Entrena al Erzgebirge Aue, en la segunda división alemana. Tiene 51 años y un modesto historial como técnico, en el que se combinan fiascos exóticos -como con la selección de Vietnam- con decepciones más locales -tal y como le ocurrió al frente del Hertha-. Sin embargo, Falko Götz celebrará el domingo una efeméride que para el fútbol español evoca derrota: el partido más triste en la centenaria historia del Reial Club Deportiu Espanyol. Götz, que en 1983 había aprovechado un partido de competición internacional para huir de la RDA, se destapó con aquel 3-0 en Leverkusen hace 25 años. Luego ganaría la liga y la copa turcas con el Galatasaray, pero nunca olvidará esa noche ante los ‘pericos’.
– Después del 3-0 en la ida… ¿realmente contaban con poder remontarle la final al Espanyol en Leverkusen?
– Bueno, lo cierto es que nosotros habíamos hecho un partido bastante bueno en Sarrià. El Espanyol no nos había superado en ningún momento, pero tres acciones desnivelaron la final. Después empezaron a llegarnos declaraciones de los jugadores españoles demasiado confiados: parecía que ellos pensaban hacer un viaje de trámite para llevarse la copa. No contaban con que quedaba todo un partido por disputarse.
– En realidad, según ha reconocido Pichi Alonso, ellos empezaron a verse campeones al descanso de la vuelta, cuando seguía campeando el 0-0.
– Nosotros partimos con un planteamiento muy acertado: dibujar un partido de menos a más, con mucho control al principio y con mayor presión en ataque conforme avanzara el encuentro. Y funcionó sobre todo porque conseguimos dos goles muy rápidos en el arranque de la segunda parte.
– Uno de ellos, el segundo, lo marcaste tú. ¿Cómo lo recuerdas?
– Estábamos en estado de shock porque el técnico acababa de realizar un cambio extrañísimo: había sustituido a nuestro mejor hombre, el brasileño Tita, por Klaus Täuber, un extremo izquierdo. Nadie daba crédito cuando enseñaron la tablilla con su número, pero en la primera acción de Täuber se fue del lateral y colocó un centro al área pequeña que rematé de cabeza con mucha fuerza. Los jugadores del Espanyol se vinieron abajo. Nosotros además alineábamos a cuatro jugadores bastante buenos: Wolfgang Rolff [que esta semana se ha convertido en entrenador interino del Werder Bremen], el coreano Bum-Kun Cha, Tita o yo mismo.
– ¿Os sonaba algo del equipo perico? Había comenzado la andadura en aquella UEFA frente al Borussia Mönchengladbach y después se había deshecho de Milan e Inter.
– Es verdad que ellos venían con ese aval pero nosotros habíamos eliminado también a buenos conjuntos como el Austria de Viena, el Toulouse, el Feyenoord o, ya en cuartos de final, el propio Barça. Y en semifinales superamos al Werder Bremen.
– ¿Ni siquiera temíais a Tommy N’Kono, el portero camerunés, en la tanda de penaltis?
– Bueno, la tanda comenzó fatal para nosotros. El Espanyol metió sus dos primeros lanzamientos, y Falkenmayer falló el nuestro, así que arrancamos con 2-0 en contra. A partir de ese momento, ellos no acertaron ningún otro penalti y nosotros, todos. Yo era el quinto lanzador, así que imagínate, cuando vi que Losada [recuerda perfectamente el nombre] fallaba el definitivo, me sentí doblemente contento. Por el título y por no tener que tirar.
– ¿Y los movimientos de Rüdiger Vollborn, vuestro portero, estaban ensayados?
– ¡Rüdiger está loco! ¿Sabes? Al acabar el partido en Sarrià, con el 3-0 a favor del Espanyol, me agarró y me dijo: ”ganaremos esta final en Leverkusen con una tanda de penaltis”. ¡Se pegó dos semanas repitiéndomelo, el muy pesado!
– ¿Crees que de haberse disputado el partido a un solo encuentro, como en la actualidad, el Espanyol hubiera tenido más opciones de derrotaros? Daba la sensación de equipo imbatible antes del partido en Sarrià…
– No lo sé, nosotros también veníamos muy fuertes. Lo que sí te puedo decir es que no fue una final digna: nuestro estadio estaba en obras, había una tribuna en la que sólo había un par de filas de obreros. Las finales se han de disputar a un solo encuentro, en una ciudad neutral, en un estadio espectacular y rodeadas de todo la liturgia que le faltó a la nuestra.
– Es verdad, el BayArena todavía se llamaba Ulrich-Haberland-Stadion. En realidad, aquel trofeo inauguró el palmarés de un Bayer Leverkusen que sólo llevaba nueve temporadas en Bundesliga.
– Exacto. Aquella fue nuestra segunda participación europea. Con ese triunfo comenzó a cimentarse un club que se ha convertido en habitual entre los puestos de privilegio del fútbol alemán.
– Para ti personalmente también supuso un título importante: tu primer trofeo en Alemania Occidental, después de haber huído de la RDA cinco años atrás.
– Es cierto. Sólo quería jugar en un equipo de la Bundesliga, porque veía los partidos por la televisión de la RFA que captaban nuestras antenas en Alemania Oriental. Y como eso no era posible, tuve que escapar.
– Precisamente aprovechaste un encuentro internacional [de la Copa de Europa 83-84] frente al Partizán de Belgrado para esquivar a los agentes de la Stasi que acompañaban al Dynamo de Berlín, el equipo del régimen comunista.
– Aproveché junto a otro compañero un paseo previo al partido por Belgrado. Estábamos todos los jugadores en una tienda de música y nosotros vimos que tenía una pequeña salida lateral. Corrimos, cogimos un taxi y nos plantamos en la embajada de la RFA, que nos consiguió pasaportes falsos para viajar a su territorio. Supuso una medida desesperada, que con el tiempo se demostró acertada. Pude continuar mi carrera en Occidente después de un año de sanción por parte de la FIFA. Cuando era niño pasaba cada día por delante del Muro para ir al colegio: aquel ambiente opresivo, aquel país lleno de prohibiciones, era inhabitable.
– Ahora vuelves a trabajar en la parte oriental de Alemania porque entrenas al Erzgebirge Aue. ¿Cómo valoras el cambio que se ha operado en la zona?
– Genial, ahora somos un solo país y las cosas han mejorado mucho aquí. Es verdad que los equipos de la ex RDA están sufriendo para mantenerse en la elite [el Erzgebirge lucha para no descender a tercera] pero poco a poco se están sentando bases más profesionales donde antes reinaba un sistema completamente diferente. Sin embargo, es curioso, aún me recuerdan por el futbolista que fui en la RDA. Cuando llegué hace un par de meses lo primero que me dijeron los aficionados fue que un gol mío en Aue le había dado una Oberliga al Dynamo justo 30 años atrás. ¡La verdad es que lo había olvidado!