Después de once años, o quizás cien, el Milan ha vuelto a sonreír: el conjunto de San Siro reconquistó hace tres domingos la Serie A. En esta ocasión Gianfranco Messaggi no pudo poner el himno de Italia a todo volumen y colgar una bandera ‘rossonera‘ en su piso de Bellavista, uno de los cinco pueblos que forman Les Franqueses del Vallès (Barcelona): murió hace siete años, a los 73, pero su recuerdo pervive de la mano del Club de Futbol Bellavista Milan. Creó la entidad en 1972, hace 50 años, coincidiendo con la expansión de Bellavista a raíz de la inmigración andaluza y extremeña de los 60 y los 70. Juan Bertran, actual presidente, nació en 1960 en Antas, Almería, y llegó en 1962, hace “una vida”: “El barrio se montó con la inmigración. No había nada. Las calles eran de tierra. No había ni alcantarillas. Justo se estaban empezando a construir los primeros pisos. No había ni luz. Al principio del club, alumbraban el campo con las luces de los coches”.
Gianfranco había llegado a Catalunya procedente de la provincia de Bergamo, vecina de Milán. Era un hombre de negocios que trabajó en la distribución de alimentos y, sobre todo, en la construcción. Cuando fundó el club con unos amigos quiso dejar su huella en él. “Asoció el barrio que le acogió con el club que él había amado desde siempre, el Milan”, acentúa Tania, exmujer de Gianfranco y tesorera del club. El Bellavista Milan se llama así desde el principio. Juega con los colores del club de San Siro y en su escudo sobresale un diablo ‘rossonero‘, con capa dorada, con tridente y con una copa. Es el trofeo de la Copa Intercontinental. Como la que el Milan de Gianni Rivera había alzado en 1969, tras vencer al Ajax de Johan Cruyff en la Copa de Europa. Juan reitera que en el pueblo no había nada, ni una identidad, y afirma que el equipo unió y vertebró Bellavista: fue su primer motivo de orgullo, su primera representación, y a su alrededor se edificó un sentimiento de comunidad. “Incluso se crearon peñas. Los domingos por la mañana, el campo estaba a reventar. Todo el barrio estaba ahí. Ahora los futbolistas jóvenes se quejan: ‘¿Por qué no jugamos el sábado o el domingo por la tarde?’, para poder salir de fiesta por la noche, pero sigo aguantando los domingos a las 12 porque siempre ha sido así”.
El club es inseparable de Bellavista y hoy sigue siendo un elemento clave del día a día. “Queremos hacer cosas con el cura del pueblo, Pepe Baena, y Cáritas para ayudar a los niños que están en la calle. Porque es un barrio bastante flojito. Y nuestra idea es sacar a estos nenes de la calle, porque hay muchas drogas y muchas historias de la calle. Y vamos a hablar con el alcalde para ponerles entrenadores gratis, los críos que juegan en el juvenil, para que les enseñen, para poder sacarles de la calle”, dice Juan.
El Bellavista Milan fue el primer motivo de orgullo del pueblo y a su alrededor se edificó un sentimiento de comunidad. “Incluso se crearon peñas. Los domingos por la mañana, el campo estaba a reventar”
Vio al Milan en el Camp Nou y en el Santiago Bernabéu junto a Gianfranco. “Era un amante del Milan”, añade. Contagió su pasión a toda la entidad, hasta el punto de que medio club simpatiza con el Milan. En vídeos de YouTube se pueden ver aficionados del club con banderas del Milan y bufandas con la inscripción rojo y negro es el color que llevo en el corazón. En 2002, la junta encabezada por Juan buscaba 16 corbatas rojas y negras para presentarse de manera pública: “No las encontrábamos aquí y un chico de la junta se fue a Italia a buscarlas”. “Cuando los niños cantan lo primero que gritan es ‘Milan'”. Juan, exjugador, exentrenador y presidente, presume de ser “el único club de Catalunya que se llama Milan y puede que el único de España”. Y lamenta que Gianfranco falleció sin haber podido encontrar la persona que les llevara hasta los despachos de San Siro.
También recuerda que Gianfranco tiraba petardos y cohetes cuando ganaba el Milan. Y que unos días después del 4-0 del Milan al Barça en la final de Atenas (1994) pagó la cuenta de todo el bar. “Fue un espectáculo ese día”, asiente con una sonrisa salpicada de nostalgia. Su casa estaba llena de fotos, banderines y camisetas del Milan. “Siempre se hablaba de fútbol”, confirma Tania. Cuando Gianfranco falleció, cedió todo ese material al club. Prosigue Juan: “Muchas veces iba a su casa a hablar con él de fútbol. Cuando tenía un problemilla de dinero, a veces iba, nos sentábamos y hablábamos en la oficina que tenía en su piso. Estaba toda adornada con cosas de Italia y sobre todo del Milan”. Él le hablaba de los Van Basten, Baresi, Maldini, Gullit y Rijkaard, mientras iba naciendo una relación irrompible; hija del fútbol, como tantas otras. “Un día el equipo tenía un partido en Berga. Paramos a comer antes de llegar y pidió tanta comida que cuando acabó el partido todavía estábamos en el bar. Es una de las veces que más me cabreé con él. ‘Haberme dicho la hora’, me decía. ‘Joder, pero si llevamos tres horas aquí comiendo'”, sonríe. Justo después se emociona: “El día que le dio el primer ataque al corazón Tania me llamó antes a mí que a la ambulancia. ‘Hija mía, ¿por qué me llamas a mí? ¡Llama a la ambulancia!’. Gianfranco la obligó a llamarme a mí antes. Llegué con la ambulancia, al mismo tiempo. Ese día le salvamos. Dos días le salvamos. Al tercero ya no”. Hace unos años visitó su tumba en Calvenzano, un pueblo pequeño entre Bergamo y Milan. “Éramos muy amigos. Hasta que nos dejó, hasta el último día”, mastica. Tania recuerda que el 9 de mayo hubiera cumplido 81 años. Fundó el club con solo 31.
Su legado sobrevive hoy, gracias al Bellavista Milan, convertido en un homenaje ininterrumpido a Gianfranco y a su Milan. Y sobrevive en Gianfranco Messaggi, su hijo. Juan dice que su idea es que algún día presida el club. Por ahora, Gianfranco hijo, nacido en 2006, un año antes de la séptima y última Champions del Milan, juega como portero en el equipo juvenil. También habla del Milan en primera persona. Le ha tocado vivir los peores años de la historia de San Siro, pero reivindica lo suyo, con irreverencia adolescente: “También ha habido nombres que han marcado época en los últimos años, como Alexandre Pato o Kevin Prince Boateng”. Tania asegura que “le fascina el fútbol, como a su padre”. El padre falleció sin poder cumplir el sueño de llegar a jugar la Copa del Rey y sin poder llevar al pequeño Gianfranco a San Siro. El hijo, recién salido de clase de inglés, reconoce que “siempre me decía: ‘cuando seas un poco más mayor iremos a ver partidos’, pero no llegamos a ir”. Por fin visitó San Siro en 2017: no pisó las gradas, pero pudo caminar por el museo. Fue suficiente. “Me acordé de él y de los momentos que vivimos juntos”. Con el título del Milan, sonrió y volvió a acordarse de él, como Juan y como Tania, como Bellavista. “Sentimos el Milan como si fuera parte de la familia”, certifica Gianfranco Messaggi hijo antes de despedirse.
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Fotografía de portada: @c.f.bellavistamilan (Instagram)