Imaginemos un hipotético caso de escritura en el que, replicando un ejercicio mental íntimo recitado cientos de veces o compartido en innumerables conversaciones informales, dejáramos por escrito, a modo de consulta no pedida por nadie, cómo vemos el fútbol actual. Y que entre las cuestiones posibles a comentar, tratáramos de definir al delantero centro actual. Fruto de la evolución del juego y la cultura adquirida entre la vivencia y enfoque personal o la absorbida por lecturas y análisis externos, es imposible que definiéramos igual al delantero centro a cómo lo hubiera hecho tu abuelo, tu madre o tus tíos. Esto sucede en general con todas las posiciones, pero lo del delantero centro está adoptando tantas capas que nos hemos acostumbrado a identificarlos en roles que antes desempeñaban, mínimo, tres jugadores, llevándolos a cabo de forma natural e integrada.
Actualmente, por seguir con nuestro tiempo, vivimos en la era de un superhombre. Kylian Mbappé habita un espacio casi satelital, en el que el defensor respira peor, se mueve peor y se encuentra peor cuando intenta convivir en su hábitat. Ha llevado al juego a una suerte de altiplano o capa exterior donde el tiempo y el espacio te hacen envejecer mientras él derrocha capacidad. Sin embargo, Mbappé no parece sentirse bien con su condición de delantero centro. A sus 24 años sigue cómodo arrancando desde la banda y condicionando el juego desde ese punto de partida. Por delante de Messi y Neymar ha seguido siendo un jugador de 40 goles pero cuando llega a la selección francesa, disfruta viendo como Deschamps no se deja embaucar por el dominio del balón, sino por darle espacios a su estratosférica estrella. Ahora, en un cambio de ciclo y etapa, comienza a caminar junto a él otro chico, nacido también en Bondy únicamente 15 días antes que la ‘Tortuga’.
El 5 de diciembre de 1998 puede que no llegara al mundo el mejor de todos los delanteros de su generación a excepción de Kylian, que estaría por ver, pero sí uno que es mucho más que el delantero al que el ‘Dibu’ Martínez impidió bordar la tercera estrella en la camiseta de los ‘Bleus’. Un delantero, además, que nos permite describir todo lo que ha ocurrido con el molde que antaño estaba para marcar goles y que ahora ya puede ser, si está capacitado, lo que quiera: el cerebro intelectual de un equipo (Benzema o Kane en Real Madrid, Inglaterra o Tottenham), la profundidad de todo un sistema de juego (Diego Costa en el Atlético de Madrid) o los cimientos de un sofisticado entramado de salida de balón y construcción de transiciones (Lukaku en el Inter de Conte), por citar sólo tres ejemplos recientes o contemporáneos.
Muani el arquetipo de todoatacante, una suerte de referencia que, como un Carrefour 24/7, tenga abiertas sus puertas permanentemente, como si fuera un segundo balón que está en todas partes
Dejando entonces por escrito lo que define al delantero centro, podemos estar más o menos de acuerdo en que vienen legando un cuaderno de viaje que aglutina todo lo que antes hacían dos extremos y un mediapunta. De los extremos han adoptado la capacidad de ser la amplitud del ataque cuando el equipo recupera la pelota y necesita una salida fácil hacia fuera, asegurando además profundidad para progresar al contragolpe; después vendría la canibalización del mediapunta, replicando su juego entre líneas y los múltiples apoyos de espaldas para orientar la posesión, regatear y filtrar balones como si fuera un ‘10’ creativo. De los delanteros, para que el invento no pierda lo que les hizo fundamentales, seguir asegurando desmarques directos o indirectos que hagan al equipo profundo y conectar remates en el área que sumen victorias.
Kolo Muani, como añadido exclusivo, está dándonos pistas de un posible anticipo sobre lo que puede estar por venir -Endrick es justo todo esto y viene ya-, en lo que sería el enésimo capítulo del concepto cíclico del juego: que los equipos vuelvan a replegar y a defender más abajo, como hace Francia, o, al menos, presionen activamente en su campo y no en el contrario, logrando salir, construir y verticalizar a través de un delantero que lo hace absolutamente todo. El arquetipo, como el de todocampista, de todoatacante, una suerte de referencia que, como un Carrefour 24/7, tenga abiertas sus puertas permanentemente, como si fuera un segundo balón que está en todas partes. Además de la referencia clásica, la que se avista desde lejos, la que marca el fuera de juego y los límites entre la zona del balón y la zona de peligro, es también una constante referencia cercana, que recibe y retiene con infinidad de salidas creativas, que dibuja continuos y largos movimientos de apoyo o amplias rupturas al espacio, también asociaciones en la frontal e incluso desmarques inteligentes y profundos cuando ya ha soltado la pelota; un futbolista que encara con fintas, quiebros y últimos pases imaginativos cuando cae a la banda, y que no se priva de dejar detalles técnicos virtuosos sobre la marcha. Bien haría un club de los llamados grandes, acercar el futuro al ahora y llevarse al delantero que todos nos merecemos en estos momentos.
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Fotografía de Getty Images.