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Gündoganga

Cuando los contratos terminan, las fieras acechan. Con el permiso de Messi, Gündogan ha sido el jugador más guapo de las discotecas veraniegas. Hasta que ha resuelto su futuro

Gündoganga
MANCHESTER, ENGLAND - MAY 06: Ilkay Guendogan of Manchester City celebrates after scoring their sides first goal during the Premier League match between Manchester City and Leeds United at Etihad Stadium on May 06, 2023 in Manchester, England. (Photo by Gareth Copley/Getty Images)

El crac económico del coronavirus -directo a los venideros libros de historia- impulsó la moda de los fichajes top a coste cero. Una bienaventuranza para esos equipos ahogados por la crisis que no cuentan con inyecciones inagotables de capital como si de un gotero a presión se tratase. Esta tómbola está repleta de ilustres nombres en el ocaso de su contrato, doctorados en la redonda y con una dilatada trayectoria. Los grandes equipos europeos orquestan cómo jugar sus cartas para dar cobijo a sus últimos coletazos y aparecer en el epítome de estas leyendas sempiternas. Unos clubes coquetean con el salario, otros con la prima -de fichaje, por supuesto-, los más precarios se inclinan por la filosofía de juego, el peso del escudo, incluso la historia del club, y otros persuaden con el ya tópico “proyecto ganador”. Todo vale en los juegos del hambre. Como en el primer día de rebajas, donde se agolpan miles de personas horas antes de la apertura de las tiendas con tal de hacerse con el tesoro más preciado y donde los empujones vienen con atenuante en caso de juicio.

Los cromos son valiosos. El cartel es descollante. Messi, Busquets, Kanté… Jugadorazos en activo, pero cuyos mejores bailes ya han visto los terrenos de juego. El tapado del mercato 2023-24 es Gündogan, el quinto Beatle de la medular del Manchester City es una auténtica bicoca que, a las puertas de sus 33 años, juega como siempre y brilla como nunca. Un número que parece tener un espacio reservado en la historia de la humanidad. Según la numerología, es un número maestro, cargado de equilibrio, espiritualidad y del amor en su más pura expresión. Jesucristo murió en la cruz y resucitó a sus 33, misma edad con la que Miguel Ángel empezó a pintar la Capilla Sixtina. Dante dividió cada parte de la Divina Comedia en 33 cantos, como 33 fueron los mineros rescatados en la mina de San José, al norte de Chile, hace 12 años, cuando estaban a punto de perder la vida. Y, ¿cómo no?, Fernando Alonso ha resurgido en el mundo automovilístico en busca de su ansiada victoria 33. “¿Has dicho 33?”, es el grito de guerra de los fans del ‘Nano’, y ahora también, de los de Gündogan. 

 

Ese toque, ese maldito toque apenas sin mirar y la interpretación del desmarque de ruptura entran en una dimensión en la que a los mortales nos deja boquiabiertos

 

Guardiola es el rey Midas del fútbol: todo lo que toca lo convierte en oro (con permiso de Chygrynskyi y alguno más). ‘Gundo’ -como lo llama el míster- no es el primer jugador cuyo nivel entra en una nueva órbita cuando pasa por las órdenes del técnico catalán. Sabemos que a Pep le gusta hacerse el duro, siempre correcto en su dicción, es de la teoría de dejar marchar a aquellos que no quieren seguir en su club. Pero el paradigma ha mutado con la posible salida del futbolista alemán y no está dispuesto a sufrir un fratricidio. Se le nota y no le gusta, nunca ha querido mostrar debilidad. Ahora, le manda recados en rueda de prensa como un ex novio tóxico en redes sociales que se aferra a su pareja. “Es tan inteligente, tan listo, tan comprensivo… Créanme, uno de los mejores jugadores a los que he entrenado en mi carrera”, ha llegado a comentar Guardiola con el babero enfundado, un nudo en la garganta, la carpeta forrada con su cara y las notas sacadas de su Querido diario

EL TOQUE DE GÜNDOGAN

Este nuevo Pep a corazón abierto es comprensible, pues Gündogan entra en el Olimpo del tipo de jugadores que lo encandilan. Un centrocampista fino, finísimo, de juego burbujeante y maduro a la vez, caliente o frío según le convenga, hecho y sutil, a veces misántropo, que siempre da continuidad y sentido al juego con pocos toques. Igual te canta una balada, que se pone a gritar rock and roll. Una mezcla prodigiosa entre creatividad, inteligencia y convicción. Ese toque, ese maldito toque apenas sin mirar, y la interpretación del desmarque de ruptura entran en una dimensión que a los mortales nos deja boquiabiertos. Un tipo que sabe que el dictado del club que le paga no se discute y por ello, se rasca el cerebro para que cuadre el mecano. Y de qué manera. Encima marca. Y asiste. Y marca. Y asiste. A diferencia de Camilo Sesto, no está harto de rodar como una noria.

 

“Es tan inteligente, tan listo, tan comprensivo… Créanme, uno de los mejores jugadores a los que he entrenado en mi carrera”, ha llegado a comentar Guardiola

 

Gündogan es un tipo antagónico frente a los estereotipos de la Premier League. Como Guardiola. Como el Manchester City. En una liga donde porfían los perjuicios contra la ligereza física, estos serían víctimas de todos ellos: el juego aéreo, el pelotazo, los tackles, los días de lluvia, el barro, el boxing day en el estadio del Southampton o un domingo a la hora del té frente a un férreo escuadrón del Tony Pulis de turno. Un mantra que colea desde épocas inmemoriales propagando su relato por el viejo continente, y que, lejos de materializarse, choca contra la evidencia de los Xavi, Iniesta y Modric, futbolistas de escasa envergadura pero de potencia legendaria en el fútbol. Es más norma que excepción. Sostenía Johan Cruyff que no hay nada más complejo en el fútbol que lo más sencillo. La anormal anomalía de un pase corto al compañero ha podido reinar en Inglaterra, mucho antes que Carlos III.

A Pep se le acabó el tiempo para retener a Gündogan. Quizás también los argumentos. Guardiola respira hondo, baja la mirada, resopla y evita responder para no entrar en cólera. El alemán no es un centrocampista más. Es el jugador sacado de su laboratorio, que no es más que un viejo despacho perdido en los planos subterráneos del Etihad, de luz tenue y hedor a cerrado, donde solo hay una mesa, una pizarra y un libro de Cruyff. Un lugar testigo de las loqueteras tácticas más esquizofrénicas de Pep y donde secuestra a esos pocos elegidos hasta moldearlos a su imagen y semejanza. La contrarreloj por Gündogan comenzó hace tiempo. En dos sentidos, uno lo quería retener y muchos otros se lo querían agenciar. Y gratis, qué palabra tan bonita.

 


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Fotografía de Getty Images.