Petr Koukal, manager de la tienda oficial del Bohemians 1905, coloca el cartel de ‘Nyní se dostávám‘ (‘Ahora vengo’) en la puerta. Quiere enseñarnos el museo del club, una pequeña joya que sólo abre sus puertas durante los días de partido… ¡para servir bocadillos calientes! Petr está contento y no es para menos: somos su única visita foránea en lo que va de semana y, posiblemente, una de las que se haya interesado más por la historia del vetusto club que encumbró a Antonin Panenka. “Aquí le conocemos por Tonda, que es el diminutivo en checo de Antonin“, puntualiza Petr de camino al museo. Es enseñarle el número #00 de la revista Panenka, con un reluciente Antonin en la portada, y Petr nos profesa de inmediato amor eterno.
“¿Sois de Barcelona? Yo también soy del Barça [da por supuesto que nosotros lo somos]”, confiesa entre carcajadas el bueno de Petr, mientras señala un poster gigante de Kaká con la camiseta del Madrid. Nos aclara que él es del Barça, que le encanta cómo juega, y que tiene ahí colgado el poster de Kaká solamente porque comparte marca de ropa con el Bohemians. “Son muy buenos, pero Neymar finge mucho“, comenta Petr ya con un tono menos jocoso. Nosotros le explicamos que el brasileño ha adquirido esta fama de forma algo infundada, pero, aún así, le brindamos la primera lección de castellano: “En España, quien se tira para engañar al árbitro es un piscinero“.
Petr abre las puertas del museo y nos dice que tengamos cuidado a la hora de entrar. Pese a tratarse de una habitación diminuta y poco adecentada para la ocasión, se divide en dos estancias. Eso sí, rezuma historia por todos sus recovecos. Antes de poner un pie en el otro lado, Petr ya nos está señalando el canguro de metro y medio que preside la sala.
Klokani (los canguros) es el apodo del club y el motivo de su escudo. Como toda singularidad, tiene su historia: en 1927, el Bohemians hizo una gira por Australia, donde disputó varios partidos. Como muestra de gratitud por su estancia en las antípodas del mundo, le regalaron dos canguros vivos al presidente checo, que trajeron de vuelta a su país en barco.
Salta a la vista que Petr cada vez se encuentra más a gusto y nos pide que, por favor, le intentemos enviar un ejemplar #00 de Panenka porque es un ferviente hincha del club, cuya pasión por el Bohemians ha sido alimentada desde pequeño y heredada de su padre, pese a vivir a 100 quilómetros de Praga (en una ciudad cercana a Teplice). Cada día recorre la misma distancia, pero no le importa lo más mínimo: “Antes trabajaba en la banca, un oficio muy mal visto aquí porque los checos desconfían de una profesión en la que prima el negocio. Al final, me quedé sin empleo y encontré éste. Es lo que siempre había deseado: convertir mi hobby en mi trabajo“.
“Antes trabajaba en la banca, un oficio mal visto aquí. Los checos desconfían de una profesión donde prima el negocio”
Al minuto de entablar conversación con él, te das cuenta de que hay personas que han nacido para desarrollar determinados puestos de trabajo. El magnetismo con el cual radiografía la historia de su club es incontestable. Además, parece que es un trabajador querido dentro del club. “Mira, éste es Jan Moravec”, nos señala Petr con una sonrisa perenne, mientras abraza al jugador, justo antes de entrar al museo. “Es lo bonito de un club pequeño y humilde, que el trato con los jugadores es cercano e incluso te los puedes encontrar en un pub tomando algo”, remata.
Lógicamente, le pregunto sobre quiénes son los futbolistas más destacados del equipo. Mientras tanto, aprovecho para consultar mi chuleta y, más o menos, acierto. “Sí, Radek Sirl, Martin Kolar y Jan Moravec son de lo mejorcito del equipo, pero hace poco teníamos un portero, Radek Snozik [siete años en el club, ya retirado], que es considerado una leyenda por los aficionados”. Antes de concluir su repaso histórico, prosigue: “Ah, y también tenemos a Jan Koller, pero juega con el equipo de fútbol playa del Bohemians“. Touché, Petr.
