considerables; un Daniel Horlaville que, en Francia, jugó con los ‘Bleus‘ aun siendo de categoría amateur… Daríamos, seguro, con héroes locales que ponen de acuerdo a rivales políticos o deportivos. Anotaríamos centenares de relatos salpicados de una fantasía nacida para llenar el hueco de la falta de vídeos. Fábulas comparables a la del doble caño con el que el ‘Trinche’ sometía rivales, a la de ese día de pesca que lo privó de asistir a una llamada del seleccionador Menotti, a la de aquel árbitro que lo ‘desexpulsó’ por el clamor popular de unos hinchas que habían acudido al estadio porque esa noche jugaba el ‘Trinche’.

 

“Era un tipo tan bohemio, despegado, de poco ego, escaso orgullo… No sabía que iba a ser algo tan puro y encantador. Pensé en algo más loco y juerguista, pero para nada”

 

La literatura oral aplicada al fútbol, en la que la realidad y la fantasía se dan la mano, no es solo patrimonio rosarino y argentino (aunque en pocos lugares se maneja mejor), pero costaría encontrar a otro ‘Trinche’ tan redondo, tan natural, sin el reverso tóxico que suele acompañar a los héroes del infrafútbol que nunca salieron a la superficie. No hay un relato futbolístico como el del propio Carlovich, el original, el escurridizo y apocado ídolo que falleció a los 74 años el mes de mayo de 2020, en su amada Rosario, después de resultar herido en un asalto para robarle la bicicleta. “De todo ese tipo de personajes, Carlovich es el que alcanzó mayor envergadura. Además, por motivos que desconozco, tuvo fama internacional, en lugares a los que no se sabe cómo llegó. Es el personaje más perfecto de todos ellos”, cuenta desde Argentina Alejandro Caravario, el periodista y escritor que en 2019 publicó Trinche: Un viaje por la leyenda del genio secreto del fútbol, de la mano de Tomás Carlovich. En Madrid, Raúl Román tiene mucho que decir sobre esa internacionalización de la que habla Caravario. Redactor de Informe Robinson, su reportaje sobre el ‘Trinche’ emitido en 2011 en el espacio de Movistar disparó la popularidad del exjugador al otro lado del Atlántico, pero también dentro de las fronteras argentinas. Quizá intoxicado por tantos relatos de futbolistas underground que se dejaban llevar por la senda de la perdición, al reportero le sorprendió la pureza del ‘Trinche’. No era uno más. “Era un tipo tan bohemio, despegado, de poco ego, escaso orgullo… No sabía que iba a ser algo tan puro y encantador. Pensé en algo más loco y juerguista, pero para nada”, explica. Además de esa pureza que lo hacía (y lo hace) diferente, Román no le detectó ni un atisbo de impostura: “Como no era agrandado ni pagado de sí mismo, se quitaba importancia. Y eso, a nosotros, cuando fuimos conociéndolo poco a poco, nos sirvió para darnos cuenta de que era humilde de verdad. No se consideraba más que nadie”.

Del éxito internacional con el que regresó de Rosario, nació en Román el deseo de escarbar en otras historias similares a la de Carlovich. Pero aunque parezca una obviedad, había que corroborarlo: no había otro ‘Trinche’ igual que el ‘Trinche’. “Pensé que podría encontrar a otro. Pero es muy complicado. Perseguí sin éxito a Ezio Vendrame, llegué a Gianfranco Zigoni, ¡inconscientemente estaba buscando al ‘Trinche’ italiano!”, explica a Panenka.

UNA GAMBETA A SU PASADO

El libro de Alejandro Caravario tenía que ser un relato biográfico, casi una autobiografía. El plan, convenientemente acordado en el encargo de la editorial (Planeta, junto con la revista Un Caño) tenía todo el sentido del mundo. Pero para entrar en el cosmos del ‘Trinche’ e intentar ver más allá de lo que dicen otros de él, había que amoldarse a las características especiales del hombre que convivió con el mito. “La idea original era hacer un mano a mano con él. Pero finalmente el ‘Trinche’ fue una pieza más en ese relato, y no necesariamente la más autorizada. Tenía una memoria un poco floja. En la reconstrucción de esa vida, el ‘Trinche’ es una figura fugitiva. Como si se prestara a hablar de ella y a la vez se negara”, explica Caravario. He ahí una de las claves para entender cómo se sigue construyendo la figura del ‘Trinche’: Carlovich dejaba que los relatos sobre su vida fluyeran, como el río en el que le acusaban de pescar en vez de entrenar, cuando él aclaraba que no había pescado en su vida. Sonreía ante algunos de esos cuentos imposibles, alegaba falta de memoria al ser preguntado por otros, o directamente le encomendaba a alguno de sus amigos que respondiera al periodista en cuestión. Y en contadas excepciones, para acabar de desarmar del todo al interlocutor, era él mismo quien alimentaba habladurías. Como aquella que subraya que el Cosmos de Nueva York no lo fichó porque Pelé, ni más ni menos, estaba celoso de él. “No lo pude corroborar con nadie, ni con un recorte de diario. Esta me llegó por él, así que podría ser de cosecha propia. Luego lo leí en otros lados, pero aparece porque él lo difundió”, aclara Caravario.

