Quién le iba a decir a Otto Westphal, entrenador del BSG Chemie Leipzig en los años cincuenta, que iba a recibir una oferta para convertirse en seleccionador de Togo. Siguiendo la estela de Rudi Gutendorf, quién en 1960 abandonó el FC Luzern suizo para convertirse en el primer técnico alemán que entrenó en el continente africano –una única temporada al US Monastir de Túnez–, Westphal también hizo las maletas y siguió su ejemplo. La Federación Togolesa de Fútbol (FTF) le eligió para que mejorara el rendimiento de sus futbolistas. Así fue como Westphal recaló en el África subsahariana tan sólo un año después de que el país lograra independizarse de Francia. Un fichaje en el que, sin duda, también influyó el clima húmedo del Atlántico característico del país e idóneo para apaciguar la enfermedad pulmonar que padecía el técnico.
La elección de un seleccionador germano no fue azarosa. Desde 1894 el país, por aquel entonces denominado Togolandia, era un protectorado alemán que pasó a ser colonia hasta que en 1914, coincidiendo con el estallido de la Primera Guerra Mundial, fue ocupado por tropas francesas y británicas. A pesar de ello, Alemania seguía siendo el gran referente europeo de dicho estado africano.
Tras llegar a Lomé, la capital del país, Westphal se hizo con las riendas de un equipo sobrado de músculo y carente de táctica. Entre los futbolistas locales a sus órdenes despuntó un jovencísimo delantero, Kokou Guy Acolatse, que había aprendido a jugar al fútbol pateando naranjas a falta de balones.
En una época en la que los agentes de jugadores aún no proliferaban, Otto Westphal actuó como enlace entre el FC Sankt Pauli de Hamburgo y Acolatse
A pesar de su empeño, la aventura africana de Westphal duró poco tiempo. En 1962, ya de vuelta a Alemania se convirtió en nuevo entrenador del FC Sankt Pauli, sucediendo en el cargo al veterano Heinz Hempel, toda una leyenda en el club de Hamburgo tras ocupar su banquillo durante más de una década. Westphal, una apuesta personal del presidente Wilhelm Koch en su segundo mandato al frente de la institución, no dudó en intentar cerrar el fichaje de Acolatse, aquel joven habilidoso que le había encandilado en Togo. Una llamada telefónica bastó para trasladarle sus intenciones: “Mi club está buscando un diez y quiero que seas tú”. En una época en la que los agentes de jugadores aún no proliferaban, Westphal actuó como enlace entre el equipo y el futbolista. Así fue como en el verano de 1963 Kokou Guy Acolatse se convirtió en nuevo jugador del FC Sankt Pauli siendo, además, el primer jugador africano profesional del fútbol alemán.
Con 17 años el togolés, al que apodaban ‘el mago’ y ya era internacional con su país, había recibido ofertas tentadoras de Francia y Bélgica pero no se había atrevido a iniciar su andadura europea hasta que Westphal le hizo llegar el interés del club de Hamburgo. Sin duda su ascendente en el joven, cual figura paternal, fue crucial para que este acabara firmando por el FC St Pauli.
“LA GENTE ME TENíA MIEDO”
El 14 de julio de 1963 Acolatse llegó a Hamburgo con 21 años y algo desorientado. Como admitió a posteriori en unas declaraciones: “De Alemania no sabía nada. No había televisión en nuestra época. Cuando llegué a Millerntorplatz había mucha gente”. Sorprendido preguntó a Westphal la razón por la que se habían reunido tantos aficionados si allí no se jugaba ningún partido. “Están aquí por ti”, fue la respuesta de su mentor. De hecho la presentación estuvo a punto de frustrarse cuando el futbolista, abrumado ante tanta expectación, quiso subir de nuevo al taxi que lo había traído para huir de los vociferantes y exaltados hinchas. Tras la mediación del técnico y del presidente, el futbolista reconsideró su fuga. Fue entonces cuando algunos de los seguidores se acercaron tímidamente al jugador para frotar su piel con las uñas y ver si el color negro desaparecía. Nunca antes habían visto a un hombre negro. El fichaje de Acolatse fue, por tanto, todo un acontecimiento. El ‘golpe publicitario’ que pretendía el equipo de la Regionalliga Nord. Una operación que sería “la envidia de los clubes de la Bundesliga”, según el periódico Die Zeit.
Tal fue la expectación que generó su llegada que mucha gente se desplazó desde otras ciudades del país para ver jugar “al hombre negro del St Pauli”. Su adaptación al club y al país no fue nada fácil. Tampoco el clima le acompañó: “siempre llueve aquí”, solía lamentar en privado. Además, el futbolista africano sufrió en primera persona el racismo cuando en algunos bares y restaurantes le decían “¡Aquí no te puedes sentar!”; o en los estadios le gritaban ‘pequeño mono’. A pesar de ello, Acolatse siempre se tomó las burlas y los prejuicios con buen humor y al final de los partidos todo el mundo quería fotografiarse junto a él. Fue tan popular que diversas firmas comerciales, como Avon, solicitaron su presencia en sus eventos para lograr mayor publicidad. Incluso llegó a participar como actor secundario en un film junto a la cantante y actriz danesa Gitte Haenning, representante de Alemania en el Festival de Eurovisión en 1973 con el tema Junder Tag.
Tal fue su popularidad que algunas familias acomodadas solían invitar al futbolista a sus casas para presentarle a sus amistades, como si se tratara de un objeto exótico. Incluso, las más atrevidas, llegaron al extremo de querer adoptar al jugador.
