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La excepción que confirma la regla italiana

¿Cuántas veces hemos escuchado eso de que los italianos no están en ninguna otra parte como en su propia tierra? Graziano Pellè rompe el tópico

Silvio Piola. Giampiero Boniperti. Sandro Mazzola. Luigi Riva. Paolo Rossi. Alessandro Del Piero. Todos los delanteros ilustres de esta lista de connotaciones célebres guardan al menos dos aspectos en común. Si a cualquier conocedor medio del fútbol transalpino se le pidiera una clasificación de los que para él son los mejores arietes que ha dado Italia a lo largo de su historia, es muy probable que nombrara a gran parte de los mencionados. Y por otro lado, desde Piola a Del Piero, todos ellos, originaron y engrandaron su leyenda en el mismo hábitat que les vio nacer. No hubo mejor estímulo que el de sentirse en casa.

Su figura revolucionó las gradas de De Kuip, donde muchos niños acudían a ver a su equipo con el cabello endurecido por la laca, al estilo que lucía su delantero predilecto

Siempre se ha especulado con esa realidad intangible que apunta a que los futbolistas italianos sufren el doble que los de otras nacionalidades para adaptarse al estilo de juego de los países ajenos. Como si el Calcio tuviera unos códigos íntimos e indescifrables de los que costara mucho desacostumbrarse. Si en lo que respecta a todas las posiciones que van desde el arco propio al centro del campo hablamos de una verdad a medias, cuando ponemos el ojo en el frente de ataque el tema se pone serio. Christian Vieri y Luca Toni decidieron llevar la contraria por un tiempo, registrando varios tantos en el Calderón y en el Allianz Arena, respectivamente. Pero lo cierto es que antes de mudarse al extranjero ya llamaron la atención compitiendo en su liga doméstica. Algo parecido pasó con Mario Balotelli, que se presentó en sociedad como joven promesa en el Inter previo salto a Reino Unido. ¿Pero es que no ha habido nunca ningún goleador italiano que se haya dado a conocer en el extranjero? Toda teoría tiene un chivo expiatorio que acaba por confirmarla. Y esta vez el bienaventurado es un chico de Lecce que ya roza la treintena y cuyo nombre nos recuerda a uno de los más grandes. Hablamos de Graziano Pellè, ese tipo que, al contrario de sus compinches, tuvo que abandonar su patria querida para hacerse un hueco en el panorama futbolístico.

Pellè, recién fichado este verano por el Southampton, no solo ostenta el récord de ser el jugador transalpino que más goles acumula en las ligas extranjeras. La trascendencia de su historia, para los suyos, va más allá de un mero logro cuantificable, pues trata de tirar al suelo un mito que ha perdurado en el tiempo. Nada se entendería sin tener en cuenta sus inicios amargos en Italia, que lo empujaron a buscar la alternativa más allá de sus fronteras. Cultivado en la cantera del US Lecce, su primera aparición con el primer equipo en la Serie A tuvo lugar el 11 de enero de 2004. Durante esa primera temporada profesional, solo registró dos apariciones más en la máxima categoría. Para el curso siguiente, su club lo cedió al Catania de la Serie B. Un año después, al Crotone. Y ya en 2006, quien lo tomó prestado fue el Cesena. Un periplo por la segunda italiana que se saldó con bastantes minutos disputados pero con menos goles de los requeridos, al menos para convencer a los planificadores deportivos del Lecce. Con 22 años, el espigado punta se desentendía de su ruta destino Stadio Via de Mare , y se preparaba para batallar en nuevos frentes. Su mirada se clavó en el norte. Y no en el norte de su país. En el norte del continente europeo.

‘PELLEMANIA’ EN ROTERDAM

De Louis Van Gaal era conocida su capacidad para hacer brotar talento virgen holandés. Pero no sabíamos que su olfato futbolístico pudiera extenderse también en otras regiones. Por eso sorprendió tanto cuando en 2008 decidió reclutar para su proyecto en el AZ a un bambino del sur cuyos méritos pasaron desapercibidos en muchos despachos de Europa. A punto de llegar a un acuerdo con su club y firmar una enésima cesión, esta vez al Palermo, Pellè recibió la llamada de la Eredivisie y no se lo pensó dos veces. El tiempo les daría la razón a ambos, entrenador y jugador. Tras un primer año algo discreto, a partir de su segunda temporada Graziano empezó a sentirse más cómodo, y en consecuencia, a ofrecer mejores prestaciones. Tras dos cursos y pico, se despedía de Alkmaar habiendo marcado 15 tantos y repartido 6 asistencias. Números que no eran nada del otro mundo, pero que al menos le valieron para entrar en la agenda de nuevos clubes.

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Pellè debutó marcando en la ‘azzurra’

Como en la del Parma, que le ofreció al chico la posibilidad de volver a intentarlo entre los suyos. Poca continuidad y una nueva cesión descafeinada (a la Sampdoria de la Serie B) acabó siendo el pobre bagaje de su retorno. Holanda debía ser de nuevo la salvación. Y no fue solo eso, sino que ese segundo viaje a la tierra de los tulipanes acabó ejerciendo de detonante de algo mucho más gordo. Pellè firmó para jugar en el Feyenoord de Koeman. Y su eclosión fue inmediata, reventando los barómetros de valoración desde el primer día. Solo hace falta echar un vistazo a su cuadro estadístico en la liga holandesa entre 2012 y 2014: 57 encuentros, 50 goles. Palabras mayores. Lo suficiente como para que su figura revolucionara las gradas de De Kuip, donde en los últimos años se ha visto a muchos niños acudir a ver a su equipo con el cabello endurecido por la laca, al estilo que lucía su delantero predilecto.

Inteligente en el juego de espaldas, dotado de un arsenal de recursos técnicos nada corrientes en un futbolista de su estatura (1’93m), resistente a los choques con los adversarios y rematador plástico y certero, extremadamente certero. Esa fue la versión del gigantón de Lecce que descubrimos en la lejana Rotterdam, y que todavía hoy se mantiene vigente en su nueva aventura en la Premier League.

A sus 29 años, Graziano Pellè está de moda. Acaba de ser nombrado como mejor jugador del mes de septiembre en Inglaterra y hace algunos días, con la nueva ‘azzurra’ de Conte, le regaló a su tierra un pletórico debut en el que además vio puerta. Ha tenido que esperar mucho tiempo para relamer las mieles del éxito. No debe ser fácil eso de tratar de derrumbar una regla inamovible en un país de tradiciones tan arraigadas como es Italia. Pero él tuvo las narices de hacerlo siendo un desconocido, y hoy recibe su merecido.