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Zaki Badou: las manos de Alá

Marruecos juega unos octavos del Mundial por segunda vez en su historia. Una de las estrellas que lo logró en 1986 se convirtió en leyenda en Mallorca

Héroe marroquí, héroe mallorquín. Esto, por mucho que lo parezca, no corresponde a ningún dicho popular ni tampoco pretendía con ello recurrir a la anáfora. Tan solo es una manera simple de resumir lo que fue la figura de uno de los mejores porteros africanos de la historia, Ezaki Badou. El exguardameta llevó a Marruecos a los octavos de final del Mundial de México 1986 por primera y única vez en su historia -hasta la llegada de Catar 2022- y deslumbró a toda Mallorca defendiendo durante seis temporadas -y de qué manera- la portería ‘bermellona’. Transliterado como ‘Zaki’, fue el último marroquí en conseguir el Balón de Oro africano, en 1986. Su legado es un orgullo para su país natal, no solo para sus conciudadanos, sino incluso para las altas esferas de Marruecos. El difunto rey, Hasán II, llegó a apadrinar a la hija del guardameta. No por nada a Badou lo apodaron ‘Las manos de Alá’. 

Empezó a atajar balones en el AS Salé, ciudad limítrofe de Rabat, pero sus reflejos llamaron rápidamente la atención en la capital económica del territorio y firmó por el Wydad Casablanca en 1978. Estuvo ocho años bajo sus palos donde hizo honor al nombre del club ganándose el wydad de su afición -amor en árabe-. Una historia de estima que se rompió en el 86 por culpa de sus hazañas en la Copa del Mundo y el interés de los clubes europeos. Mallorca y Atlético de Madrid batallaron intensamente por hacerse con sus servicios, pero finalmente Badou prefirió navegar por el Mediterráneo y echar el ancla en las Baleares antes que saltar el Estrecho de Gibraltar y jugar en la capital española. Una ola de indignación popular invadió Casablanca al confirmarse el fichaje, hasta tal punto que el presidente de la entidad tuvo que permanecer oculto para zafarse de la ira de los aficionados marroquíes. Muchos años después, en 1995, club y jugador pudieron firmar el armisticio tras su vuelta al WAC, esta vez como entrenador. 

Zaki optó por un proyecto humilde, pero ávido. Un Mallorca dirigido por Llorenç Serra Ferrer, marcado por la irregularidad, capaz de lo mejor y de lo peor. Entre sus 161 partidos como ‘Pirata’, repartidos en seis temporadas, el zaguero marroquí llegó a vivir una final de Copa, pero también el infierno del descenso hasta en dos ocasiones. Eso sí, fue uno de los pilares de Son Moix y niño mimado de la afición durante toda su estancia. Ganó el Zamora en la categoría de plata el año del ascenso (88-89) y revalidó su corona la campaña siguiente al ser nombrado mejor portero de la liga española gracias a sus antológicas palomitas, a menudo confundidas con las avionetas del aeródromo de Son Bonet. El periodista deportivo de Le Matin au Marroc, Amine el Amri, cuenta a Panenka que la mayor fortaleza de Zaki eran sus “reflejos de gato”.

“Si dudas, fallas”, dijo Ronald Koeman acerca de los penaltis. Él dudaba poco, era un auténtico especialista desde los once metros. La primera vez que titubeó en su carrera fue en frente de, nada más y nada menos, que Ezaki Badou, quien tiene el honor de ser el primer keeper que le atajó una pena máxima a la leyenda holandesa. Esa parada, además, le sirvió al Mallorca para sacar un valioso empate en el Camp Nou ante el ‘Dream Team’ de Johan Cruyff. Otros futbolistas como Joaquín Alonso o López Ufarte también se toparon con el muro marroquí desde el punto de penalti. 

 

Con una montaña de ofertas en su escritorio tras el Mundial 86, eligió al Mallorca y lo defendió a capa y espada durante seis intensas campañas. La IFFHS lo galardonó como mejor portero de la historia de África

 

Fue respetado por todos, menos por Hugo Sánchez, quien acabó desquiciado por Badou y posteriormente expulsado tras llamarle “morito”, en un duelo tremendo de picaresca y provocaciones entre ambos en el Santiago Bernabéu. Ese mismo escenario propició el inicio del fin de su vida como mallorquín. Fue tras la final de Copa del Rey en 1991, donde el Mallorca murió en la orilla tras ser derrotado por la mínima por el Atlético de Madrid en la prórroga. Y aunque alcanzar el desenlace de la competición ya era un hito para el club, todo fue de capa caída a partir de entonces. Un nuevo y dramático descenso la temporada posterior sumado a un deterioro de la relación Zaki-Serra Ferrer, tras limitar el técnico los viajes a casa del guardameta, terminó con la salida de Badou del club ‘bermellón’ por la puerta de atrás. 

Con el tiempo, la memoria del guardameta africano en la Insula Maior ha experimentado el fenómeno psicológico Fading Affect Bias, mediante el cual los recuerdos asociados a emociones negativas tienden a olvidarse con mayor rapidez que las positivas. Olvidada la salida, solo queda la leyenda de Ezaki Badou, un portero que, con una montaña de ofertas en su escritorio tras el Mundial 86, eligió al Mallorca y lo defendió a capa y espada durante seis intensas campañas en las que rindió de manera sublime. Es por ello por lo que la IFFHS lo galardonó como mejor portero de la historia de África. 

En México’86, los ‘Leones del Atlas’ tocaron el cielo. Nueve mundiales después, en sus botas está la oportunidad de superarlo y llegar al universo. “Existen muchas diferencias entre ambas selecciones ya que el fútbol ha cambiado mucho, pero la similitud entre las dos generaciones está en el espíritu, en contar con un grupo muy unido donde prevalece la preparación mental a la física”, compara Amine el Amri. En frente, sus vecinos de España. Tienen motivos para soñar, ya sacaron un empate ante la ‘Roja’ en Rusia’18. Una base muy sólida que empezó a construir su legado en el pasado Mundial pero que un pequeño bache en la Copa África de Naciones en 2021 presuponía -equivocadamente- un prematuro y aciago final. La magia creativa con la que hoy deleita Hakim Ziyech, tuvo su exponente en aquel Marruecos, con Mohamed Timoumi. Lo mismo ocurre con Sofiane Boufal y Aziz Bouderbala. Pero ¿tiene esta selección un Ezaki Badou contemporáneo? “Como entrenador, Zaki tenía talento para detectar porteros talentosos. Cuando entrenaba al WAC Casablanca le puso el ojo a un guardameta que deslumbraba en las categorías inferiores y lo hizo debutar. Su nombre era Yassine Bonou, Bono’”, cuenta Amine el Amri. 36 años más tarde, el propio Bono tiene el objetivo de honrar la mítica frase que promulgó en su día Platón: “El alumno ha superado a su maestro”. El camino está trazado y no le será corto. 

 


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