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Mundial de adviento: un reflexión diaria sobre Catar 2022

Que el Mundial se celebre en Catar es una desfachatez. Que se juegue ahora, un bochorno. Este es un calendario de adviento particular. Cada día, una reflexión

Desde el 20 de noviembre, día de la inauguración, hasta el 19 de diciembre, en la resaca de la gran final, Sergio V. Jodar y Marcel Beltran, periodistas de Panenka, escribieron sobre el Mundial de Catar. Dada la particularidad de las fechas, sus reflexiones se iban cruzando diariamente en esta página bajo la apariencia de un calendario de adviento. Con un ligero matiz: cada mañana, al abrir la ventana correspondiente, en lugar de una chocolatina el lector encontraba unas palabras sobre el torneo. Un formato diferente para una Copa del Mundo inusual. A todas y a todos: buen provecho.


Ventana 30. 19 de diciembre.

30 días, 64 partidos y ya no sabemos cuántas palabras después, se acabó. And the Oscar Goes to… ¡Messi es eterno! La que hemos visto este domingo es la única película con un 10 en Filmaffinity. 150 minutos de duración pero no se hace larga. ¿Género? Depende. Drama tiene bastante. Intriga parece que no pero al final sí. Acción también. Amor. Fantasía. Ciencia ficción. Solo ha faltado un dragón soltando fuego por la boca. Os prometemos que, de haber aparecido, no nos habría sorprendido. Este Mundial nos ha hecho mejores soñadores. Ha superado a todas sus precuelas, y mira que era difícil ser mejor que La mano de Dios, Higuaín se creyó campeón, Messi lo deja o La muerte de Maradona. Gracias a ellas ahora esta película es mucho mejor. Un protagonista estelar acompañado por un gran reparto. Di María en el papel de ángel: qué bien saca un llanto que tenía guardado ocho años. Y el Dibu, jaja. El tipo no necesita un doble para las escenas peligrosas. ¡Qué elasticidad! Gran guiño a la cinta del 86, solo los grandes cinéfilos sabrán ver que en aquella un jugador marcó con la mano y aquí un portero paró con el pie. Bravo por ese detalle. El escenario de la película era el peor posible, pero por eso destaca más lo que pasó sobre el césped. La crítica ya la compara con E.T., por el extraterrestre Mbappé. Cierto es que Francia come en la mesa de los mejores villanos, junto a Hannibal Lecter o Darth Vader. La película también se parece bastante a Como Dios. Incluso decían que Messi habló con Morgan Freeman el primer día de rodaje. El final tuvo un recuerdo a Batman o Harry Potter, por la capa del ‘10’ en honor a sus superpoderes. Pero el film más parecido es el Show de Truman. Mientras avanzaba la historia, había dos pipiolos, que se hacían llamar Beltran y Vázquez para parecer escritores, que no sabían nada. Se creían que todo lo que estaban viendo era real. Todos eran conscientes de que estaba perfectamente guionizado menos ellos, que además intentaban explicar lo que pasaba cada día. En declaraciones a la prensa, la noche del estreno, los dos, blancos, con ojeras y temblando, acertaron a decir: “Gracias a todos los que nos animaron durante el Mundial sabiendo que era imposible explicarlo. El fútbol mató al lenguaje. D.E.P. Pero nos vamos contentos de haberlo intentado. Era la final que merecía Messi, pero sobre todo era el final que merecía la literatura. Nosotros perdemos por goleada, pero ella es la gran triunfadora”. Luego salieron a la calle y ya no volvieron.

M.B. y S.V.J.


Ventana 29. 18 de diciembre.

Que Messi no gane un Mundial es que los Reyes sean tus padres, Beltran. Que Messi no gane un Mundial es que la magia tenga truco. Que Messi no gane un Mundial es que fumar mate, que la pizza engorde, que la cerveza sin alcohol no sepa a cerveza. Que Messi no gane un Mundial es que haya fachas. Que Messi no gane un Mundial es que Sabina se quede afónico o Melendi deje los porros. Que Messi no gane un Mundial es que Brad Pitt y Marion Cotillard envejezcan. Que Messi no gane un Mundial es que Almudena Grandes y Javier Marías no puedan escribir de este Mundial. Que Messi no gane un Mundial es que tu hermano se drogue, tu padre sea infiel y tu madre una ludópata. Que tus abuelos se mueran. Que Messi no gane un Mundial es no encontrar curro aunque hagas tres másteres. Que Messi no gane un Mundial es quedarte calvo. Que Messi no gane un Mundial es pisar el mojón de un San Bernardo. Que Messi no gane un Mundial es que se te destapen los pies en la cama. Que Messi no gane un Mundial es salir sin paraguas y que llueva o salir con paraguas y que no llueva. Que Messi no gane un Mundial es un pitido en el oído, una pestaña en el ojo, un paluego en la muela. Que Messi no gane un Mundial es que un mosquito no solo te pique, sino que además te susurre en el oído. Que Messi no gane un Mundial es que el vecino de al lado toque la batería, el de abajo tenga obras o el de arriba humedades. Que Messi no gane un Mundial es que haya pobreza y hambre y guerras en el mundo. Que Messi no gane un Mundial es darte cuenta de que el mundo no es perfecto. Que Messi no gane un Mundial significa que la vida es una mierda, Beltran. Ya lo sabemos, pero no hace falta que nos lo vuelvan a dejar claro. El fútbol no puede ser tan inhumano y despiadado y cruel. Es justicia futbolística o poética o divina. Que Messi levante la copa es que, al menos por un día, la vida sea perfecta. Que al menos hoy el mundo tenga sentido. Que al menos hoy todas las brújulas apunten al norte. Que al menos hoy no nos sintamos perdidos ante esta vida que nos pasa por encima.

S.V.J.


Ventana 28. 17 de diciembre.

Son horas raras, interminables. El tiempo pesa, el viento es áspero, se oyen cuchicheos, los perros ladran a lo lejos. No sabes si viene una fiesta o una gran tormenta. Pasa en Buenos Aires, en Rosario, en París, en Barcelona. En tantos otros sitios. Como si hubiéramos llegado a la boca del lobo y nos hubiéramos parado justo enfrente a fumar. Para disparar mis nervios, solo faltaban tus palabras de amor, Vázquez. Te lo advierto: tengo el corazón sensible. Ojo no acabe en una joyería del centro mirando precios para el anillo de compromiso. Escribir contigo no es escribir, es bailar. El domingo se decide todo. El domingo es ya y es dentro de un siglo. Esto es peor que una peli con anuncios. Pienso en Messi. ¿Qué estará haciendo ahora? Jugar a las cartas, llamar a sus hijos, comerse un yogur de piña. Yo qué sé. No me lo quito de la cabeza. Hay una serie de personas en el mundo que nos preocupamos por Messi como nos preocupamos por nuestras madres o nuestros hermanos: terminaremos juntas en la cola del médico. Pienso en ese tipo que ya le dedicaba los goles a su abuela cuando usábamos Internet Explorer y me invaden los remordimientos. Yo no le puedo pedir a Messi que gane el Mundial. Se lo puedo pedir al fútbol, al destino, al azar, al tarotista o a los Reyes. Pero a él no. Es injusto. A mí Messi me sale a deber. Cuando traigan la cuenta, tendré que pedir un préstamo al banco. Lo dejé con mi pareja, le encomendé dos tantos con la pierna mala y me los dio. Suspendí un examen, le pedí un caño de escapista y me lo dio. Me peleé con un amigo, le supliqué una asistencia desde Saturno y me la dio. Estuve enfermo, le rogué una de esas carreras de 40 metros, en las que los contrarios van cayendo a su espalda como pinzas del tendedero, y me la dio. Messi es un bucle. Si lo disfrutas o si lo padeces. En el campo y en nuestro día a día. Un tatuaje, un tic, una muletilla. Hace tiempo que pedirle otro disparo ajustadito al palo es abusar. Como coger al DJ del brazo a las cinco de la madrugada y decirle que vuelva a poner Despechá. El balón nos ciega. Nos vuelve insaciables. Pero el domingo, allí estará otra vez: plantado en el césped del Lusail. Messi saldrá del túnel y lo fisgoneará con los ojos de siempre. A saber qué pasará por su cabeza. Lo que sí que sé es lo que pasará por la mía, Vázquez. Una cosa es exigirle a Messi un Mundial. Otra, muy distinta, exigirle a la vida un Mundial para Messi. 

M.B.


Ventana 27. 16 de diciembre.