Antes de abandonar el museo, Petr nos descubre una vieja pancarta deshilachada en que se puede leer: ‘Fanoušci, Dokázali jsme to! Bohemka žije!‘. Su significado cimienta la historia moderna del club: ‘Los aficionados hicimos que el Bohemians viviera’.
Bancarrota y nuevo cordón umbilical
En 2005, el club entró en bancarrota. Entonces, el FC Střížkov (un club de las afueras de Praga, que juega sus partidos en el estadio SK Prosek, casi sin afición) adquirió el nombre y los colores del extinto Bohemians, y pasó a llamarse FK Bohemians Praga (un equipo que, por cierto, sigue en activo y juega en la Druha Liga, la segunda división, con los mismos colores que el club de Tonda). Sin embargo, los hinchas históricos del Bohemians se negaron a considerar ese club como suyo, lo consideraban una artificialidad carente de ligazón umbilical.
Por eso, la hinchada se movilizó para resucitar al Bohemians de sus cenizas y devolverle el pulso tras el colapso económico que sufrió. Según cifras arrojadas por el club en su página web, la deuda acumulada alcanzaba los 19 millones de coronas (unos 800.000 euros); cantidad que, entre patrocinadores, acreedores y, sobre todo, aficionados, pudieron enjuagar. Los hinchas sufragaron parte de la deuda y se encargaron de buscar patrocinadores, de renegociar las diferentes deudas a corto plazo y, en definitiva, de reactivar a un club desangrado. Los aficionados obraron el milagro y, además, lograron recuperar el escudo y el nombre del club (ahora, Bohemians 1905; antes, Bohemians Praga).
En esos días de trasiego y movilización, las letras de John Lennon inundaban de esperanza y eran utilizadas como acompañamiento de las buenas noticias. “Power to the people. Power to the people, right on“. No es casualidad que la hinchada encontrara el aliento para su causa en las letras de un John Lennon muy presente en la ciudad praguense. En 1980, cuando fue asesinado, los jóvenes pacifistas checos levantaron un muro en su homenaje, en la isla de Kampa.
Desde las profundidades del fútbol checo, el Bohemians 1905 empezó su particular travesía en el desierto: fue escalando hasta alcanzar la Gambrinus Liga, el lugar que le corresponde por heráldica. Conviene recordar que, en la temporada 1982-83, el Bohemians fue campeón de Liga (por primera y última vez) y estuvo a punto de serlo también de la Copa de la UEFA. Llegó hasta semifinales, donde perdió contra el Anderlecht de Franky Vercauteren que, a la postre, acabaría siendo el campeón tras vencer al Benfica de Sven-Göran Eriksson.
Pero las vicisitudes de los aficionados no acabaron ahí. Años después, quisieron demoler el estadio Dolicek para construir un complejo comercial y, nuevamente, emergió la hinchada como parachoques. Además, apareció en escena otro actor relevante, y nunca mejor dicho. Ivan Trojan, el Javier Bardem checo, ganador de varios Czech Lion (el equivalente a los Goyas), contribuyó con un spot a la defensa del Dolicek, bajo el lema “ayúdanos a salvar el estadio donde nació una leyenda futbolística“. Al final, la presión popular frenó la demolición y Trojan, declarado hincha del Bohemians, llegó a jugar seis minutos con el club de sus amores en partido oficial.
Cronología en mano, el Bohemians 1905 se ha edificado en torno a dos pilares indestructibles: la superación y la cohesión social. De este modo, es imposible no generar empatía con un club tan entrañable que, además, cuenta con un héroe bigotudo como presidente y un apasionado hincha como manager de la Fanshop. Nos despedimos de Petr, prometiéndole que nos escribiremos por correo, y regalándole su ansiado número #00 de Panenka. Un dulce peaje.