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Nada de pachanga

Primer capítulo de las aventuras de Oriol Rodríguez por los campos hostiles del infrafútbol. El fútbol de veteranos, desde dentro

Provengo de la prensa musical, un mundo del que se suele decir que está habitado por estrellas del rock frustradas. Nosotros, los críticos, lo negamos con vehemencia, pero, en el fondo, sabemos que es tan cierto como que los bajistas son guitarristas deslucidos que no han aprendido a tocar más que cuatro cuerdas.

Así pues, soy un mito del pop abortado, del mismo modo que hasta que me acogieron en Panenka era un fallido periodista de fútbol, y, por lo tanto, un futbolista frustrado. Nueva certeza, cuanto menos hasta fichar por el CF Gelida Veterans.

Hasta el curso pasado toda mi experiencia balompédica se limitaba a una temporada, cuando tenía nuevo o diez años, en la Unió Atlética Horta, el club de mi barrio, jugando de banquillo derecho, y en ser el delantero estrella (con especial habilidad para meter goles de tacón) del equipo de fútbol sala de mi instituto. Pero si es que alguna vez, durante mi adolescencia, tuve cierta pericia con el esférico, con la llegada de la juventud la acabé perdiendo una noche de borrachera en algún rincón de la sala Razzmatazz.

Jugar en un equipo que disputa una liga para mayores de 30 años puede sonar a pachanga, pero, eh, es cosa seria y hay gente que, aunque gorda y calva (por suerte, aunque me acerco peligrosamente a los 40, no es mi caso) mantiene el nivelazo. Tampoco es mi caso, pero sí el de mis compañeros del CF Gelida Veterans (lo del nivelazo, no lo de calvos y gordos, aunque alguno tenemos). Recuerdo, por ejemplo, el primer entrenamiento de la temporada pasada, el de mi estreno. Salí del vestuario fardando de mis recién compradas Nike Hypervenom, las del Neymar (una mierda amarillo cantón con unas calaveritas serigrafiadas, eso sí, muy chulas, que me acabaron jodiendo las uñas). Unos estiramientos, cuatro vueltecitas y al rondo. Entre otros, me tocó formar círculo con el Paco, un delantero aniquilador que, si no recuerdo mal, había pasado por las inferiores del Sant Andreu y el Cornellà, y el Jordi Gay, exprofesional del fútbol sala. Cuando llevaba más de media hora en el centro de la rueda sin olisquearla, el Gay cogió el balón con las manos, paró el entrenamiento y, con su muy característica tonalidad nasal, soltó a gritos: “!Eh, este nuevo es azucarillo!”.

El Javito es el portero. Un crack bajo los palos y mejor que Ter Stegen con los pies… menos cuando llega perjudicado a los partidos, como el día que recibimos al líder la temporada pasada. ¡Qué taja llevaba el cabrón! En el lateral izquierdo, el Uri. No yo, sino el que sabe jugar a fútbol. De centrales el Moha, el Boris, que todo lo que evidencia de rocoso en el campo lo duplica en bonhomía fuera de él, y el Juanma. Portento físico, cuando llegue a los cincuentaitantos que tiene él quiero ser como nuestro capitán.

Como nos gusta practicar un fútbol elegante de pase al primer toque (¡qué daño ha hecho Guardiola al fútbol modesto!), tenemos superpoblación en el medio del campo

Como nos gusta practicar un fútbol elegante de pase al primer toque (¡qué daño ha hecho Guardiola al fútbol modesto!), tenemos superpoblación en el medio del campo. Padre de familia numerosa, Jonatan “El predicador” es nuestro metrónomo. Por delante de él, sobrado de clase, el Harris. Cuando el Javito causa baja, es él el que suele ponerse de portero. Como arquero, el Harris es odioso, de aquellos que esperan a que el delantero vaya a presionarle para, justo cuando están a punto de arrebatarle el balón, cogerlo con las manos. También está el Torres, el que me lió para que pusiera fin a mi frustración futbolística. Es nuestro Iniesta, delicadeza y distinción con el balón pero negado de cara al gol. El Óscar, de disparo prodigioso, y el David, otro que de pequeño debió aprender a golpearla chutando balones medicinales, son técnica y fuerza. Este último, no solo eso, sino que tiene el don de ver la amarilla por protestar cada jornada (no es una exageración, ¡cada puta jornada!) pero nunca le han sancionado por acumulación de tarjetas. Un misterio. Y el Manu, que como buen argentino tiene el carácter del que se ha criado en el potrero. El Mili, el Maradona de Gelida que durante infinidad de años fue el entrenador del equipo, siempre me explica la misma historia, la de uno de los primeros partidos del Manu con el equipo, hará siete u ocho años. Se parte recordando cómo el árbitro le expulsó y al Manu no se le ocurrió nada mejor que, mientras se marchaba del campo, bajarse los pantalones y enseñarle el culo. No contento con ello, se quedó en un córner cagándose en la concha de la madre del trencilla. Le cayeron ocho partidos.

En la delantera, el Rafinha, el Dani, que siempre está diciendo que tiene que adelgazar porque se ahoga tirando los demarques, y el Pere. La primera vez que le vi pensaba que era un paquete porque corre muy raro, así como desgarbado, pero qué estilo que tiene el tío cuando trota con la pelota. Maradona dijo que el balón no debe mancharse. Si tuviera la oportunidad, el Pere le replicaría afirmando que los que no tienen que ensuciarse son los futbolistas.

Este año, al menos durante los primeros meses, nos entrenará el Alfons. Nuestro lateral derecho, el Alfons, se rompió los ligamentos de la rodilla derecha en la última jugada del último partido de la temporada pasada. Personaje entrañable donde los haya, esa misma noche, tras pasar por la mutua, lo dio todo en la cena de fin de campaña. Es grande. Como también lo es el Geli, nuestro míster el año pasado. Este lo ha tenido que dejar por temas de trabajo. Le echaré de menos, a él y a sus clases de chut con el empeine (hasta ahora, inepto de mí, solo sabía darle de puntera). Lo mismo que añoraré al Paco, al Joan, al Petit y al Sergi, que por curro, por temas familiares o porque ya estaban cansados también han colgado las botas. No estarán pero son del equipo.

¿Y yo? A mí me llaman Overmars porque corro la banda como un poseso pero, más allá de mi capacidad como velocista, no dejo de ser un bluff. Vaya, que sí, que soy un futbolista frustrado. Pero me frustraría mucho más no poder compartir con este grupo de lampistas, pintores, comerciales, químicos, guardias civiles…, con mis amigos, esta nueva temporada que empezamos este pasado jueves con el primer entrenamiento (como son unos vagos solo nos presentamos nueve) y que semana a semana os iré desvelando aquí. ¡Sois buenos, tíos!