Si pudiera jugar con el tiempo lo primero que haría sería decirle a este 2019 que vaya dándose prisa y le cediera el turno al año próximo para parar ya con esta sangría de malas noticias. Uno detrás de otro, muchos de nuestros héroes han ido anunciando sus retiros, dejándonos huérfanos de su fútbol. El mejor poseedor que nunca tuvo el balón se decantó por dar el salto a los banquillos, mientras una afición entera espera que algún día dirija a once azulgranas desde el área técnica del Camp Nou; el delantero que corría como un negro para vivir como un blanco, con el objetivo de levantar una ‘Orejona’ como entrenador, aparcó los goles de su enésima aventura por el fútbol europeo; misma decisión tomó el hombre que acercó a la ‘Roja’ al sueño de ganar un Mundial, después de reventar las redes del Lejano Oriente; un checo cambió, sorprendentemente, el aluminio de los tacos por hojas de metal para seguir mostrando sus reflejos sobre el hielo; se fue el hombre que siempre dibujaba la misma jugada desde la diestra con su zurda, una jugada que, por cierto, siempre funcionaba; dos compatriotas suyos, compañeros de fatigas de aquella Holanda subcampeona del mundo, tomaron el mismo camino desde Rotterdam y Catar. De golpe y porrazo se van, sin aviso previo para toda una generación que creció soñando marcarles goles aunque fuera imposible, robarles el balón pese a que se presentara como una utopía o blocarles un disparo volando como solo lo hacen los superhéroes, sabiendo que se trataba de un imposible.
Parecía que ya había acabado todo, que no tocaría escuchar ni leer más noticias de despedidas. Estamos en octubre, con el curso ya iniciado, y pensábamos que nadie más iba a abandonarnos hasta que llegó el turno de aquel rubio que tiene el nombre tan raro y que tiene una mala leche que te cagas, como diría el ‘Sabio de Hortaleza’. Otro más que se suma a la lista, otro varapalo que se lleva el fútbol, otra leyenda de este deporte a la que no volveremos a disfrutar sobre el terreno de juego.
Serle fiel al fútbol es disfrutarlo cada día como si fuera el primero, viviéndolo como si se tratara del último. Y así lo hacía el ’31’ del Bayern
Sinceramente, del retiro de Bastian Schweinsteiger no me quedo con las ocho veces que celebró entre cervezas la Bundesliga, ni con la Champions de Wembley, ni con sus siete DFB Pokal o su FA Cup. También paso por alto que tocara el cielo un verano de 2014 en Brasil y hasta le quito importancia a que vistiera las camisetas del más grande de Alemania, de la selección que pase lo que pase siempre gana y de unos ‘diablos’ que hace no tanto provocan sudores fríos y tembleques entre todos sus rivales, aunque en su paso por el club todo aquello ya fuera papel mojado. Todo eso es precioso, sí, pero más bonito es que en el comunicado de despedida, entre tanto parrafote recordando vivencias, triunfos, derrotas, recuerdos y demás historias, se le ocurriera escribir una pequeña frase, tan pequeña que pasa casi desapercibida, que le da sentido a sus 17 años seguidos pateando balones en la élite: “Seguiré siéndole fiel al fútbol”.
Decía Friederich Nietzsche que “la madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era niño”, y quizá sea eso a lo que se refería Bastian Schweinsteiger cuando escribía las líneas que ponían el punto final a su carrera. Porque serle fiel al fútbol es disfrutarlo cada día como si fuera el primero, viviéndolo como si se tratara del último. Y así lo hacía el ’31’ del Bayern. En el fútbol, la fidelidad es desvivirse por el compañero y tenderle mano al rival. Y así lo hacía el ’7’ de la ‘Mannschaft’. Ser noble, ser sincero, ser honesto y amar el juego por encima de colores, enemistades o disputas, vienen intrínsecos en alguien que le es leal a esto de correr detrás de un esférico. Por todo ello, ¿qué importan los éxitos? ¿Qué más da lo malo, bueno o mejor que fuera alguien? Al final, lo que queda en la memoria de la gente, lo que trasciende más allá de las conquistas, es el legado y el ejemplo que uno deja sobre el césped. Y jugar al fútbol como lo hacía Bastian Schweinsteiger sería una de las definiciones más cercanas a serle fiel al fútbol.