Su apellido ha sido el material utilizado para la fabricación de herramientas y armas a lo largo de los siglos. Suena a infranqueable. A defensa con el que no querrías cruzarte en el túnel de vestuarios. Menos todavía en un balón dividido. Fernando Hierro, aunque parezca un tipo duro como su propio nombre indica, ha sido mucho más que un central contundente. Era especialista en el balón parado, un gran rematador de cabeza, excelente pasador y un genio sacando las jugadas limpias desde atrás. Inició su carrera como mediocentro en el Valladolid en 1987, donde solo duró dos temporadas. El Real Madrid llamó la puerta del malagueño y en la capital se convirtió en el ‘Mariscal’. Uno de los mejores jugadores de la infinita historia blanca. Un centrocampista reconvertido en central capaz de anotar 21 goles en Liga en la campaña 91-92.
Rozando ya la treintena, el curso 97-98 fue sin duda el más icónico en la carrera de Hierro como madridista. Con Lorenzo Sanz en la presidencia, el conjunto blanco volvió a ser un equipo reconocible. Habían fichado a jugadores como Mijatovic, Suker, Roberto Carlos y Seedorf, que se unieron a grupo de figuras de la talla de Raúl, Redondo, Sanchís, Chendo o el propio Hierro. El bloque se consolidó pronto, con Capello como entrenador, ganando La Liga 96-97 de forma contundente. Ese título les dio acceso a la Champions League, una competición que se les resistía desde que en 1966 se impusieron al Partizan en Bruselas, hacía más de 30 años. Era sin duda el objetivo prioritario de una plantilla todavía inexperta en disputas europeas.
Para conseguirlo, los blancos contrataron al técnico alemán Jupp Heynckes, que había hecho historia con el Tenerife clasificándolo para la Copa de la UEFA y llegando hasta semifinales. El debut en la Champions 97-98 se produjo ante el Rosenborg en el Bernabéu y se saldó con una clara victoria por 4-1. En el duelo de vuelta en Noruega cayeron 2-0, la única derrota que sufrirían en fase de grupos, donde fueron líderes y se clasificaron para cuartos. Allí les esperaba el siempre peligroso Bayer Leverkusen. En Alemania fueron capaces de rascar un empate con gol de Karembeu y dejar todo listo para la vuelta. El Real Madrid de entonces ya tenía la capacidad de ir vagabundeando por la Liga y luego ponerse el esmoquin en Europa. Se transformaba cuando oía el himno de la Champions y dejaba actuaciones para el recuerdo, como el 3-0 al Leverkusen con el que certificaron el pase a semifinales. Hierro hizo el tercero de penalti, su tercer gol en la competición.
Hierro ha sido mucho más que un central contundente. Era especialista en el balón parado, un gran rematador de cabeza, excelente pasador y un genio sacando las jugadas limpias desde atrás
El sorteo volvió a emparejar a los blancos con un equipo alemán, el Borussia Dortmund. El defensa malagueño no disputó el duelo de ida en el Bernabéu, un partido que pasó a la historia por el derribo de una de las porterías por parte de los ultras situados en el Fondo Sur. Tuvieron que ir a buscar otra a la Ciudad Deportiva, lo que retrasó el encuentro 75 minutos. Los germanos pidieron suspender el choque, pero se acabó disputando y el Real Madrid se impuso por un claro 2-0. Hierro fue el capitán del equipo en la vuelta, donde aguantaron como jabatos el 0-0 que les dio el pase a la gran final 32 años después. Todo parecía de color de rosas en la capital hasta que Heynckes le dijo “ya no aguanto más” a Lorenzo Sanz. La relación con el vestuario había ido empeorando y estaba a punto de estallar a tan solo una semana del duelo más importante del Madrid en décadas. El presidente llamó entonces a Fernando Hierro, el jugador con más carisma del vestuario y por quien el dirigente sentía especial devoción. El defensa estuvo cerca de dos horas en el despacho y el mensaje fue claro: el último esfuerzo era ganar la Champions.
El rival por hacerse con la ‘Orejona’ era la Juventus. El conjunto italiano disputaba su tercera final consecutiva, había ganado una y perdido la última ante el Dortmund. Llegaba como claro favorito y encima tenía en sus filas al mejor futbolista del momento: Zinedine Zidane, que ese mismo año ganaría el Mundial y el Balón de Oro. Todo el carácter mostrado por Hierro en el despacho de Lorenzo Sanz la semana anterior, se vio reflejado en el césped del Amsterdam Arena aquel 20 de mayo de 1998. El ‘Mariscal’ sostuvo una y otra vez a los blancos. Realizó un partido que lo situó a la altura de los mejores jugadores del mundo. Frente a la pareja Del Piero-Inzaghi, el central malagueño mostró un dominio abrumador que superó toda lógica posible. Desde una clara inferioridad colectiva, abortó cada ataque juventino con la elegancia sobreactuada del que se siente superior.
Fernando Hierro mantuvo en pie a todo el Real Madrid y espabiló a un vestuario sin vivencias de ese calibre. Consiguió que un equipo que hasta ese momento andaba dubitativo, se rehiciera después de 20 minutos de avalancha de la Juve. Aguantaron el chaparrón hasta que en el 66’ llegó el tanto de Mijatovic, que aprovechó un balón suelto en el área tras un disparo de Roberto Carlos. A pesar de la insistencia italiana, el marcador ya no se movería y los blancos volvían a reinar en Europa. El actual Real Madrid no podría explicarse sin lo que ocurrió aquella noche en Ámsterdam. Tampoco sin la actuación histórica de un centrocampista malagueño reconvertido en defensa central. Un tipo capaz de levantar la Champions League tres veces en tan solo cuatro años.