El lunes volveré a llamarte Marcel. Esto se acaba, Beltran. Es rarísimo, queda lo mejor pero es como si no quedara nada. Faltan textos, pero me despido hoy porque el domingo estaremos desnudos y porque de los sitios hay que despedirse cuando aún no te vas. Me podría poner lírico, pero paso: esto ha sido la hostia. Y no hablo de los textos. Empezamos a los pocos días de que yo me fuera de Barcelona, pero leyéndonos te he notado como en redacción: a mi lado. Que no nos perdamos en frases bonitas. El poder de la literatura es la calidez. ¿Y qué vendrá después? Los tres próximos domingos son la final del Mundial, Navidad y Año Nuevo. Luego empezarán con el Blue Monday, pero es que todo nos parecerá sucedáneo. Como dicen los pijáis, tendremos resaca emocional. Porque sí, Beltran, en lo futbolístico ha sido un pedazo de Mundial. Un pedazo de Mundial de la vergüenza. Pero no tengo tan claro que hayan ganado ellos. Quien no lo supiera, ya sabe que en Catar no se respetan los derechos humanos. Quien no lo supiera, ya sabe que la FIFA es un órgano casposo. Han intentado limpiar su imagen, pero les ha pasado como cuando lavas el coche y llueve barro. Los malos siempre ganan, pero en el fútbol al menos no lo parece. Sobre el césped, hemos atado en un puente de Roma un candado con las iniciales de Amrabat y de Kudus. Lukaku y Sarabia demostraron que el fútbol va más de centímetros que de tácticas, y Ounahi y Livakovic han sido los regalos del amigo invisible. También ha sido el Mundial de los 100’ de partidos y aun así no se han dado cuenta de que no es suficiente con poner un equipo arbitral de mujeres en un solo partido. A saber qué pasará el domingo, pero hasta un Mundial oscuro tiene color. Croacia nos ha enseñado que los mejores días siempre están por llegar. Marruecos ha demostrado que un equipo unido es capaz de reivindicarse ante el clasismo y el racismo. Con Francia hemos entendido que nadie es imprescindible ni prescindible: sin Benzema emerge Giroud. Y con Argentina hemos visto que esto va de volver a ilusionarse. Que el sol siempre gana a los nubarrones. Organizados, ilusionados y juntos podemos penetrar en cualquier sistema. Y conecta con lo del principio. En la primera frase de este Mundial de Adviento te dije que no me gustaba el chocolate, pero tú has conseguido que sí. Eso es la amistad, que no deja de ser otra forma de amor: que te modifiquen creencias que tenías clarísimas. Te quiero, Marcel Beltran.

S.V.J.


Ventana 26. 15 de diciembre. 

Marruecos fue un sueño feliz dentro de la pesadilla del Mundial de Catar. Cuando la industria pasó, literalmente, por encima de las personas, unos figurantes irrumpieron en el escenario con ganas de juerga y un poco más y se llevan el decorado por delante. Lo malo del dinero es que nunca es suficiente, lo chungo de la droga es que engancha y lo peor de soñar es que hay un momento en el que dejas de hacerlo. Pero esto de Marruecos no se ha acabado, amigo. Todo lo contrario. Recién comienza. Y es para siempre. De la misma manera que hay canciones que no duran tres minutos, sino todo el verano, y textos de Leila Guerriero que no ocupan una página, sino el universo entero, hay equipos que te cogen de la mano y ya no la sueltan. El Mundial saca el martillo cada cuatro años y clava recuerdos como cuadros en las paredes de tu memoria. Aquí tengo ya a Regragui, Achraf, Bounou, Amrabat, Ounahi o Ziyech, colgados como amuletos, dándole brillo al cuarto de invitados. Se van de la Copa del Mundo, pero no de nuestras cabezas. De ahí no los saca ni Dios. Habría que echar el edificio abajo. Marruecos ha atravesado este mes el desierto de Doha como si fuera montado en el Chevrolet Impala de los detectives salvajes de Bolaño, con un pie enterrando el acelerador y una botella de mezcal en la guantera. La polvareda llegaba al cielo. Así era imposible que pasara desapercibido. Tan fuerte nos enamoramos, que por un instante nos lo imaginamos retando a Messi. Pero ya hubiese sido demasiado. Francia era el monstruo del final del juego. Y esto no es la Play, Vázquez. No puedes apagar, encender e intentarlo de nuevo. El fútbol no te deja darle a ‘Guardar’. Si palmas, game over. Marcaron Theo y Muani, que parece el título de una serie de dibujos animados. Y colorín colorado. Pero hay formas y formas de perder. Para cualquier selección favorita, resbalar en unas semifinales es precipitarse desde una azotea. Para Marruecos, saltar de un entresuelo y caer de pie. Su Mundial ya lo han ganado. Es el mismo que ostentan la Camerún de Roger Milla, la Bulgaria de Stoickhov o la Turquía de Rustu. A cambio, no te dan un trofeo, sino algo todavía mejor: una suite presidencial en el corazón de la gente. Hasta siempre, muchachos. 

M.B.


Ventana 25. 14 de diciembre.

Hay una persona que está a 90’ de cumplir su sueño. Como si nos llamara Anagrama o Blackie Books en un rato. Qué miedo a que se cumplan los sueños, Beltran. ¿Qué hay después? El domingo pasará ante nosotros la historia igual que pasa un perro salchicha. El relato de Messi en Argentina no te lo escribe ni el mejor novelista. Jordi Puntí dijo que Messi ya es un personaje de ficción, un superhéroe. A los héroes los putean pero, por más modernos o contradictorios que sean, siempre ganan. Y este héroe, después de fallar penaltis, perder finales y dejar la Selección, ya camina con la seguridad de llegar a los sitios antes que nadie. En esta peli está muy bien rodeado. Lo protegen el ‘Dibu’ y Otamendi, una aduana: te dejan en gallumbos y te meten en una sala acristalada a la espera de tu abogado. Y los jóvenes han escupido en mi alegato a la nostalgia. “OK Boomer”, dicen al jugar. Siempre estamos que si los jóvenes no sé qué. Ahí están esos chavales de alrededor de los 2000 jugando con su ídolo. Que te dé una asistencia Messi es como que te dé paso para cantar Estopa. Mac Allister funciona tan bien que deberían llamarlo iMac. Enzo elige la pregunta de Geografía en el Trivial porque sabe dónde está todo el mundo. Julián, más que la ‘Araña’, se desplaza como Spiderman entre edificios. Messi es el líder de un gobierno formado por ministros de la Felicidad. Y ya no lo para ni la mufa. Era martes 13, pero si a Messi se le cruza un gato negro, va el gato corriendo a casa a decirle a su familia que tendrán años de buena suerte. No lo para ni Modric, que estropea los relojes que cuentan pasos. No lo para ni la lógica. La ciencia dijo que era imposible; la poesía, que era probable. Messi se burla de Opta. Sabe que lo suyo son las letras, las que escriben los Besa, Cabezas, Caparrós y Brunatti. “El mejor del mundo es Messi y el segundo es Messi a una pierna”, escribió la periodista. A Messi ya no lo para ni Messi, superado el trauma de los penaltis. Y a Messi no lo para ni Maradona. Messi ya fue el Diego regateando sombras contra el Getafe, ya marcó con la mano contra el Espanyol, ya insultó. Le faltaba la leyenda en un Mundial y la tiene: volvió a arrancar por la derecha el genio del fútbol mundial. Messiánico ya es sinónimo de maradoniano. Desnudó a Gvardiol, un central que jugaba con armadura. Messi tiene un álbum de fotos con más versiones suyas que el My Way. Y la última siempre es la mejor. Messi, como Eddie Murphy en El profesor chiflado, es todos los personajes de la Navidad: Dios, el Mesías, los Reyes. Sobre todo es el niño que sigue jugando. Porque a Messi le encanta la juventud: potencia la de sus compañeros, eterniza la suya y, gracias Messi, prolonga la nuestra.

S.V.J.


Ventana 24. 13 de diciembre.

Existían los tiranosaurios, los triceratops, los diplodocus y los velociraptors, y Luka Modric ya andaba por ahí, acariciando el balón con el exterior. Tienes razón, Vázquez. El Mundial se apaga. Esto ya es como en los últimos capítulos de El juego del calamar: te sientas a mirar la prueba esperando que el muerto no sea el personaje al que le has cogido cariño. El que no se acaba nunca es Modric. La sombra del croata en los grandes torneos es más alargada que la del Empire State: termina en el horizonte. Otra vez en semifinales. Otra vez sentado en lo alto de la enorme pila de cadáveres. Canadienses, belgas, japoneses, brasileños. Modric fulmina rivales como quien arranca los pétalos de una flor. ¿Más vidas que un gato? Nah. Más vidas que Modric, que no da pases, suelta arañazos. Su capacidad para superar rondas está tan fuera de control que incluso me lleva a plantear nuevas teorías acerca de la inmortalidad del Real Madrid en eliminatorias: quizá el secreto no estaba en el escudo, sino detrás, en el ’10’. Es admirable y a la vez da mal rollo. ¿Cómo lo consigue? Cuando el partido se despeña a la prórroga, y al resto de jugadores se les dispara la presión, él está tranquilo, solo le falta encenderse un Cohiba. Rafael Azcona decía que a la vida se viene a desayunar. Modric ha venido a jugar estos minutos. Modric hace el caballito por el borde del abismo. No ha tenido un camino fácil en Catar. Tampoco lo tuvo en Rusia, y ya sabemos dónde acabó. Lo suyo es un exceso, un chute de personalidad que se inyecta en la sangre y se desparrama en el campo. Estaría bien que nos contara cómo lo hace para no cansarse. Cierran la barra, bajan la música, encienden las luces, y el tipo sigue bailando. Al final de una noche de fiesta, solo hay dos personas que no quieren irse a casa: Ernesto Sevilla y el bueno de Luka. Algunos insisten en llamarlo ‘Lukita’. A mí me cuesta horrores. Cómo vas a tratar como a un niño a un caballero de 37 años que tiene que pedir tres bolsas en el súper para cargar con todos los títulos que ha ganado. No sé, Vázquez. Llamémoslo ‘Lukón’, ‘Lukote’, ’Lukazo’. O, ya puestos, ‘Su Majestad’. 