 

Un futbolista del que no se tiene más registro que fichas federativas, un puñado de fotos y vagas notas de periódico, pero cuya leyenda es fascinante, además de conocida por todos. Eso fue el ‘Trinche’

 

La desmemoria del protagonista es otro de los elementos que ha permitido a hinchas y narradores construir y embellecer historias a su gusto, sin la censura del protagonista. Pero ese defecto solía desaparecer cuando se le preguntaba por los malos momentos, por lesiones, patadas y contratiempos. Era una “conducta melancólica” -como la define Caravario- que añadía épica a su relato. “Le interesaba detenerse ahí. Quería enfatizar esa característica de líder valiente que no tenía miedo. Es el mito del jugador de potrero que él encarna: el que se torna virtuoso por obligación en una cancha hostil, pero en un entorno en el que al mismo tiempo es necesario ser valiente”, incide el escritor. ¿Y cómo no iba a hacerse grande la historia de un futbolista de potrero, sin matices, que jugaba como vivía su gente? Así pues, para Caravario, detrás de esa modestia que notó Raúl Román en su visita, había una “vanidad oblicua”, como él mismo la define: “Era un observador gustoso de lo que sucedía con él, por eso digo que había ahí algo de vanidad soterrada. Siempre me pareció que había algo estratégico en el ‘Trinche'”. Un ‘algo’ natural: aunque eran los demás, amigos, saludados y desconocidos, los que alimentaban su leyenda, el que le dio el impulso más importante fue él mismo. Y no con sus palabras, sino con un juego que, aunque no esté documentado en cintas o en YouTube, tiene probada su veracidad por el prestigio de algunos de sus creyentes, y por una conclusión lógica, algo cándida, pero difícil de refutar: muy bueno tenía que ser para generar tanto entusiasmo, tanto apego, tanto amor.

El barcelonés Ignasi Torné trabaja en la Comunicación de Newell’s Old Boys (junto a Central, uno de los dos grandes de Rosario). Vivió en la ciudad entre 2017 y 2018. Desde su llegada a la capital de Santa Fe, impulsado por el fenómeno ligado a Informe Robinson, tuvo la ambición de seguir los pasos del ‘Trinche’. Pronto lo encontró. Y hoy puede decir que es de los pocos periodistas españoles que han compartido un asado con Carlovich y su banda. Tras su investigación y su aproximación a la leyenda, tiene claro que lo que se dice del fútbol del ‘Trinche’ tenía mucho de real (aunque “con algo de chimichurri”, como lo define el propio Torné). “Rosario es dada a la literatura, pero es muy entendida en fútbol. Carlovich era el único que podía ir a los dos grandes campos de la ciudad y la gente se fotografiaba con él. Igual solo Fontanarrosa llegó a tener ese mismo estatus, pero era hincha de Central. Si el ‘Trinche’ no hubiese sido un futbolista así, la gente lo destrozaría. Muy bien lo tienes que haber hecho para ser tan respetado”, cuenta el comunicador catalán.

 

Se habla del doble caño con el que sometía rivales, del día de pesca que lo privó de asistir a una llamada del seleccionador Menotti, del árbitro que lo ‘desexpulsó’ por el clamor de unos hinchas que habían acudido al estadio para verle… ¿Pero dónde acaba la realidad y empieza la ficción?

 

Desde Miami, el periodista de FOX Sports y Telemundo Eduardo Biscayart habla desde la experiencia de haber compartido tertulias sobre el ‘Trinche’ con contemporáneos suyos como Mario Kempes, el cordobés que sí que despuntó en Rosario Central. Biscayart añade un matiz a esa unanimidad generada por Carlovich, al no haber triunfado nunca el ‘Trinche’ en ninguno de los dos grandes de Rosario. “Como estaba en el medio, nadie podía verle un lado malo. Haber jugado en un equipo con tanta bohemia como Central Córdoba calza mucho más dentro del perfil del personaje. Aunque llegó a jugar en Rosario Central, había un consenso de que su talento era algo puro y propio de él. Cada cantera tenía un sello, pero el ‘Trinche’ era el sello del fútbol de la ciudad; el típico, de pisar la pelota y tirar un caño. De jugar con las medias bajas”, explica el comentarista argentino afincado en Estados Unidos…

 

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