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El fútbol cambia, el sentimiento no

Uno reflexiona sobre el fútbol actual y el de hace 30 años, en lo que ha cambiado y en lo que permanece. Continúa igual la intrínseca emoción de este deporte

¿Qué pensó Lionel Messi cuando Kylian Mbappé, a falta de diez minutos para la conclusión, puso la igualada de fantástica volea en la final de Catar? ¿Serían pensamientos parecidos a los de Diego Armando Maradona cuando en el estadio Azteca, en junio de 1986, vio a Rudi Völler empatar para Alemania de certero cabezazo, a remolque de la ‘Albiceleste’ durante casi todo el encuentro? Entonces, en aquel Mundial de México, que he visto en numerosos vídeos, pero del que no tengo recuerdos, pues era un niño que aún no había cumplido tres años, Maradona aún tuvo tiempo, y la frescura mental y física necesaria, para filtrar un sublime pase a Burruchaga, que batiría a Schumacher, haciendo campeonar por segunda vez en la historia a Argentina. En el estadio Lusail, Francia y Argentina llegaron con empate a dos a la prórroga. En la segunda parte de la misma, minuto 108 del partido, Messi, en una prodigiosa demostración de talento y perseverancia, consiguió el tanto que parecía que supondría el título para Argentina. Sin embargo, Mbappé lograría una nueva igualada de penalti en el 117′. Antes de pitar el árbitro, Kolo Muani tuvo el triunfo francés en una ocasión clarísima que nos dejó una parada impresionante del arquero argentino, el ‘Dibu’ y, seguidamente, Lautaro no conectó bien un testarazo que podría haber significado la victoria del conjunto sudamericano.

En los penaltis, Argentina se convertiría en tricampeona del mundo, agrandando Messi su leyenda como uno de los mejores futbolistas de la historia, acaso el mejor. Personalmente, he de decir que aunque lo vi jugar ya en los últimos años de su trayectoria, mi corazón ha estado, está y estará con Maradona, quizá porque Maradona me recuerda a mi infancia, y el Diego tenía una épica, un carisma, una magia de la que Leo carece. Con respecto al Mundial de Catar, además del vencedor y la remontada no culminada del subcampeón, podemos decir que Messi jugó todo el campeonato con la luz inmensa del  Maradona de 1986, aunque por edad y por condición física quizá tuvo más en común con el Maradona de Italia’90. ¿Y cómo no ver parecidos entre Julián Álvarez y Caniggia o entre el ‘Dibu’ y Goycochea? Argentina ganó la final de Catar porque quiso con más fuerza el título y porque, a nivel colectivo, jugó mucho mejor que Francia. Pese a lo apuntado, los galos estuvieron a punto de vencer, movidos por la exhibición de Mbappé, futbolista que, si no se tuerce, marcará el fútbol en la próxima década.’

En el fondo, uno reflexiona sobre los rasgos actuales del fútbol y piensa en el balompié de hace 30, 35 años, en lo que ha cambiado y en lo que permanece. Continúa igual la intrínseca emoción de este deporte, su capacidad sorpresiva: Mbappé igualando en minuto y medio un partido prácticamente perdido para Francia. Y a pesar de que en nuestros días tiene una relevancia tremenda el físico y la táctica, la genialidad de los futbolistas puede aparecer en cualquier momento, rebelde ante lo planificado, lo previsto. La genialidad se llama Messi, diciembre de 2022, Lusail, Catar, semifinales frente a Croacia, minuto 70 del choque, cuando agarra la pelota en el medio del campo y la lleva pegada al pie hasta el área pequeña, inmune a la presión del defensa croata Gvardiol, más joven y rápido, pero que no logra arrebatar el esférico a ese mago treintañero, que cede el balón a Julián Álvarez para que marque otro gol en el Mundial. La genialidad lleva asimismo el nombre de Maradona, junio de 1990, estadio Delle Alpi, Turín, minuto 80. Brasil podía haber goleado a Argentina en ese encuentro de octavos, pero el marcador aún no se ha abierto. En el círculo central, Diego, que juega con el tobillo izquierdo muy hinchado, controla el balón, se marcha de Alemão, resiste la embestida de Dunga y sigue con la pelota, raudo, imparable, hacia el área brasileña. Cuatro jugadores de Brasil van a pararlo y, antes de caerse, Diego pasa el cuero de forma excelsa a Caniggia, solo ante Taffarel, al que dribla, depositando suavemente la pelota en la red. Recuerdo que esa jugada la vi por televisión. Del Mundial de Italia’90 ya tengo recuerdos conscientes.

 

Messi jugó todo el campeonato con la luz inmensa del  Maradona de 1986, aunque por edad y por condición física quizá tuvo más en común con el Maradona de Italia’90. ¿Y cómo no ver parecidos entre Julián Álvarez y Caniggia o entre el ‘Dibu’ y Goycochea?

 

En el fútbol de finales de los 80 y principios de los 90, los jugadores jugaban con botas negras y los números del ‘1’ al ’11’ indicaban la titularidad. Solo había tres cambios por equipo y se descontaban dos o tres minutos en el añadido. El portero todavía podía atrapar con las manos una cesión con el pie del defensa. Cuando tu equipo marcaba un gol era gol y en la celebración no cabía el miedo de que el tanto fuese anulado. El Atleti de mi infancia estaba repleto de jóvenes de la cantera: Aguilera, López, Solozábal, Toni. Y algunos veteranos que también habían ascendido al primer equipo rojiblanco desde las categorías inferiores como Abel o Tomás. El Madrid tenía a la exitosa ‘Quinta del Buitre’, con Butragueño, Míchel, Martín Vázquez, Sanchís y Pardeza -este triunfaría en el Zaragoza-. En el Barça, Cruyff apostaba por los canteranos de la Masía: Ferrer, Sergi, Guardiola. Entonces, la mayoría de los partidos los escuchábamos por la radio y únicamente veíamos en la televisión el choque de las autonómicas o el del recién creado Canal +. Cada partido que íbamos al estadio era un acontecimiento. Me emocionaba ver el Vicente Calderón desde el Puente de Toledo.

Hoy, cuando el Calderón solo permanece erigido en los corazones de los atléticos que amamos el fútbol en sus gradas, conmueve ver las imágenes de la abarrotada Plaza del Obelisco de Buenos Aires, con miles de argentinos felices por el triunfo de su selección. Hoy, como entonces, el fútbol sigue dando felicidad a millones de personas en el mundo. Y, como entonces, si tu equipo pierde solo queda la opción de seguir adelante, animándolo, en las buenas y en las malas. Como en la vida. A fin de cuentas, para ganar en México’86, Argentina tuvo que perder en España’82, así como para vencer en el Mundial de Catar, la ‘Albiceleste’ tuvo que caer en Brasil’14. Francia se quedó a las puertas del título en los años 80. Holanda ha perdido tres finales y aún sigue esperando el anhelado Mundial. España sufrió muchas decepciones, como la de este año, hasta lograr campeonar en Sudáfrica’10. Y en cuanto a los goles, nosotros nos quedaremos con el gol de Iniesta en la final de 2010,  como los italianos con el de Tardelli y su mítica celebración en 1982, los alemanes con el de Götze en 2014 y los argentinos con el segundo de Maradona frente a Inglaterra en 1986, aquel eslalon memorable, minutos después de que Diego anotara con la mano, la conocida como ‘mano de Dios’,  un tanto que hoy el VAR hubiese anulado.

 


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Fotografía de Getty Images.