M.B.


Ventana 23. 12 de diciembre.

Se abre el telón y se ve a Cristiano, Messi, Suárez, Modric y Busquets en su último Mundial. Se cierra el telón. ¿Cómo se llama la película? Ni idea, pero no quiero verla. Te aviso, Beltran: hoy traigo chocolate amargo. El Mundial está tan cerca del final que ya es casi un recuerdo. Al no haber partido, me pasa como algunos delanteros: soy mi peor enemigo si tengo tiempo para pensar. ¿A ti también te recuerda Google dónde estabas hace años? Qué vértigo, esa arqueología del pasado es subirse a una montaña rusa. Somos falsos historiadores de nuestra memoria. No tenemos ni idea de quiénes éramos hace 20 años, pero lo intentamos descubrir con los Mundiales. Pienso en Rustu Reçber, con las rayas negras en la cara, y desciendo en caída libre. Los recuerdos son un parque de atracciones. Duele, sí, ¿pero no nos metemos a veces en el túnel del terror sabiendo que lo pasaremos mal? Beltran, la banda sonora de la Selección era el “Qué pasará” de Raphael y me he hecho la misma pregunta. ¿Qué pasará cuando ningún futbolista sea más viejo que nosotros? Seguramente nada, pero habrá pasado todo. Pronto hablaremos en pasado de Messi y de Cristiano, los jugadores de nuestra adolescencia. Lo peor de que un futbolista se marche es que significa que el tiempo pasa. Por eso cuando un jugador se retira, en realidad te retiras tú. Las lágrimas de Cristiano son el tictac del reloj que nunca para. Mira, mi película de terror favorita es Boyhood. En el próximo Mundial, nuestra vida será diferente. No tiene por qué ser peor, pero sí diferente. Como los nuevos ídolos: Haaland, Mbappé, Musiala, Bellingham. Son buenísimos, Beltran, pero no son los nuestros. Ver a Davids me pellizca más el corazón. Que Musiala sea mi ídolo es como si digo ‘padrear’. No pega. Porque con un gol de Kudus no te fumaste tu primer cigarro. Con un gol de Gakpo no probaste la cerveza. Con un gol de Pedri no te dejó tu primera novia. Digo Países Bajos para parecer joven pero quiero decir Holanda aunque sea incorrecto. Nadal dijo hace poco que se hacía mayor. Joder, Beltran, si Nadal se hace mayor, nosotros también. Es nostalgia, sí, tóxica, sí, pero qué hago si me siento más seguro si miro a Suiza y veo a Shaqiri, Xhaka y Ricardo Rodríguez. Un día estás marcando golazos con Adriano en el Pro 6 y al día siguiente Eros Ramazzotti es abuelo. Tengo la sensación de estar viendo los créditos de una película. Y sí, ahora que veo a futbolistas marcharse y aquí queda cada vez menos gente, ya he caído en el título: Solo en casa.

S.V.J.


Ventana 22. 11 de diciembre.

Cuando se cruza por primera vez con sus rivales en el campo, después de los himnos, el mediocentro titular de Marruecos se acerca y les introduce educadamente una targetita en el bolsillo. Se lee lo siguiente: “Hola, me llamo Sofyan Amrabat, desayuno cemento con cereales y no te vas a olvidar de mí en tu puta vida”. Amrabat juega al fútbol fácil, colocando un pase después de otro, como quien alinea ladrillos para levantar una pared. Lo que es difícil es quitárselo de la cabeza después de sufrirlo durante un encuentro. Llega a todas partes. Te lo encuentras hasta en el baño. “No tiene sangre, tiene gasolina”, dice Jordi Cardero. Y de la que te cobran sin descuento. Un Mundial deja marcas en la memoria. Pequeñas cicatrices que te persiguen en el tiempo. Pasan los años, piensas en el Mundial de Sudáfrica, y ves a Iniesta rodeado de contrarios mientras esconde la pelota como un médium. Pasarán los años, pensarás en el Mundial de Catar, y verás Regragui manteado por sus jugadores después de cargarse a otro coloso. Marruecos echa estrellas del torneo como quien expulsa rehenes de un tren en marcha con una patada. Ahora camina por territorio desconocido, que es ese país en el que te adentras después de hacer historia y que no tiene nombre porque nadie ha estado allí antes. Le espera Francia, el malo de la película, un mago oscuro que pisa los bosques y se marchitan las flores. A lo Saruman. Los pupilos de Deschamps celebran los goles gritando como tarados. Como si se les hubiera olvidado que hace cuatro años ya fueron campeones del Mundo. Tengo miedo, Vázquez. Estos tipos son insaciables. Ni la tristeza de Kane, el delantero con pintas de mayordomo, los amansó. En referencia al futbolista del Tottenham, que falló el penalti decisivo, Rafa Cabeleira comentó en Twitter: “Tener un aire insuficiente a Ryan Gosling y ahora esto: la vida”. Kane daría un riñón por tener la cara y la suerte de Giroud. Yo daría los dos por escribir como Cabeleira.

M.B.


Ventana 21. 10 de diciembre.

Solo hay dos cosas que pasen cada cuatro años: un 29 de febrero y un Mundial. Si el primero es un día extra para compensar las horas perdidas, el segundo es un mes de regalo para perderlas delante del televisor. Qué Mundial estamos viendo, Beltran. Scaloni se empeña en decir que hay que relativizar, seguramente intenta poner la tirita antes de la herida. El amor no es para tanto cuando nos dejan, el iPhone no es tan bueno cuando te lo puedes permitir y el fútbol no importa si pierde tu equipo. Pero el fútbol insiste en camelarnos. La relación con el fútbol nunca se oxida. No hacen falta casas rurales ni escapaditas ni restaurantes de TripAdvisor: el fútbol te sorprende desde la rutina. A veces es una relación tóxica, te hace estar mal, lo echas de menos. Pero es tan detallista que te regala algo cada día. Ahí están aspirando al trono Modric, Livakovic y viceversa. No sabía que el Plan de Educación de Croacia incluía tres horas de penaltis a la semana. Cuando paren, a las mujeres croatas no les dicen si han tenido niño o niña, les dicen si su bebé meterá penaltis o los parará. Si los penaltis son una lotería, Croacia es como aquel alcalde del PP al que le tocó varias veces. Cómo no vamos a querer al fútbol si ya esperábamos a Brasil en la semifinal, con ese gol de pinball. Pero Croacia siempre tiene un latido más y Modric está en plan ángel que anunció al Mesías, veremos si lo deja por el camino. Porque ahí viene Messi, el capitán de la selección que ya no juega contra nadie, ni siquiera en contra de ella misma: juega a favor del sufrimiento. Quién sabe si cansado de ser Messi, primero se disfrazó de Laudrup y delineó una asistencia certificada. Luego imitó a Riquelme y terminó realizando el sueño de todos los argentinos: con un insulto nos dejó ver cómo sería Messi si fuera Maradona. Escucharle un taco a Messi es como escucharle un insulto a un cura. Son todo sorpresas en este Mundial de la vergüenza que se empeña en conquistarnos sobre el césped. Scaloni repite que el sol saldrá mañana pase lo que pase. Pero cómo vamos a ponernos la coraza, muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar. Y de eso va todo. Conoces al fútbol en un Mundial, te enamoras del fútbol en un Mundial, te casas con el fútbol en un Mundial. Y si el fútbol te regala un Mundial como este, es muy difícil no jurarle amor eterno.

S.V.J.


Ventana 20. 9 de diciembre. 

Van Gaal es como la precariedad. Te dijeron que, con paciencia y esfuerzo, o gastando tus ahorros o los de tus padres en un Máster carísimo, algún día la dejarías atrás, pero pasan los Máster, los sueldos, los curros, los pisos, los peinados y los Mundiales y sigue contigo. Es casi un rasgo más de tu cuerpo, no hay forma de quitársela de encima. En la era de los acelerados, el fútbol cambia en un pestañeo y hay ídolos que duran menos que un policía en un guion de Scorsese. Por eso se agradece que algunas caras resistan, a modo de escobas invisibles que barren el estropicio. En Catar sobreviven unas cuantas: Modric, Messi, Alves, Lloris, Cristiano. A ellas les debes no sentirte todavía como ese pureta al que le hablan de Bad Bunny y en lo primero que piensa es en una peli de la Warner. Tengo un miedo descomunal a acabar así, Vázquez. Que un día alguien tire del cable y me desenchufe. Ir al gimnasio por las mañanas, llevar el dinero suelto en el bolsillo, reñir a un crío por enseñar los calzoncillos. Esas cosas horribles. He visto casos atroces, dolorosísimos, de personas superinteresantes que, la tarde menos pensada, confundieron el Twerking con un juego de mesa, e inmediatamente fueron despedazadas por los colmillos del tiempo. Por eso me agarro a los rostros familiares que aún son tendencia. Por eso me agarro a Van Gaal. Van Gaal eres tú de niño, Van Gaal eres tú dando el primer beso, Van Gaal eres tú sacándote el carné de conducir, Van Gaal eres tú aprendiendo a montar un mueble del Ikea, Van Gaal eres tú pagando facturas. Van Gaal es el último samurái. La barrera que aún te separa del cataclismo. El tipo dijo que se retiraba, lo atacó el cáncer. Pero aquí está. 80.000 generaciones después. Dirigiendo a los Países Bajos en unos cuartos. Él cree que le está prestando un último servicio al fútbol. No se da cuenta de que es más importante que eso. Está ralentizando nuestro peor destino: ser los cuñados de la mesa. 

M.B.


Ventana 19. 8 de diciembre.

¿Escuchas eso? Es el mundo sin Mundial. Aburrido como antes. Ya es mala pata que eliminaran a España justo antes del primer día sin partidos. En el fútbol, las resacas se superan bebiendo. Mientras algunas selecciones aún fantasean con lo que les traerán los Reyes, a España le han apagado las luces navideñas hasta en Vigo. Lo único que suena es el eco de la derrota. Se escuchan las últimas letras de una onda expansiva: fracaso. Con esa palabra se extinguieron los dinosaurios y terminaron matando a los zombis de The Walking Dead. Parece una palabra, pero es un insulto, un pisotón a una cucaracha y un disparo. Fracaso no tiene tres sílabas, tiene tres actos: planteamiento, nudo y desenlace. Fra-ca-so. La dices y parece que has tirado un vaso de cristal al suelo. Que has arañado una pizarra. Que has mordido con las muelas un polo de limón. Que has espantado cincuenta palomas. A Luis Enrique, el técnico que entró al fútbol buscando la salida, le estaban esperando en la trinchera. Agazapados detrás de unos contenedores con la munición a tope. Y llegó el momento de descargar. Aunque el fútbol a veces vaya más de centímetros que de tácticas. Aunque en la defensa de Marruecos no cupiera ni un pedo. Aunque los penaltis sean una lotería, o por lo menos una putada. El Mundial es El sexto sentido: todos los que dan vueltas por ahí están muertos y no lo saben; el único que está vivo es el protagonista, o sea, el que gana. A los partidos se les hace la autopsia cuando muchas veces fallecen de viejos, mala suerte, un resfriado mal curado o porque sí. Beltran, estamos todo el día analizando una derrota. Sabemos mucho, pero el fútbol se parece más a La ruleta de la suerte que a Saber y ganar. Axel Torres puso el ejemplo del partido ante Paraguay en 2010, feo y atascado como contra Marruecos, incluso con un penalti que detuvo Casillas. Esa vez ganó la Selección. Si eso fue un éxito y esto es un fracaso, es porque las dos palabras viven en el 1ºA y el 1ºB, comparten las cuerdas de tender y se prestan la sal. Perder y fracasar no debería ser lo mismo, un poco como kitchen y chicken, que de pequeño yo pensaba que eran sinónimos, pero no. Para algunos, en el deporte y en la vida aún se fracasa. Entonces, Beltran, nos ponemos los primeros, ¿no? Disparen.

S.V.J.


Ventana 18. 7 de diciembre.

Perder es un percal. Nadie sabe cómo se hace, por más que lo haga varias veces al día, casi tantas como ir al baño. Perder molesta, porque uno nunca termina de saber muy bien qué es lo que pierde. ¿Dinero? ¿Tiempo? ¿Felicidad? ¿Honor? Probablemente todas y probablemente ninguna. Perder jode, sobre todo, porque es un final impuesto por otro. Se llame Dios, se llame destino o se llame Bono. Se acaba algo que no queríamos que acabara. Odiamos que nos cierren los bares: queremos cerrarlos nosotros. “En cualquier negocio”, advertía Lucky Luciano, “lo importante es no ser el muerto”. Ayer la selección española salió de la cama radiante, pensando que todavía le faltaban por escribir las mejores páginas de Catar 2022. Hoy la han encontrado bajo las sábanas, helada, con una bala en la frente y ni una frase entera en el bolsillo. El fútbol es un demente. Que te echen del Mundial en octavos es como si te quitan la canción justo antes de que venga el subidón. Que cambien de canal cuando van a decir el nombre del asesino. Que enciendan las luces mientras echas un polvo. Perder también es que te corten el rollo. España se come un aguacate cada mañana, hace una hora de elíptica, lava los platos después de utilizarlos y jamás dice tacos. Entre pase y pase, se construyó la imagen de un yerno perfecto, de esos que se quitan el casco de la moto y no se despeinan. Hace todo lo que se debe hacer, pero se le olvidó que para sobrevivir a una Copa del Mundo también hay que saber pedirse una copa. “Acostarse temprano y levantarse temprano hacen de un hombre alguien saludable, próspero y muerto”, apuntaba James Thunder. De qué te sirve conocer los horarios del bus nocturno si no vas a coger uno en tu vida. De qué te sirve jugar bien si no marcas ni de penalti. Hay dos tipos de personas en el mundo, Vázquez. Las que planchan las camisas después de lavarlas y las que no. Luis Enrique, Busquets o Sarabia nunca salieron a la calle con una arruga. Eso solo tiene la ventaja de ahorrar algunos trámites con la funeraria: tal como te encuentran, te meten en el ataúd.

M.B.


Ventana 17. 6 de diciembre.

El Mundial se ha convertido en una fiesta de pueblo. Los penaltis son King África: si suena, todo el mundo se lo pasa mejor. Croacia juega con crema antiarrugas y va a los once metros como los repetidores que tienen la soluciones en el libro. En 2018 ya superaron tres prórrogas y dos tandas de penaltis. Esta vez pasaron gracias a Doctor Octopus Livakovic. Paró hasta los escupitajos. Descarté ser médico por la sangre y descarté ser futbolista por tener que tirar penaltis. ¿Dónde lo tirarías tú, Beltran? A mí un entrenador me dio un consejo buenísimo: ten claro dónde lo vas a tirar y no cambies la decisión. El problema es que yo siempre tenía claro que lo iba a tirar fuera. En fin, que se inauguraron las prórrogas, el after hour de los partidos. Juan Tallón, que tiene un posgrado en prórrogas, escribió que es el hecho más salvaje y reconocible de un Mundial. No juegan como si fueran a perder los partidos, juegan como si fueran a perder sus ahorros. Me dio pena Japón, ese equipo bipolar que a veces jugaba al fútbol sin pelota. Parecían Ranma, el luchador de artes marciales que se convertía en una chica pelirroja cuando tenía frío. No tocaban el balón en media hora y de repente te hacían jaque mate en tres toques. Tuvo mérito estar cerca de ganarle al ajedrez al equipo que tiene el tablero en la camiseta igual que Michael Scofield tenía tatuados los planos de la cárcel. Es que los croatas te quieren ganar hasta al ‘Veo veo’. Ahora se las verán con Brasil. Celebran los goles igual que tú bailas la ‘Fiesta pagana’ con tus colegas: una mezcla de los Gemeliers y Comunidades Religiosas. Cuando atacan me acuerdo del remolino de agua que engulle el sumidero. Corea ni pudo poner cuatro pelos. Brasil son los Globetrotters. Tite puede elegir arriba como un entrenador Pokémon. Vinicius es Squirtle porque va surfeando, Raphinha corta con sus esprints como la hoja afilada de Bulbasaur y Richarlison es Charmander porque juega desnudo. Neymar, claro, es Pikachu, de chispa en chispa. Beltran, cualquier equipo que veo creo va a ser campeón. He venido a esta fiesta a bebérmelo todo. Ya estamos en el mejor momento del Mundial. Las prórrogas son como las Pringles: cuando hacen pop ya no hay stop. Y hoy juega España. Suerte que tenemos a Pedri. Pedri no juega prórrogas, Pedri juega huelgas de hambre.

S.V.J.


Ventana 16. 5 de diciembre.

El Mundial se ha puesto serio. Como cuando tu pareja te llama por tu nombre e inmediatamente sabes que has hecho algo mal. En los octavos de una Copa del Mundo no se llevan los “cari”, los “gordi” o los “amore”. En los octavos de una Copa del Mundo, digamos, una manzana es una manzana y un elefante es un elefante. La lista de motivos para creer que Francia es candidata al título es tan extensa que corremos el riesgo de olvidar el más obvio: es Francia, no Sri Lanka. Hay palabras que son llaves que abren candados y decantan eliminatorias. La selección de Deschamps lleva gafas de gol los días nublados, viste gabardina y guantes de cuero, no se pararía a saludar a un niño o a un perro y jamás sonríe en las fotos. Es el villano perfecto. Al menos, el más despiadado. Lógico: nadie puede contenerse si tiene un Mbappé en el bolsillo. “La pistola se saca pa disparar, el que la saca pa enseñarla es un parguela”, que decía el poeta. El parisino ya ha mejorado sus números de Rusia 2018, de donde salió campeón con 19 años. Continúa siendo insultantemente joven. Continúa siendo terriblemente superior. Sus dos chicharrazos a Polonia me dolieron hasta a mí. Para pararlo, habría que llamar a la policía. Debería estar penado tratar el balón de esas maneras, Vázquez. El eco de sus disparos se escucha en Marte. Mbappé no da bofetones: te pega con el bate. Qué acojone. En cuartos, le esperan Southgate, Kane y los extremos del momento. David Álvarez escribe en El País que “Inglaterra tiene música”. Concretamente, la que suena cada vez que Saka, Foden o Rashford cogen al lateral de la mano y lo sacan a la pista de baile. Desde John Travolta y Uma Thurman que nadie se movía con tanta gracia. Su duelo contra los galos promete. Sobre todo, para los que seguimos la mayoría de partidos de un Mundial con los sentimientos enfundados, por puro hedonismo. Será como plantar la tumbona en la plaza del pueblo, abrir una cerveza y ponernos a mirar el cielo, a la espera de que los fuegos artificiales hagan el resto. 

