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Las lágrimas de Gabri Veiga

Hace unas semanas, el joven centrocampista no pudo evitar romper en llanto al celebrar los dos goles que certificaban la permanencia del Celta. Pero sus ojos no sólo reflejaron alegría, también liberación

Gabri Veiga

¿Cuántas veces habremos visto en la gran pantalla una historia parecida a la del Celta de Vigo? Una aventura con un objetivo definido desde el comienzo que, pese a complicarse conforme se suceden las secuencias, sabemos de antemano que terminará resolviéndose positivamente. Pero el fútbol, a diferencia del cine, no transcurre en el marco de la ficción, y la gesta que debían protagonizar los celestes no contaba con el amparo de un guion favorable. El equipo arrastraba una muy mala dinámica en liga, que se traducía en un único punto de los últimos 18 posibles. Para evitar pasar la última jornada pegado a los transistores a la espera de los resultados de sus rivales, la única solución posible pasaba por triplicar este registro ante el campeón de la competición, el Barça. Lo sucedido hasta ese momento invitaba a presagiar un final trágico, pero, como por arte de magia, los nubarrones que se cernían sobre el cielo de Balaídos se disiparon.

Resulta difícil concebir una historia sin héroe, y Gabri Veiga fue el encargado de dar un paso al frente. Con tan solo 20 años, edad a la que muchos jóvenes todavía rehúyen de sus responsabilidades, él se echó el equipo a las espaldas y materializó los dos goles que certificaron la victoria y, por ende, la permanencia en la máxima categoría. Pero, más allá de lo estrictamente deportivo, aquella noche quedó patente que el Celta no sólo cuenta con un diamante en bruto entre sus filas, también con un aficionado que siente los colores como el que más. Lloró tras marcar el primero, celebró con el alma el segundo y, una vez sustituido, reflejó el sentir de cualquier ‘olívico’ presente en las gradas o pegado al televisor. Las piernas le temblaron de forma incontrolable, se quedó sin uñas de tanto mordérselas y, tras el pitido final, rompió en llanto. Lágrimas de alegría por la importancia de la gesta, pero también de liberación, ya que su situación era radicalmente distinta hace apenas unas semanas.

 

Cuando llegaron las vacas flacas, los mismos focos que habían destacado a Gabri Veiga como la gran figura del cuadro celeste le señalaron como uno de los responsables del mal rendimiento del equipo

 

A pesar de cerrar su primera temporada completa en el primer equipo de la mejor manera posible, da la sensación de que Gabri Veiga no ha terminado de disfrutar de su consagración en la élite. O, al menos, así se desprende de sus declaraciones tras la derrota en San Mamés a falta de tres jornadas para el final, cuando la amenaza del descenso comenzó a contemplarse como una posibilidad real. Aquella tarde, el joven centrocampista confesó sentirse “jodido mentalmente, físicamente también”. Cuatro palabras tan lapidarias como sorprendentes, ya que, realizando una valoración en frío, su temporada no puede ser catalogada de otro modo que como exitosa. Comenzó el curso sin dorsal con el primer equipo y lo terminó como héroe de la salvación, alcanzando además un notable registro de once goles y cuatro asistencias.

A base de grandes actuaciones, Gabri Veiga terminó generando unas monstruosas expectativas que a la postre terminarían siendo difíciles de gestionar. No estaba previsto que fuese de este modo, ya que su temporada particular comenzó con una derrota en Primera RFEF, pero apenas cinco días después ya estaba asistiendo a Iago Aspas en Primera División. Sin apenas tiempo para asimilarlo, el talento de O Porriño pasó de desenvolverse fuera de los focos a dar un pase de gol al máximo ídolo de los ‘olívicos’, lo que para el estómago debe suponer un revolcón parecido a salir de fiesta con Jack Grealish. Pero más difícil que llegar es mantenerse, y aquella asistencia tan solo fue la primera nota del extenso repertorio que terminaría componiendo a lo largo de la temporada.

GABRI VEIGA, DE APRENDIZ A HÉROE

Gabri Veiga apenas necesitó una jornada más para estrenar su casillero de goles, nada más y nada menos que ante el Atlético de Madrid. El tanto sólo sirvió para maquillar una abultada derrota por 4-1, pero el canterano celeste no tardaría en ser decisivo para el equipo. Su primera titularidad llegó en la séptima jornada, contra el Betis, y respondió a la confianza de Coudet marcando el gol de la victoria. Tras una serie de grandes actuaciones, el verdadero punto de inflexión llegó una vez concluida la primera vuelta. De nuevo ante el Betis, esta vez en el Benito Villamarín, Veiga desplegó un sinfín de recursos que le llevaron a marcar dos goles y a acaparar portadas al día siguiente, consagrándose como uno de los grandes futbolistas del momento.

 

Comenzó el curso sin dorsal con el primer equipo y lo terminó como héroe de la salvación, alcanzando además un notable registro de once goles y cuatro asistencias

 

Comandado por Veiga, el Celta se encontraba en la cresta de la ola. La sucesión de grandes resultados permitía incluso soñar con la posibilidad de disputar competiciones europeas la próxima temporada. Pero en el momento menos esperado llegaron las vacas flacas, y los mismos focos que habían destacado al canterano como la gran figura del cuadro celeste le señalaban ahora como uno de los responsables del mal rendimiento del equipo. En un universo tan volátil como el futbolístico, en el que la percepción sobre cualquiera de sus protagonistas puede cambiar en cuestión de 90 minutos, el futbolista se ve forzado a saltar a la comba con la delgada línea que separa el éxito del fracaso. Adaptarse a este paradigma lleva su tiempo, pero Gabri Veiga tuvo que aprender a lidiar con él de la noche a la mañana.

El brillante desenlace de temporada propició que los tropiezos anteriores quedasen en papel mojado, pero las cuatro palabras que pronunció Gabri Veiga tras la derrota en San Mamés no deberían caer en saco roto. Si bien es cierto que todo canterano sueña con convertirse en ídolo para su afición, recibir esta vitola de forma tan prematura puede terminar convirtiéndose en un regalo envenenado. Ya habrá tiempo para determinar si en un futuro Veiga termina sucediendo a Aspas como rey de Balaídos o por el contrario desarrolla su carrera en otro equipo. Dejémonos sorprender si finalmente termina pareciéndose al brillante futbolista que promete ser. De momento, disfrutemos del exquisito fútbol que nos ofrece en el presente.


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Fotografía de Getty Images.