“I’m forever blowing bubbles, pretty bubbles in the air…”. El cántico de los hinchas del West Ham United se ha grabado a fuego en el imaginario de todo amante del fútbol. Dos versos son suficientes para transportarnos a las inmediaciones de Upton Park, donde emulamos a Elijah Wood en el film Green Street Hooligans y cantamos junto a los ‘Hammers’ en la previa del partido. Cuando nuestra garganta no da más de sí, nos dirigimos hacia el Boleyn Ground, que desde 2016 tan solo existe en nuestra memoria, para observar cómo miles de pompas de jabón invaden el cielo londinense antes de que arranque el encuentro. Mientras contemplamos el espectáculo, volvemos a entonar el himno con el hilo de voz que nos queda.
“They fly so high, nearly reach the sky…”. En las gradas, martillos de hierro y pompas de jabón confluyen en perfecta armonía. Resulta llamativo que una afición autodenominada como ‘The irons’ haya escogido un símbolo tan frágil como una pompa de jabón. O un himno tan pausado como el I’m forever blowing bubbles. Y, sin embargo, es imposible entender el relato ‘hammer’ sin la unión de estos elementos tan antagónicos.
El popular cántico que a la postre se convertiría en el himno oficial del club no nació en Newham. Ni siquiera en la propia Londres. Su origen se encuentra al otro lado del Atlántico. I’m forever blowing bubbles se lanzó en Estados Unidos a finales de 1919 y se popularizó cuando comenzó a ser interpretada por la Orquesta de la Novedad de Ben Selvin. John Kellette compuso su pegadiza melodía, mientras que la letra es atribuida a Jaan Kenbrovin. Debido a su éxito, apenas tardó un par de años en cruzar el charco. A principios de los años 20, la particular versión de la actriz de pantomimas Dorothy Ward convirtió la canción en un auténtico ‘hit’ en los teatros y salas musicales de las islas británicas.
El himno constituye una oda a los sueños del aficionado, y a su vez simboliza la aceptación de la cruda realidad
Según relata John Helliar, historiador del West Ham, la canción terminó vinculándose con el club gracias a un canterano, una pintura y un director deportivo. A finales de los años 20, Bill Murray maravillaba a los aficionados en las categorías inferiores de los ‘Hammers’. El jovencísimo talento inglés, que lucía una característica melena rubia rizada, compartía cierto parecido físico con el protagonista de la pintura ‘Bubbles’, muy popular en la época debido a que la empresa Pears Transparent Soap la utilizaba como reclamo publicitario.
De este modo, Bill Murray pasó a ser conocido como Bill ‘Bubbles’ en una época en la que los espectáculos musicales eran habituales en el estadio del West Ham. Según recoge una carta al diario local Pensioners Bulletin, la interpretación de I’m forever blowing bubbles por parte del grupo musical Company Band rápidamente se convirtió en la favorita de la afición. Incluso el director del fútbol base, Cornelius Beal, entonaba el estribillo cuando el West Ham cosechaba una victoria.
Pero una canción no se convierte en himno únicamente por una serie de casualidades. La letra de Jaan Kenbrovin constituye una oda a los sueños del aficionado, y a su vez simboliza la aceptación de la cruda realidad. Por capricho del destino, la sede del West Ham se encuentra en Londres, tierra de gigantes futbolísticos. Mientras Chelsea, Arsenal y Tottenham se reparten la gloria, los ‘Hammers’ están condenados a pelear por las migajas en su propia ciudad. El hincha, consciente de su papel tanto en la capital como en el fútbol inglés, abraza la derrota y permite que esta forme parte de su relato.
“Then like my dreams, they fade and die…”. Las pompas de jabón que invaden el cielo de Londres cada quince días albergan los sueños y anhelos de miles de aficionados, que en cuestión de segundos se desvanecen para siempre. La afición ha celebrado títulos, concretamente cinco, pero todos ellos se remontan al pasado milenio. Grandes talentos se han enfundado la casaca de los martillos cruzados a lo largo de la historia, pero ninguno ha conquistado el campeonato doméstico. Por muchos factores que puedan tener a su favor, parece que la gloria les rehúye.
“Fortune’s always hiding, I’ve looked everywhere…”. El aficionado ‘iron’ navega entre la ilusión y la decepción en un ciclo repetitivo. La llegada de una nueva temporada comporta el despertar de antiguos deseos. Estos, igual que las pompas, pueden desvanecerse, sí. Pero ¿y si no lo hacen? A fecha de marzo de 2022, el club ocupa la séptima posición de la clasificación y se encuentra en cuartos de final de la Europa League. Todo lo conseguido puede derrumbarse como un castillo de naipes en los próximos partidos pero, sea cual sea el resultado en mayo, desde las gradas se seguirá escuchando la misma melodía: “I’m forever blowing bubbles, pretty bubbles in the air”.
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Fotografía de Imago.