M.B.


Ventana 15. 4 de diciembre.

El Dios del fútbol aprieta, pero no ahoga. Se van los uruguayos, pero sigue Messi. Si Messi puede ganar un Mundial, todo es posible. Si Messi puede levantar la copa, a nosotros todavía nos puede tocar la lotería. No es tan importante que Messi gane un Mundial, sino que pueda ganarlo. Es la fe, la esperanza, la ilusión la que nos levanta cada mañana. Y Messi quiso que hoy nos despertáramos pensando que los Reyes existen. Me hablabas de la nostalgia, Beltran. Con Messi no hay nostalgia porque todavía está aquí. Messi es el pasado, sí, pero también el presente, y lo que ya me parece un abuso es que Messi todavía siga siendo el futuro. Algunos dicen que no corre. Joder, ni en 1.000 partidos han entendido que Messi no va lento, son los demás jugadores los que van demasiado deprisa. Messi se para en el césped como un escritor ante el folio en blanco. Estudia los pasillos al gol. Aparece en los partidos como los superhéroes: cuando llueve en un callejón, se funde la luz y la policía no aparece. Queremos que resuelvas nuestros problemas. ¿Estoy triste? Messi, por favor, alégrame un día más. Dicen que otros le hacen el trabajo sucio. Yo también presionaría como un perro igual que De Paul, yo también me desmarcaría sin parar como Julián Álvarez, yo también saltaría en los córneres con los codos afilados como Otamendi. Beltran, yo a Messi le lavaría los dientes. Y te digo por qué: juega su partido 1.000 como si fuera el primero. Marcó el gol que sabíamos que íbamos a marcar. El que tiene copyright. El que ha repetido tantas veces que ya ni chuta, pulsa Control C y Control V. Llamarle disparo es un insulto. Messi susurra a la pelota. No me extrañaría que acariciara a su perro con los pies. También volvió a protagonizar esas estampidas en las que tiemblan los vasos de agua y los rivales se ponen debajo de las mesas. Las cabalgatas de Messi son las únicas que derrochan más ilusión que las de Reyes. Este año anuncian que el Mesías no llega el 25, sino el 18. Todo esto para decir que Messi sigue siendo Messi. Tuneando a Marías, Messi es la recuperación semanal de la felicidad. Si Messi marca, mira a cámara y levanta los brazos, el pasado no ha pasado. El Mundial ya es el juego de las sillas, pero cuando para la música Messi siempre está sentado. Cuando Messi se vaya, nos iremos también nosotros. Pero de momento aquí estamos.

S.V.J.


Ventana 14. 3 de diciembre. 

Hay más formas de marcharse de un Mundial que de comprarse una Coca-Cola en un súper. Existen las despedidas light y las despedidas a tope de azúcares. También las despedidas cero reproches y las que pesan como una botella de dos litros. Hay adioses que duran cuatro años y otros que queman para siempre. Uruguay no se va de Catar. Uruguay se va de nuestras vidas. Como hacer una mudanza para no ir a ningún sitio. Suárez, Godín, Cavani o Muslera llevaban tanto tiempo dando guerra que sus nombres se nos habían pegado como un chicle en el paladar. Eran ese jersey viejo y con bolitas que arrastrábamos desde la adolescencia y nos seguíamos poniendo un miércoles para ir a la oficina. El pasado, decía Landero, es eso que nunca acaba de pasar. Abandonarlo es desprenderse de una parte de lo que somos, como si de repente nuestras pisadas ya no dejaran rastro. Un día dejas de comer con la boca abierta y al otro debes acostumbrarte a no ver a esos tipos vestidos de celeste. Un día ya no sales a la calle enseñando los calzoncillos y al otro te dicen que los ‘Charrúas’ no volverán a protestar a un árbitro como si les hubiera quitado la pensión. Se quedan Valverde, Araújo, De Arrascaeta o Darwin Núñez, pero ahora mismo eso no es consuelo. Como dejar el tabaco y andar siempre con un cigarro de plástico entre los dientes. Puedes engañarte, pero en el fondo sabes que estás jodido y que lo tuyo va para largo. Qué hacemos con esta nostalgia, Vázquez. Hay noches que veo un sprint de Mbappé, una croqueta de Pedri o un taconazo de Bellingham y pienso que el futuro es nuestro y lo mejor todavía está por venir. En otras, en cambio, la cámara enfoca al banquillo, no encuentro las muletas de Tabárez por ningún sitio y me siento más perdido que un granjero en un centro comercial. El fútbol es lo mejor que nos ha pasado, compadre. Pero no descarto que también sea lo peor.

M.B.


Ventana 13. 2 de diciembre.

Se ve que un Vladimir es gol de Morata y a dormir. Cuando España juega al fútbol es la leche, pero cuando juega al balonmano roza el pasivo. No da pases, da puntos suspensivos. De tanto blablablá, se sobó. Sabíamos que los japoneses lo dejan todo recogido en las gradas, pero no que lo ponen todo perdido sobre el césped. Yo no me lo creía, y es lo mejor que se puede decir del fútbol. Hemos vivido pandemias y volcanes. Si un día vemos a un extraterrestre comprando aguacates, no nos sorprenderíamos. Pero el fútbol aún nos deja con la boca abierta. El fútbol nunca cae en la rutina. El fútbol siempre ganaría el Óscar a mejor guion original. En una España de recortes, nos arrodillamos ante Alemania y nos rescató. Rajoy y Merkel saben de qué va. Niños no sé, pero muchos perros en España se llamarán Havertz. Havertz debe de ser el nuevo crush de la princesa Leonor, que ya está forrando la carpeta con sus fotos. En fin, que disimulamos de lujo lo de querer ser segundos. Una pena, porque a Croacia la hubieran descalificado por alineación indebida en cuanto se hubieran dado cuenta de que los tres Modrics que juegan nacieron en 2002. Por cierto, a Croacia le anularon un penalti por un fuera de juego milimétrico. En el fútbol posmoderno no puedes perder cita con el peluquero, debes cortarte las uñas cada día y es mejor calzar un 39 que un 45. Eso sí, aún no sabemos si la pelota de Japón salió. Como si la FIFA a veces hiciera raíces cuadradas con la calculadora y otras de cabeza. A todo esto, qué mal ha envejecido Bélgica. Son Pepa y Avelino, todo el día tirándose los trastos a la cabeza. A Lukaku le sonaban las tripas y le empezaron a tirar balones como le tiraban vacas al tiranosaurio. Pero al pobre Lukaku le habían cambiado las partes del cuerpo, como a Míster Potato. Delante estaba Gvardiol, capaz de disolver una manifestación él solo. No todos los héroes llevan capa, pero sí máscara. Ahora que Spotify recuerda lo que escuchamos, Gvardiol le puso a Bélgica canciones de Álex Ubago en la cabeza. Yo también estoy triste. Hoy termina la fase de grupos con un Uruguay-Ghana. Hay partidos que nunca terminan, y ese se lleva jugando doce años. ¿Doce años, ya? Joder, Beltran. Cómo pasa tan lento un día y tan rápida la vida. Este año ni han avisado de que diciembre venía después de agosto.

S.V.J.


Ventana 12. 1 de diciembre. 

Lo de ayer fue pura supervivencia. Cada vez que alguien me preguntaba si entendía por qué Polonia estaba en octavos y México eliminada, le decía “por supuesto” y me ponía a silbar. Una cosa es ser imbécil y otra, mucho peor, parecerlo. En mi cabeza caben pocas certezas, y la mayoría tampoco las pillo. Lewandowski lloró el día que marcó y sonrió el día que perdió. Para comprender el cierre de la fase de grupos de un Mundial necesitas un intérprete. O que alguien te deje su calculadora. Llevo once años huyendo de las matemáticas. Desde que acabé el instituto. Se ve que todavía no lo he conseguido. Todo bien, Vázquez. Dicen que cuando Borges escribía sus cuentos, se le escuchaba reír en el despacho. Al leerlos, yo lo que no me explico es cómo no le estalló la cabeza. Escribir es dificilísimo, pero no mucho más que echar cuentas en la tercera jornada de una Copa del Mundo. Fallas en un número y estás fuera. Argentina odia las clases de aritmética, así que salió antes al patio. Los pibes de Scaloni empiezan a jugar como si les importara más la pelota que la nota del examen. Buen síntoma. El seleccionador, que ya es mayor de edad y se pone las camisas por debajo del pantalón, entró al bar y pidió un Mac Allister; en lugar de un whisky, le sirvieron un centrocampista con llegada al área. Deberes hechos y entregados a tiempo. A punto estuvo de evitarlo Szczęsny, que en Plástica saca dieces. Mientras tú solo sabes dibujar casitas con árboles, el portero polaco hace jarrones preciosos con las manos. Lo jodido es cuando te tiras toda la noche estudiando y no te da ni para el aprobado raspado. México se fue del aula con lágrimas en los ojos después de superar a los saudíes. Respondió a todas las preguntas con cinco párrafos, pero no fue suficiente para subir la media. Ni siquiera valió la joya de Luis Chávez, que marcó el gol de su vida con una falta imparable. Ese balón da en un rascacielos de Doha y lo arranca del suelo. El ‘Tata’ Martino, que siempre parece que le acaben de dar un susto, ponía la misma cara que tú cuando le reclamabas a la profesora un 4’75. Esa lección sí que te la sabías: pedir clemencia casi nunca sirve para nada.

