Dwayne Johnson es ese tipo que da la sensación que algún día le estallará una vena de tanto que tensa el torso cuando tiene una cámara delante. Se han quedado igual con el nombre ¿eh? Dudo que pase lo mismo si les aclaro que a ese mismo bicharraco que roza los dos metros de estatura se le conoce mejor públicamente como The Rock, o si les tecleo esa frase célebre suya que muchos americanos han elevado al mismo nivel de uso que las mejores citas de Einstein o Platón: “Do you smell what? The Rock is cooking”. Pura literatura. Pues bien, viene al caso rescatar la historia de The Rock por un motivo muy claro. Y es que antes de convertirse en múltiple campeón de todas las disciplinas de lucha libre –a cada cual más variopinta- que abraza la macro-empresa de comunicación World Wrestling Entertainment (WWE), o de protagonizar decenas de producciones –a cada cual más espeluznante- de Hollywood, o de convertirse en amigo íntimo de Arnold Schwarzenegger, o de colocar a la isla de Samoa en el mapa… Antes de todo eso, Johnson hizo carrera en el deporte de verdad, para entendernos mejor (y sin querer ofender a los feligreses de la WWE, que los hay y muchos). Más concretamente como jugador de fútbol americano en aquellos míticos Miami Hurricanes de los 90.
[quote]Cumple con el perfil de la WWE. Cara de pocos amigos, más laca en el pelo que los transgresores personajes de Randal Kleiser y tatuado hasta en las axilas. Un macarra en toda regla, vamos[/quote]No puede decirse, al menos en el plano económico y mediático, que a Johnson no le sentara bien el cambio de los emparrillados por los cuadriláteros. La duda es si conseguirá hacer lo mismo Tim Wiese dejando atrás los campos de fútbol. El ex guardameta alemán, en estos días que corren, se está proponiendo un reto: ser el primer futbolista retirado que -previo paso intensivo por los gimnasios y sometimiento a dietas altas en proteínas- se gana un hueco en el circo yankee de la lucha libre. En el baloncesto ya se han visto algunos ejemplos. Cómo olvidar al excéntrico Dennis Rodman compaginando el wrestling con su recta final en la NBA, o incluso al legendario Karl Malone, que pasó de usar el gancho sobre el parqué a emplearlo sobre la lona para noquear a los adversarios. En otro deporte, en este caso la halterofilia, también tenemos al bueno de Mark Henry, un robusto tejano que antes de pasarse al show de la WWE llegó a representar a su país en varias ediciones de los JJOO en las pruebas de levantamiento de peso.Todos ellos, y muchos más, guardan algunos rasgos en común. El más importante es sin duda esa apariencia de tipos duros de la que se jactan; canallas enfurecidos a los que un padre nunca querría ver pasear de la mano de su hija. Wiese, a simple vista, cumple con el perfil. Cara de pocos amigos, más laca en el pelo que los transgresores personajes de Randal Kleiser y tatuado hasta en las axilas. Un macarra en toda regla, vamos. Veremos si ahora cumple con las expectativas.
BRAZOS COMO PALOS
Es difícil concretar si ha sido Tim Wiese el que ha abandonado al fútbol o si por el contrario ha sido el fútbol el que lo ha abandonado a él. Lo único cierto es que la edad que señala su expediente (32 años) deja bastante claro que la suya no ha sido una retirada al uso. Menos teniendo en cuenta el notable prestigio que acumuló a lo largo de su trayectoria. Lo descubrió el Leverkusen, se cultivó en el Colonia, el Kaiserslautern y el Dortmund, y se acabó asentando en el Werder Bremen, que abandonaría siete años después para fichar por el Hoffenheim. La prensa germana señala que su adiós se gestó por lo polémicos que fueron sus últimos meses en el Rhein-Neckar-Arena, en los que el cuerpo técnico y la directiva del club decidieron apartarle por la racha de derrotas en la que andaba metido el equipo y lo mal que estaba intercediendo en ella el molesto carácter de su portero. Impotente, sin motivación y una vez ya roto su último contrato, Wiese encontró entonces una nueva manera de matar el tiempo: levantar mancuernas durante todo el día. Cuando quiso darse cuenta, su peso ya sobrepasaba la divisoria de los 100 kilos y el radio de su brazo era casi el mismo que el de los palos de la portería. Un periodista le tanteó, cuando estaba parado, sobre la posibilidad de buscar un nuevo club y así volver al césped. “Tendría que adelgazar mínimo 15 kilos para poder siquiera intentarlo”, le contestó Tim.
Finalmente, este pasado septiembre hizo oficial su retirada. Y tras la noticia, Alemania se tuvo que despedir más pronto de lo esperado de un guardameta que incluso había levantado algunos títulos coperos (DFL-Ligapokal, DFB Pokal y DFL-Supercup, las tres con el Werder) y que llegó a entrar como portero suplente en la lista de Joachim Löw para el Mundial de Sudáfrica, en el que la Mannschaft quedó tercera. También fue llamado para la Eurocopa de Polonia y Ucrania. Aquí en España le tuvimos en el punto de mira en 2012, cuando se rumoreó que Mourinho (con el que se hubiera llevado genial por similitudes en lo personal, seguro) podría haber pensado en él para tenerle como sustituto de Iker Casillas. Unos meses después, como recordarán, aterrizó en el Bernabéu un tal Diego López.
“Esto es un poco diferente al fútbol. Aquí el oponente está mucho más aceitoso”, bromeó recientemente Wiese al ser preguntado por su posible salto al ring, ahora que se especula con que la polifacética y espectacular WWE está pensando en él para catapultar sus audiencias en Europa. Hace algunos días, el alemán presentó su metamorfosis física en un acto de exhibición que la compañía americana realizó en Frankfurt. El tipo subió al cuadrilátero, se quitó la chaqueta para dejar a la vista sus nuevos atributos (dos bíceps colosales) y saludó al público con el gesto majestuoso de los grandes luchadores. Parece que está listo para la batalla. Ahora ya solo falta que aprenda a pelear, claro.
Aquí tienen el vídeo de su presentación en Frankfurt con la WWE: