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Nápoles, de lo divino a lo humano

Los aficionados del Napoli reviven con un punto novedoso de coherencia los pasos necesarios para ganar el Scudetto con Maradona y su época gloriosa en el recuerdo

“Gracias a mis grandes inspiradores: Fellini, Talking Heads, Scorsese y Maradona. Y gracias a la ciudad de Nápoles”. Con esas palabras se presentaba Paolo Sorrentino en Los Ángeles tras recoger el Oscar que recibió de la Academia en 2014. Se lo daban a La gran belleza, ese fantástico film con la soledad del escritor y la frivolidad del éxito como trasfondo. La película es una visión actualizada de La Dolce Vita, película de culto que protagonizaron Mastroianni y Ekberg en 1960. Y a pesar de todo, sus palabras desvelan la vena sureña que diferencia la mirada de Sorrentino de la de Fellini. En el agradecimiento, Sorrentino se acordó de los dos ídolos de todo napolitano: Maradona y la propia ciudad. Igual que Maradona no es solo un futbolista, Nápoles no es solo una ciudad. Ambos viven en ese equilibrio entre lo que se cree de ellos y lo que se sabe, ambos circulan entre lo divino y lo terrenal. Años después, Sorrentino filmaría Fue la mano de Dios, un susurro personal y crudo sobre su tragedia de juventud y su teoría de salvación, con el hilo conductor del ‘10’ y el amor por los colores del Napoli.

Hoy, ya en 2023, siguen alimentando esa dualidad con el recuerdo de lo que fueron y la constancia de lo que son. En estos días, Nápoles vuelve a recordar esa divinidad. Con el equipo líder en la Serie A, venciendo y convenciendo, los aficionados regresan a esa fotografía de los 80. Con figuras clave y con una idea propia, el Napoli siempre vivirá el presente proyectando a su pasado. A esa gloria que les regaló el ‘Pelusa’ en el tiempo que vivió y jugó con el celeste partenopeo. Esa frase hecha que dice que cualquier comparación es odiosa se inventó para momentos como este. Imaginar la posibilidad de comparar la etapa del Napoli ‘maradoniano’ sería un pecado. Aunque también es una ofrenda dispuesta alrededor de su grada local cada 15 días.

Una grada bautizada en honor al argentino, que viste de Maradona el presente y también el futuro de quienes quieran jugar en ese césped con la camiseta del Napoli. El pasado habla de divinidad, gloria y agradecimiento, pero en el presente el club está construyendo el futuro con un grupo terrenal, enfocado en un deseo que afecta a toda una ciudad. En las calles se suspira por la celebración de un nuevo Scudetto que sería la constatación del trabajo de muchos de la mano de Spalletti, un director de obra que ya logró impresionar en la 2021-22, con ese tercer puesto por encima de los dos romanos (Lazio y Roma) y de la gigantesca Juventus. El mismo Spalletti que perseguía hace poco a Allegri para buscar su saludo tras ganar a los ‘bianconeros‘ por cinco goles a uno. Pocas horas después, el Milan de Pioli, equipo perseguidor en la tabla y vigente campeón en Italia, empataba en Lecce. El colchón de puntos aumentaba y todos volvían a recordar. El pasado, la gloria, el deseo.

 

Este Napoli no tiene a Maradona con la ‘10’, sino a ‘Kvaradona’ con la ‘77’. Los tiempos cambian y un georgiano de 21 años ha sorprendido a todos con un dorsal más propio del fútbol americano

 

Si bien el sueño es tan bello que uno no quiere despertar, la Coppa les ha dado un golpe de realidad. La Cremonese avisó al Napoli de que no hay divinidad que pueda acompañar sus éxitos en este presente terrenal. Que cualquier despiste puede alejarles de la meta y de ese éxito que les ha esquivado tantos años. Este Napoli no tiene a Maradona con la ‘10’, sino a ‘Kvaradona’ con la ‘77’. Los tiempos cambian y un georgiano de 21 años ha sorprendido a todos desde la banda izquierda con un dorsal más propio del fútbol americano. Pero su fútbol ha encajado de forma antinatural con la ciudad, con el campeonato y, sobre todo, con su compañero de fechorías en ataque, Victor Osimhen. Los dos mosqueteros, georgiano y nigeriano, son protagonistas de la conquista que vive Nápoles. En el hoy, alejados de los tiempos del Life is life y los jueguitos del genio de Villa Fiorito, el Napoli solo se permite soñar y recordar esos tiempos que para muchos solo viven en las historias que otros les contaron.

Muchos de los que hoy ven por las calles la fotografía o los murales sobre ese genio que es Maradona, jamás lo vieron en directo. Y en algún momento preguntarán a un adulto: “¿Quién es ese?”. Suerte que existen aún contadores de historias. Héroes como Sorrentino. De esa estirpe dispuesta a ayudar para que el mito no muera. Para que lo divino, si bien pasado, siga en la memoria. Mientras el tiempo sigue avanzando. Mientras Nápoles sigue viajando. Desde lo divino hacia lo humano. Porque toda la ciudad se ha prometido disfrutar de otro año de gloria. Y si en el pasado fue Maradona quien orquestó esa alegría, hoy son muchos los que buscan esa meta, luchando cada jornada por darle una alegría al pueblo. Esa efigie de Maradona, suspendida siempre en los corazones de los aficionados, acompaña una voluntad que hoy es terrenal y que responde a razones futbolísticas, no divinas, para creer que se puede conquistar Italia con solo un balón.

 


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Fotografía de Getty Images.