M.B.


Ventana 11. 30 de noviembre.

El Mundial habla como Mr. Wonderful: “No habrá sueño que se te resista”. “Vamos a exprimir la vida”. “Rumbo a mi nuevo lugar favorito”. La pelota recompensa a los valientes. Salir a empatar es salir a perder, como cuando te decían que suspenderías si ibas a por el cinco. Me flipa la tercera jornada. Hay equipos que juegan para vivir y equipos que juegan para no morir. Si estás vivo puedes perderlo todo y si estás muerto no tienes nada que perder. Los que necesitan ganar juegan con la casa en llamas, les queda un 2% de batería y escuchan los pasos de su verdugo al final del pasillo. Quieren seguir con vida, como aquel condenado a muerte que marcó la página del libro en la que se había quedado cuando lo llevaron a ejecutar. A ti también te habrán dicho que compres un piso, y si no pues lo alquilas o lo revendes. Pues al Mundial no le gusta que especules. Que lo sepas. A ver si aprenden la lección y dejan de defender apiñaditos como los Ferrero Rocher de la Preysler. Por cierto, menuda anfitriona ha sido Catar. Organizó la fiesta pero en Spotify le salió el villancico de Leticia Sabater en lugar del de Mariah Carey. Le han quemado las cortinas, le han roto el jarrón de las cenizas del abuelo y ha venido la policía. Ni con vuvuzelas lo ha arreglado. En fin, que unos van para adelante, como la Senegal de Koulibaly. Sabíamos que tenía las llaves de su área, pero no que fuera el conserje. Para casa Ecuador y el ‘Lechuga’, el mejor apodo. Tú podrías ser Marcel el ‘Pitillo’ Beltran. Entiendo lo que dices del tabaco. Mira, lo confieso: si no fumaras tú, yo sería adicto a la nicotina. Pero nos va bien cada uno en su papel. Como a De Jong y a Gakpo. De Jong conduce la pelota con la ventanilla bajada y el codo apoyado. Es el prota del nuevo anuncio de BMW. De copiloto lleva a Gakpo, encargado de atracar los bancos con escopeta y gafas de aviador. Ríete de Thelma y Louise. Hay más tipos de delantero que de tomates. Fíjate en Harry Kane. Es un tiburón vegetariano. Inglaterra lleva nueve goles y él no para de repartir asistencias. Ya te digo yo que este Mundial premia a los tarados. Que se entere Southgate. No hace falta jugar al Cluedo para sospechar que Foden es un asesino con una pelota en un estadio. Otro ejemplo es Pulisic. En el Chelsea es un jugador de cinco tenedores y en el Mundial metería la cabeza en una pecera de pirañas.

S.V.J.


Ventana 10. 29 de noviembre. 

Ya van dos personas en los últimos días que me han preguntado por qué estoy viendo este Mundial. En mi vida, dos personas son multitud, Vázquez. Así que he empezado a preocuparme. Está bastante feo eso de señalarle a un adicto las contradicciones que encierran sus vicios. Como esos amigos que cada vez que te enciendes un cigarro te indican, por si además de adicto eres imbécil, que eso te está matando. Hay cosas que solo se las permites a la familia, y gracias. No se dan cuenta de que en el fondo te están dando más trabajo: primero tendrás que perderlos de tu vista y luego dejar el puto tabaco. Una Copa del Mundo en la que la mejor jugada, después de diez días de competición, es la carrera por el césped de un espontáneo con varias proclamas, es una Copa del Mundo lúgubre, asfixiante. No podemos cerrar los ojos. Como tampoco esquivar todas las tentaciones, a ver si vais a pensar que somos los sobrinos perfectos, a lo Peter Parker. Un Mundial te pela el cable y extrae de ti comportamientos impensables. Serías capaz de decirle a tu madre que te has roto la pierna huyendo de un Demogorgon por la Gran Vía con tal de aplazar la visita y zamparte un Camerún-Serbia. Nunca nos importó tan poco perder los papeles. La vida es breve, el mundo está podrido, y nosotros elegimos enamorarnos salvajemente de Kudus, porque ya todo nos da igual. El extremo ghanés es uno de esos talentos crudos, broncos, que se te pegan a los ojos. Cada vez que irrumpe en el área en Catar, tiemblan las farolas de una base científica en el Ártico. Demasiado carisma. Todo lo contrario que Bruno Fernandes y Bernardo Silva, sin los que Portugal no estaría en octavos. Bernardo y Bruno tienen cara de comer ensalada todas las noches y nombre de haber coincidido contigo en el parvulario. Como rivales, sin embargo, cuestan más de digerir que una Triple Cheeseburger. Demasiada clase. Aunque para contradicciones, la de Casemiro. Kase.O te canta un bolero y lo bailas; Case se viste de ‘9’ y te salva el partido. No entiendo nada, amigo. Ni falta que hace.

M.B.


Ventana 9. 28 de noviembre.

Empatar es posponer la alarma un lunes: eres feliz, pero enseguida tendrás que enfrentarte a la vida. Me cae bien Morata, Beltran. La bondad tiene mala prensa en el área, donde convalidan los años en prisión. Acostumbrados a delanteros que muerden, me gusta ver a uno que se peina con Nenuco. Morata es un personaje de Disney con el primer toque de un jugador de futbolín. Lo que hace aparentar en la vida, Beltran. De Paul parece mucho más futbolista que Pedri, como si un tatuaje importara más que cien entrenos. Pero luego entra en juego la pelota y para robársela a Pedri hay que pedir cita en el SEPE. Enfrente estaba Musiala. Desde el velociraptor nadie mezclaba elegancia y potencia como él. Lo veo capaz de hundirte la vida, pero antes te lo pediría por favor. Nos había marcado otro de mis favoritos: Rüdiger. Rüdiger se cabrea si se le quema la tortilla. Rüdiger hace un perfect y lo celebra. Rüdiger, te quiero. Se lo anuló el VAR, que es como que te regalen algo y después digan que no es para ti. Ah, para Navidad quiero las Converse rojas del seleccionador de Costa Rica o la felicidad de Marruecos. Para ellos no fue domingo, ese día de la semana en el que están todos los demás. Quién nos iba a decir que el Mundial iba a enloquecer un domingo. Lo hizo gracias a Canadá, que ha ido al Mundial como si fuera a las fiestas patronales. Más equipos así. Canadá es la abuela que en las comidas familiares escupe los huesos de oliva y alterna el sintrón con la cerveza. Encima el gol más rápido del Mundial lo marcó el tío más rápido del Mundial. Y hay más: Davies anotó el primer tanto de Canadá en un Mundial y en tenis Canadá ganó su primera Davis. Son las estadísticas que necesito, como esa que circula por Twitter: Kubo es el jugador con apellido geométrico más joven en un Mundial, por delante de Redondo y Cuadrado. A Canadá se la ventiló Croacia, la selección que juega con un mantel porque engulle al rival. En fin, Beltran, que un domingo puedes envejecer. Es lo normal, pensé cuando vi a los belgas. Pero antes había visto a Borges, Keylor Navas y Campbell, que fichan a las ocho de la mañana y por la noche protegen la ciudad. Yo creo que a los belgas se les metió el lunes en el cuerpo. Encima dicen que hoy es Cyber Monday. Solo hay una cosa mejor hecha que el Mundial: el capitalismo. Del Black Friday al Cyber Monday. Pero mira, han fallado. Qué voy a comprar si con Brasil lo tengo todo. Cómo va a ser lunes si hay un Uruguay-Portugal. Si hay Mundial, los lunes no existen.

S.V.J.


Ventana 8. 27 de noviembre.

