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Teatro del bueno

Larry Bird y Magic Johnson sirven como inspiración para un grupo de veteranos que necesitan remontar un partido de fútbol

Este fin de semana acabé de leer Cuando éramos los mejores, la extraordinaria biografía a cuatro manos de Magic Johnson y Larry Bird (otro título imprescindible a sumar al infalible catálogo de la editorial Contra). Indiscutiblemente, dos de los mejores jugadores de la historia del baloncesto; en algo parecido a lo que está sucediendo estos últimos años con Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, su calidad iba creciendo temporada tras temporada proporcionalmente a cómo se agudizaba su rivalidad y la de las franquicias que representaban: Los Angeles Lakers (Johnson) y Boston Celtics (Bird).

Pero, aunque polos opuestos -uno era afroamericano, explosivo y excéntrico, el otro blanco, implosivo e inexpresivo- y más allá de ser buenísimos, Bird y Johnson (que una vez retirados han acabado tejiendo una magnífica amistad) tenían un común denominador: ambos eran líderes. Lo expresa magníficamente bien Donnie Walsh en una de las últimas páginas del libro. Explica el antiguo entrenador y ahora ejecutivo de los Indiana Pacers (franquicia actualmente presidida por el propio Larry Bird) que, contradiciendo a aquellos que afirman que lo único interesante del baloncesto son los instantes finales del último cuarto, una de las principales virtudes del tándem Johnson-Bird era que jugaban duro desde la primera posesión hasta que acababa el partido, forzando a sus compañeros a que los igualasen en intensidad. “Los grandes jugadores son difíciles. Son diferentes, instintivos”, expone Walsh. “Actúan en un plano diferente. Todo el mundo dice: ‘No quiero perder’. Magic y Larry decían: ‘Te voy a matar si pierdo'”.

El del sábado era un partido altamente trascendente. Tras cuatro jornadas solo habíamos sumado un punto y recibíamos al Gavà, uno de los mejores equipos de la primera división de la liga de veteranos.

Hay que ser francos y admitir lo irrefutable: durante los primeros 45 minutos nos barrieron en juego e intensidad. Contra lo primero no se puede hacer nada. Si técnica y tácticamente el rival es mejor que tú, y el Gavà, equipo al que daba gusto ver jugar, lo era, solo cabe felicitarle. Pero la entrega es lo que hace diferente al fútbol, el elemento que permite a un equipo inferior acabar superando a un contrincante superior. El Gavà corrió más que nosotros y acabamos la primera parte perdiendo 0-2.

Fue entonces, en el entretiempo, con nuestro vestuario devenido una congregación de cabezas gachas, cuando aparecieron nuestros Larry Bird y Magic Johnson y lazaron su advertencia: o lo dábamos todo o nos mataban si perdíamos. El resto lo pusimos entre todos y lo remataron David (uno que si cambia de actitud será uno de los que matan si se pierde) marcando el 2-1 de falta y Paco, nuestro indiscutible delantero all-star, que después de haber peleado como nadie durante todo el partido, metió el gol del 2-2 definitivo. Ya os lo dije la semana pasada, como la canción de Bruce Springsteen estaba convencido de que por muy bueno que fuera el rival, al final no nos íbamos a retirar ni a rendir.

¿Y yo? Por aclamación popular hoy me limitaré a decir que, como orgulloso actor secundario, hice teatro del bueno. ¡¡¡Por qué!!!

PD: El sábado se nos lesionó Dani. Esguince de rodilla derecha. Tiene para un mes, mínimo. Ánimos y a recuperarse.

PD2: Tras el partido, como es habitual siempre que jugamos en casa, fuimos a hacer el tercer tiempo al Plats. Eufórico, Pere compró un número de la ONCE que acabó perdiendo. Si alguien lo encuentra, que nos lo devuelva. Necesitamos equipaciones nuevas y prometió que si tocaba las pagaría él.

PD3: Necesitamos equipaciones nuevas. Si algún empresario local o jeque saudí está leyendo esto y le interesa patrocinar al más mediático de los equipos de fútbol de veteranos, que no dude a ponerse en contacto con nosotros.