Hace pocos años nos dejaba Walter Frosch, un ex jugador profesional alemán que a pesar de no destacar por su trayectoria deportiva se convirtió en un futbolista de culto. Después de que le detectaran un cáncer en 1996, Frosch pasó diversas veces por el quirófano para tratar de vencer a la enfermedad. Finalmente, en el 2008 su salud se deterioró gravemente provocándole una insuficiencia orgánica. A sus 58 años tuvo que volver a aprender a hablar y a caminar en su retiro en Niendorf, un barrio del distrito de Eimsbüttel situado al norte de Hamburgo donde residía desde hacía años. Lejos quedaban aquellos tiempos en los que el melenudo y bigotudo zaguero se convirtió en una pieza fundamental del Sankt Pauli de la década de los 70.
Walter Frosch debutó en el fútbol profesional con 20 años en las filas del Sport Verein 1919 Alsenborn donde militó cuatro temporadas hasta que en 1974 fichó por el 1. FC Kaiserslautern. En el conjunto de Renania- Palatinado jugó 87 partidos logrando marcar nueve goles. Todo un hito para un defensa diestro de rendimiento muy regular que destacaba más por su rudeza que por su olfato goleador. Su potencial no pasó desapercibido a los grandes clubes germanos. No en vano el Bayern de Múnich trató de hacerse con sus servicios. Fue entonces cuando Frosch se erigió en el centro de una agria polémica al descubrirse que, insistido por su mánager Robert Swan, había firmado un precontrato con los bávaros. Mientras el Kaiserslautern y el Bayern pugnaban por conseguir su fichaje, Frosch ajeno a la polémica decidió irse de vacaciones a Mallorca para esperar tumbado al sol el resultado de las negociaciones.
Tras la mediación de la Federación Alemana de Fútbol (DFB), que suspendió al jugador cuatro meses, finalmente Frosch se integró en la disciplina de los ‘diablos rojos’. En el Kaiserslautern cuajó grandes actuaciones la temporada 1975-76 cuando se convirtió en titular indiscutible del equipo dirigido por Erich Ribbeck, quien entre 1978 y 1984 ejerció como asistente del seleccionador alemán Jupp Derwall. En 1976, con Frosch jugando como líbero, el Kaiserslautern llegó a disputar la final de la Copa Alemana siendo derrotado por 2-0 por el Hamburgo SV. Con el 1. FCK jugó 43 partidos anotando cuatro goles.
En el verano de ese mismo año Frosch cambió de aires. Esta vez le esperaba una aventura en segunda división vistiendo la camiseta blanca y marrón del FC Sankt Pauli. Con el equipo de Hamburgo logró el ascenso a la máxima categoría del fútbol germano la temporada 1976-77 como parte del equipo entrenado por el técnico Diethelm Ferner. Un conjunto que perduró en la memoria colectiva de la afición pirata como uno de los más legendarios del club tras encadenar una racha de 27 partidos invicto. La temporada siguiente Frosch sufrió una lesión que le apartó de los terrenos de juego durante gran parte del campeonato. A pesar de ello logró disputar los últimos partidos del torneo. Un año más tarde, bajo las órdenes del técnico Josef Piontek, el Sankt Pauli obtuvo la sexta posición en la competición regular. Justo entonces la licencia federativa del club fue revocada por sus problemas financieros, motivo por el cual los piratas tuvieron que jugar en la Oberliga Nord Amateur. A pesar la adversa situación, el Sankt Pauli estuvo a punto de lograr el ascenso en un dramático play-off ante el FC Colonia.
Entre patadas, humo, goles y cervezas el recuerdo de su semblante bigotudo mantiene viva la sonrisa de aquel futbolista impertinentemente rebelde
La llegada de Michael Lorkowski al banquillo en substitución de Kuno Böge comportó la renovación de la plantilla. Fue entonces cuando Frosch abandonó la disciplina del St Pauli para fichar por el Altona 93. Tras dos temporadas en este club que toma su nombre de uno de los barrios de Hamburgo, Frosch colgó las botas tras jugar 32 encuentros y marcar dos goles. Una vez alejado de los terrenos de juego mantuvo su relación con el mundo del fútbol dirigiendo el restaurante del estadio del SC Victoria Hamburg, otro de los equipos históricos de la ciudad.
Pero el legado de Frosch va más allá de sus éxitos deportivos. En sus declaraciones, a menudo mostró la misma brusquedad que en su juego, no en vano ostenta el récord de 18 tarjetas amarillas en su primera temporada en el St Pauli (a raíz de ello la DFB introdujo el partido de sanción tras recibir cuatro amarillas). Así al menos quedó patente cuando en 1976 se rumoreó que el seleccionador alemán iba a convocarle con el segundo equipo nacional. Lejos de congratularse, el futbolista dejó una de sus frases lapidarias para la posteridad: “Walter Frosch juega sólo en el primer equipo o en la selección del mundo”.
Su fuerte personalidad no sólo se evidenció en sus declaraciones a los medios y en sus entradas a los rivales. Su fama como fumador compulsivo, podía llegar a encender más de 60 cigarrillos al día, dejó imágenes entrañables como aquella en la que le entrevistaron sobre el césped del estadio Millerntor mientras sostenía un cigarrillo en su mano durante el partido de homenaje al guardameta Klaus Thomforde. De hecho era usual que llevara oculto un paquete de cigarrillos en el cuello.
Otra de sus adicciones, además del tabaco, era el alcohol. Solía jactarse de que a pesar de ingerir enormes cantidades de cerveza o vino cumplía en el césped como el primero. Entre sus anécdotas se recuerda el día en que el Kaiserslautern se enfrentaba al Schalke 04 y Frosch apareció en el vestuario con los ojos inyectados en sangre. Su entrenador, con el rostro desencajado, le preguntó acerca de su estado y Frosch, ni corto ni perezoso, les espetó que sufría conjuntivitis. Ese día le tocaba defender al delantero internacional Erwin Kremers. Frosch jugó un partidazo dejando prácticamente inédito a su adversario. Cuando abandonó el terreno de juego el público se levantó para ovacionarle, mientras Ribbeck declaraba a la prensa que “no se había notado demasiado su conjuntivitis”. También era habitual que estando bebiendo en el pub se encarara con algún cliente que hablara mal de su equipo. Genio y figura dentro y fuera de la cancha. Así al menos lo reconoció la afición del Sankt Pauli que lo eligió en el once ideal del siglo con motivo del centenario de la entidad celebrado en el año 2010.
A mediados de los 90, Frosch inició su declive físico. Tras cinco operaciones para intentar paliar su cáncer, se vio obligado a dejar de fumar. Hasta entonces, fiel a su vida autodestructiva, se había negado. Finalmente, el 23 de noviembre de2013 su corazón sufrió una parada cardiaca letal. ‘Froschi‘, como le apodaban afectuosamente los aficionados, moría en la Schön Klinik de Eilbek (Hamburgo) a los 62 años de edad. Entre patadas, humo, goles y cervezas el recuerdo de su semblante bigotudo mantiene viva la sonrisa de aquel futbolista impertinentemente rebelde.