Hasta hace unos días, Francia olía horrible, a Mundial 2002. Al peso de defender corona se sumaba el goteo incansable de lesiones, que redujeron su plantilla a un trozo de queso emmental, con agujeros por todas partes. Sucede que Deschamps, cuando tiene el Ferrari en el taller, coge el Porsche para salir a dar una vuelta: los ‘Bleus’ son una carta que solo ofrece platos buenos. También ocurre que Mbappé sigue siendo la estrella. No me cae especialmente bien el del PSG, al que a veces maldigo en voz baja para que falle los tiros. Tampoco es que le vea muy preocupado con eso. Mbappé juega al fútbol como Miles Davis tocaba la trompeta en muchos de sus conciertos: de espaldas al público. Su misión no es caerle bien a la gente, es caerle bien al marcador. Si el primer requerimiento para triunfar fuera ser un tipo guay, este Mundial lo ganarían los australianos. Irvine, Rowles, McGree, Duke: la pasta que soltaría para que fueran mis amigos y me llevaran con ellos cada finde al lago a pescar y a beber Budweiser mejor no la digo, porque es indecente. Tampoco dispongo de ella. Me gusta la Navidad, Vázquez; lo que no me gusta es no tener ni un puto duro. Creo que este año tendré que regalarte una papiroflexia. ¿Prefieres un pájaro o un barquito? Lo que habría que regalarle a Pablo Aimar es un bypass. A él y al 90% de sus compatriotas. Un país que mira el fútbol como si en realidad estuviera viendo a un niño a punto de caer por el balcón: con el corazón en la boca. Julian Ross no podría haber sido argentino. La única pastilla que salva a la ‘Albiceleste’ del infarto lleva el ’10’ y hubo un día que, como ya se había pasado el juego de los mejores goles, decidió apuntarse al de las mejores celebraciones. Lluís Inarejos puso en Twitter que los highlights de los argentinos son los abrazos. Ninguno los da como Leo. Descarga el latigazo desde la frontal, manda el balón a la cama y empieza su carrera hacia el Nirvana. Cuando Messi abre los brazos desaparecen las arrugas de las sábanas, las puertas dejan de chirriar y todos los relojes se ponen en hora. Es como si el mundo entregara las armas, sonara clic, y todo, por un segundo, volviera a estar en orden.

M.B.


Ventana 7. 26 de noviembre.

El Mundial es el Black Friday: ves cosas que no necesitas. Como un Irán-Gales por la mañana. Amazon sería Catar. Pero al final resulta que lo necesitabas. Estaba siendo un 0-0 bonito, no como el 0-0 de Inglaterra y Estados Unidos. Hay tipos de 0-0 igual que hay pizzas en Nápoles y pizzas en un super. En este Mundial, los equipos se preguntan si estudian o trabajan y al momento se meten la lengua hasta la campanilla. Y así, de repente, marcó Irán, y saltaron todos al campo. En la segunda jornada, como si en una boda la peña se pusiera la corbata en la cabeza en la misa. Van a empezar a caer equipos como granos reventados en el espejo del baño. La victoria de Irán la necesitábamos sobre todo por lo de fuera. Porque el fútbol a veces da revancha de la vida. Si la vida es el partido de ida, el fútbol es el partido de vuelta. La vida no es justa, pero el fútbol a veces sí. Y entonces parece que la vida lo sea. Puedes perder en la vida y ganar en el fútbol. Es un espejismo, pero parece que le ganemos al poder, que triunfen los buenos. Es poquísimo, casi nada, como llevarse el juego del programa, pero al menos durante un minuto sonríes. ¿Cuántos días de mierda te ha arreglado el fútbol? Nos dicen que los futbolistas no son héroes, pero qué difícil es no ponerle la capa a Azmoun. Luego están otros héroes, como Mateu: hola, me llamo Mateu y esto es Jackass. Puestos a robar, que sea a Catar. Muy a favor. Tanto como tu reivindicación de los narradores. De los periodistas en general, tan necesarios en este Mundial. En fin, que tú y yo hemos durado más que Catar. Ojalá seamos como Enner Valencia: firmita y cuando se va lo hace de una forma cada vez más dramática. De momento se han encendido las luces de Navidad y aquí estamos. ¿A ti te gusta la Navidad, Beltran? A mí no me gusta, pero sí me gusta. Las luces de Navidad me ilusionan nada más verlas, como algunos jugadores. Gakpo, por ejemplo, ya oposita a jugador ‘Luces de Navidad’. Bellingham, Musiala y Kudus también. En estas competiciones siempre se encienden luces nuevas: Ribéry duró como un led, Özil nos regaló chispazos y Arshavin, en una Eurocopa, se apagó enseguida. Pero cómo brillaba. No importa el tiempo que se mantengan encendidas. Por ahora somos felices. Y eso es lo que cuenta.

S.V.J. 


Ventana 6. 25 de noviembre.

Nunca sé qué responder cuando me preguntan si me siento joven. Depende del momento. Hay días de colores, en los que me atrevería a ir al cumpleaños de mi suegro con la camiseta de Camerún, y días grises, en los que pienso que un soplido de Fede Valverde bastaría para mandarme directo al medio del Pacífico. Me gustan los disparos del uruguayo: el balón sale de su pie derrapando, como si el semáforo se hubiera puesto en verde y tuviera prisa para llegar a destino. No me gustan, en cambio, los empates a cero. En Catar, ya llevamos cuatro. Nunca hubo tantos en la primera jornada de una Copa del Mundo. Un 0-0 es la representación gráfica de un bostezo. Lo dijo Maradona. A Maradona, ya lo sabes, Vázquez, siempre hay que escucharle; y si te preocupa tu salud, hacer lo contrario. A un Mundial debes exigirle todo: golazos, remontadas, prórrogas, penaltis. Si no, te sientes como si hubieras ido a ver a los Rolling y en el último momento hubiera aparecido tu primo tocando el saxofón. Sobre todo a este, con todos los motivos que nos ha dado para odiarle. Un Mundial es sentarse en un restaurante y pedir incluso lo que está fuera de carta. Ya tendrás otros cuatro años para ahorrar y hacer dieta. A un Mundial hay que reclamarle más partidos como el Portugal-Ghana, que pasó de funeral a fiestón con barra libre con un simple chasquido de dedos. Y más delanteros como Richarlison, sin miedo a las alturas. Algún día imitaré su escorzo inverosímil en el aire para batir al portero serbio y tendrá que venir una grúa a recogerme. Su remate fue el de un marciano, solo superado por la narración de José Sanchis en Gol Mundial, que alguna compañía de telefonía convertiría en politono si aún estuvieran de moda. Imagina que coges el móvil y cae sobre ti esa cascada de palabras precisas y rimbombantes. Cómo no venirse arriba. Me hubiera encantado ser jugador de fútbol, socio, solo para que alguna vez un narrador me hubiera llamado “titán”. No hay otro ámbito en la vida en el que puedas ganarte ese apelativo. Pero eso nunca pudo suceder. Como escribió en una ocasión Manuel Vicent, haciendo un salto al cine, “ser un buen actor o una buena actriz o es muy fácil o es imposible”.

M.B.


Ventana 5. 24 de noviembre. 

La Selección no estaba borracha, claramente jugaba así. Cuesta abajo y sin frenos. Lo mejor de un equipo es que se parezca al entrenador. Y la ‘Roja’ es clavada a Luis Enrique: sin complejos, juega con la vena hinchada y va en patinete. Luis Enrique no ha construido un equipo, ha construido una secta. Yo le agradezco a Luis Enrique que desespere a los cuñaos y a los señoros como ellos nos desesperan a nosotros. Decían que la plantilla era demasiado joven. Pedri mañana cumple 20. Pedri es el Riquelme que come quinoa, Pedri es el Riquelme que se apunta al gimnasio, Pedri es el Riquelme que va a misa. ¿Y Gavi? Yo con 18 años me creía maduro por ir en tren a la universidad y él ya ha marcado en un Mundial. Y tú, Beltran, ¿te consideras joven? Yo no sé si ya tengo 30 años o todavía tengo 30 años. Si fuéramos futbolistas, encararíamos el final. Como queremos ser escritores, acabamos de empezar. Nos queda toda la vida por publicar, incluso después de muerto alguien puede rescatar esto y publicarlo. Ah, también se decía que nos faltaba gol. Es verdad que no tenemos a un ariete tan guapo como Giroud. Contradice mi teoría de que los mejores delanteros son más feos que un gentilicio. Lo veremos hoy con Uruguay. ¿Suárez y Giroud comparten oficio y posición? Como si un cisne y un cocodrilo fueran hermanos. En fin, Beltran, que me enrollo. Me está gustando el Mundial. Parece que va a ser un mojón de empates a cero y Japón le remonta a Alemania. Los asiáticos hicieron mucho ruido ante las bocas tapadas de Alemania. Si te das cuenta, los mejores gestos del Mundial han sido callarse y taparse la boca, una lección para la escritura. Está siendo un Mundial de porteros, también. Gonda cometió un penalti de Grand Prix y después salvó a su equipo. Qué oficio el de los porteros, intercalando aciertos y errores. Como leer una frase de Leila Guerriero y después otra de Paulo Coelho. Hablando de frases: Rajoy escribe sobre el Mundial. Y muy bien. Dice que Arabia Saudí es Arabia Saudí y Alemania es Alemania. A M. Rajoy se le daban bien los números y a su hermano político, las letras. Quizás debería sustituirnos. Por si acaso, me despido como Batshuayi, con un chute que rebota en el palo y me parte la cara. Ya me cobraré la revancha y marcaré en un Mundial.

S.V.J.


Ventana 4. 23 de noviembre. 

Sabemos que Bale tiene tres prioridades. Las mías son: fumar menos, comprarme una bufanda que no acabe odiando y tratar de no ofender a un argentino. Todos a cubierto: han vuelto los insultos de los aficionados de la ‘Albiceleste’. Cada vez que pierde Argentina, gana la literatura. Se trata de una victoria pasajera. Raquítica, si quieres. Pero que vale su peso en oro. El insulto tiene mala fama. En ningún caso, peor que la de los libros. En el fondo, no son tan diferentes a nosotros, Vázquez: personas tratando de hacerse entender con las palabras. La derrota, si trae un “arquero sos un cabeza de termo” debajo del brazo, se vuelve adictiva. A Josep Pla le encantaba el Martini porque era amargo, “que es el gusto de la existencia”. Quiero un trago de eso. A poder ser, que me lo sirvan dentro de muchos años, mientras leo en un bar las célebres memorias de Dahmen y Al-Owais, los porteros de Túnez y Arabia Saudí, a los que el Mundial de 2022 convirtió en leyendas. A la Copa del Mundo se le va la pinza. La Copa del Mundo se divierte encumbrando a tipos con caras corrientes y apellidos que no sabes pronunciar. Aunque no nos engañemos: en dos meses ya no nos acordaremos de ellos. El fútbol se come a sus héroes y luego escupe los huesos. Pero algunos se le atragantan. Otamendi. Kjaer. Héctor Moreno. Krychowiak. Por qué tengo la impresión de que cuando jugaba Garrincha esa gente ya andaba por ahí metiendo la pierna. El ‘Memo’ Ochoa es otra de esas caras que la marea del tiempo insiste en devolver a la orilla. Algunas noches me doy la vuelta en la cama y temo encontrármelo al otro lado, con el balón caliente en el pecho después de haber parado otro penalti. O Giroud, que ante Australia igualó a Henry como máximo goleador de su selección. En una entrevista reciente de El País, el biógrafo de Elon Musk describía al nuevo propietario de Twitter de la siguiente manera: “Para él, el caos es el procedimiento operativo estándar”. Sin comentarios. Podríamos concluir que el procedimiento operativo estándar de Giroud es instalarse en el área como quien se apalanca en una playa en verano, colocar la sombrilla, la toalla y la neverita en su puesto, y dedicarse a completar sudokus mientras espera ese centro quirúrgico que lo lleve a hacer historia con Francia.

M.B.


Ventana 3. 22 de noviembre.

DJ Koopmeiners. DJ Gakpo. DJ Bergwijn. Me hablaste de nombres y jugó Países Bajos, cuyos futbolistas parecen pinchadiscos de un festival alternativo. Y Van Gaal es el segurata de todas las ediciones. Cuando tú y yo gateábamos en esto, Van Gaal ya estaba por aquí. Lleva tanto tiempo que ha cambiado de país: era de Holanda y ahora es de Países Bajos. El tiempo pasa para todos: más de 70 años cantando God Save the Queen y de repente te cambian la letra. Pero Van Gaal sobrevive al tiempo. El primer jingle futbolístico que se me metió en la cabeza fue el “siempre negatifo, nunca positifo”. Ninguna frase nuestra pasará a la posteridad como esa. Además, es un tipo valiente que denuncia las costuras del Mundial. Aunque para valientes los iranís, que parece que en el vestuario escucharon los versos de Pablo Milanés: “La vida no vale nada / cuando otros se están matando / y yo sigo aquí cantando / cual si no pasara nada”.  Ellos no cantaron, se callaron durante su himno y demostraron, una vez más, que el silencio hace mucho ruido, Beltran. O debería llamarte Broncano, porque me preguntas por mis ahorros. No tengo lo suficiente para fichar a Bellingham y echo el Euromillón semanalmente. Hazte una idea. Hablando de pronósticos, ¿has hecho porra del Mundial? Estuve un rato jugueteando con el simulador, con posibles finales. Era como estar en el aeropuerto delante de la pantalla, con todos los vuelos por coger y la ilusión por embarcar. Qué bonito todo cuando nada ha sucedido. Es el poder de la previa: el amor fracasa con el conocimiento. Hoy, debut de Argentina, el campeón según mi porra. Scaloni dijo que Messi es el más terrestre de todos. Te voy a decir una cosa: No sé si Messi querría ser Dios, pero seguro que Dios querría ser Messi. Y qué me dices de Bale. Chutó el penalti como se golpea en el golf. Demostró el orden de sus tres prioridades. ¿Cuáles serían las tuyas? Ah, Beltran, deja de elogiarme o empezaré yo. Si la escritura es entrenamiento, esto es como verte marcar goles sin parar mientras yo ni me acerco al palo. Suerte que la única forma de aprender es leyendo a los mejores.

S.V.J.


Ventana 2. 21 de noviembre.

Vázquez de mi vida. Llámame como quieras. Christopher Moltisanti. Jon Nieve. DeMar DeRozan. Pervis Estupiñán. Sabes que los nombres son una de mis debilidades. Me pasa un poco como con los textos. Me gustan todos menos si son míos. Durante este mes, si tú eres Messi, yo seré tu Rodrigo de Paul. Voy a quitarte a los fans de encima, voy a cebarte el mate, voy a pasarte el balón hasta en la ducha. Será como hacerte la cama todas las mañanas. Todo por agradecerte la propuesta de compartir calendario de adviento mientras dure la Copa del Mundo. Ahora me doy cuenta de que acepté antes de que acabaras la frase, con una reacción seca, automática. Yo a ti no te digo que ‘no’ ni a una cena en La Tagliatella (mucho obsesionarnos con el éxito y a veces es tan fácil como llamar rigatoni a unos macarrones, menudos genios). Pero es imposible escribir de este Mundial y no sentirse en fuera de juego. Enner Valencia todavía podía quejarse y no quedar como un ridículo. Tú no. Tienes el marcador a diez metros. Cantas más que una almeja. Cómo comentar la defensa de Suiza, las transiciones de Costa Rica o las alternativas ofensivas de Senegal y no verte como un cómplice de esos cuatro jeques con las manos manchadas de sangre. Se parece a cuando sales de casa sin lavarte los dientes o con los calzoncillos del día anterior: quizá nadie lo perciba, pero tú te notas sucio. Te haré caso, sin embargo: las culpas a Gianni Infantino. Qué nombre, por cierto. Es imposible llamarse así y no acabar gobernando el fútbol. Suena a marca de trajes de El Corte Inglés. A perfume regalado. Si fuera escritor, ya habría ganado el Nobel. No como tú y yo, que parecemos dos comerciales de Tecnocasa. No hay más opción que remar. Y rezar para que esto no acabe como el partido de inauguración, con la gente yéndose a casa antes de que termine la fiesta. A todo esto, ¿cómo vas de ahorros? Es triste pagar para que te aplaudan, pero más triste es que no te aplaudan. No es un proverbio chino. Pero casi.

M.B.


 

Ventana 1. 20 de noviembre.

No me gusta el chocolate, Beltran.

No sé si es la mejor frase para empezar nuestro intercambio de pases, pero fue lo primero que me vino a la cabeza cuando cocinamos la idea de comparar el Mundial con un calendario de adviento. Fechas parecidas y, sobre todo, la ilusión de abrir cada día una casilla y comerse un chocolatito. No me gusta el chocolate, te decía, pero sí que me comía todos los días el chocolatito del calendario. Fue como si gracias a la Navidad me olvidara de que no me gustaba el chocolate. Ahora gracias al fútbol y al Mundial escondo que no me gusta dónde se celebra. Pero ahí va mi confesión: me hace ilusión que empiece el Mundial. Y quiero explicarte por qué. Porque celebro goles de defraudadores de Hacienda. Porque yo no soy perfecto. Porque el fútbol no es perfecto: Beltran, si el fútbol nos permite olvidarnos de nuestros problemas, cómo nosotros no vamos a olvidar los problemas del fútbol. Y sobre todo lo voy a ver porque no es culpa nuestra que el Mundial se juegue en Catar. Me da asco que se le otorgara el Mundial a un país que no respeta los derechos humanos. Pero una cosa es que veamos el Mundial con pinzas en la nariz y guantes de látex como si tuviéramos que manipular a un muerto, y otra que seamos los asesinos. Manchan el fútbol y nos culpan. Manchan nuestro tesoro y quieren que lo limpiemos nosotros. Manchan el Mundial y recae en nosotros la responsabilidad. Me recuerda a cuando en la pandemia nos dejaron juntarnos en Navidad y luego nos echaron la bronca por juntarnos en Navidad. ¿Tengo que quedarme sin verlo o verlo con remordimientos? Sabes que digo pocos tacos, pero mira: y una mierda. Y a ti, ¿te hace ilusión abrir la siguiente ventana? Yo sobre todo tengo ganas de abrirla contigo, Beltran. En este toma y daca, por cierto, voy a llamarte así. Espero que no te moleste. Te he dicho muchas veces que me fascina tu apellido. Lo mejor que le puede pasar a un apellido es que sea un nombre. Y además no lleva tilde, como si se la hubieras soplado.

Que aproveche tu chocolatito.

S.V.J.