NEGRO COMO LA NOCHE…
En el ámbito deportivo, Acolatse jugó dos temporadas con el conjunto de Hamburgo (1963/64 y 1964/65) en las que marcó 7 goles en 43 partidos. Solía situarse en el campo por detrás de los goleadores del equipo Horst Haecks y Peter Oschi Osterhoff, para sorprender desde la segunda línea del ataque. En uno de sus primeros partidos, disputado en Büdelsdorf, algunos aficionados le gritaron irónicamente: “¡corre, Pelé!“. Su respuesta no se hizo esperar y vino en forma de gol, el primero que marcó con la camiseta del St Pauli. Sus actuaciones le valieron buenas críticas como la del diario Bild que lo definió como “un negro como la noche, veloz como un antílope y de disparo fuerte como un robusto elefante”. Alabanzas que siguieron tras su debut liguero contra el Altona 93 cuando el articulista del rotativo local Hamburger Abendblatt se deshizo en elogios hacia su sofisticada técnica, su excelente tacto del balón y su abnegación ejemplar tras entusiasmar a los 7.000 espectadores presentes en el estadio de Millerntor.
Con el St Pauli Acolatse disputó la eliminatoria de promoción a la recién creada Bundesliga en su primera temporada y a pesar de que su equipo quedó apeado y no pudo concretar el ascenso a la máxima categoría del fútbol alemán, para la posteridad quedó el gol que le marcó al guardameta Sepp Maier. Corría el minuto 64 del partido que enfrentó a los paulianers contra el Bayern de Munich el 28 de junio de 1964. Tres minutos antes un joven debutante había marcado el cuarto gol del conjunto bávaro, el primero con la camiseta del club muniqués. Su nombre era Franz Beckenbauer.
El tanto del togolés tan sólo maquilló momentáneamente el 0 a 4 que reflejaba el marcador. Así fue hasta que Schneider e Ipta pusieron el 1 a 6 definitivo favorable a discípulos del técnico croata Zlatko Čajkovski. A pesar de marcar pocas dianas y más allá de ser una “atracción exótica”, lo cierto es que Acolatse fue una pieza clave del equipo entrenado por Westphal. Tras la marcha de éste y la llegada del nuevo técnico, Otto Coors, el St Pauli cambió su forma de jugar, atrás quedó el fútbol de toque y el atacar al rival con superioridad numérica impuesto por el ex seleccionador de Togo. Peor le fue aún al joven delantero africano un año después, cuando Kurt Krause tomó las riendas del equipo, un técnico que no contó apenas con él.
…Intenso como el ‘Eukalyptus’
A pesar de disputar buenos partidos, el delantero nunca logró que su nombre apareciera correctamente escrito en las crónicas deportivas. Akolasso, Acolapse, o Apokalypse fueron algunos de los apellidos erróneos que reprodujo la prensa, aunque a él poco le importó demasiado. De hecho sus propios aficionados le llamaban habitualmente de forma jocosa Eukalyptus.
En el campo el togolés se hizo respetar ante los fornidos jugadores alemanes. A pesar de su juventud no se amilanó cuando abordando a sus adversarios les decía: “si me tocas te muerdo, el negro muerde y sus picaduras son mortales”. Aún recuerda la cara de pavor que ponían los futbolistas más veteranos cuando escuchaban su peculiar pero efectiva amenaza, “eran mayores que yo pero el miedo lo tenían ellos”. Tras los primeros encuentros, el interés de los aficionados y la prensa por “la nueva estrella del St Pauli” decayó. Su sueldo en el club rondaba los 400 marcos mensuales que le bastaron para instalarse en un acogedor apartamento y comprarse un pequeño Fiat que luego cambió por un Volkswagen 1600, su coche ideal, según confesó.
Tal fue su popularidad que algunas familias acomodadas solían invitar al futbolista togolés a sus casas para presentarle a sus amistades, como si se tratara de un objeto exótico
A pesar de los abusos racistas que sufrió en distintos estadios, el joven delantero se sentía feliz jugando en el club de Hamburgo. La ‘Perla negra’, como fue denominado, fue muy apreciado por sus compañeros, que solían visitarle con frecuencia a su domicilio y también por las mujeres de la ciudad. De hecho llegó a casarse, hasta en tres ocasiones tras sendos divorcios, con una muchacha natural de Hamburgo con la que tuvo un hijo. Durante su estancia en el club intentó compaginar los entrenamientos con un trabajo como técnico de televisión pero al final ni el club ni la empresa se pusieron de acuerdo en los horarios y tuvo que dedicarse con exclusividad al fútbol y, esporádicamente, a su trabajo en el periódico local algunas tardes.
UNA NUEVA VIDA EN PARÍS
La llegada del citado Krause al banquillo del St Pauli cerró definitivamente las puertas del equipo titular a Acolatse. Falto de oportunidades el delantero decidió abandonar el club en 1966 y fichar por el HSV Barmbek- Uhlenhorst, un equipo también de Hamburgo que jugaba en las categorías inferiores del fútbol germano y donde se formó, entre otros jugadores, el célebre Andreas Brehme. Allí jugó tres años hasta 1968. A inicios de la década siguiente aún disputó algún partido con el equipo amateur del St Pauli hasta colgar definitivamente las botas. “Aquello era como mi familia”, reconoció el jugador años después en una entrevista. “Los miembros de la junta a menudo me llevaban a su casa al mediodía para comer juntos y luego volver a los entrenamientos. Eran de alguna manera como mis padres, jugué tres años en el segundo equipo”, confesó el togolés.
Su periplo futbolístico no concluyó en Hamburgo. Tras obtener el título de técnico, en 1981 Acolatse se trasladó a París, tras recibir una oferta del PSG. En la capital francesa continuó vinculado al fútbol ejerciendo como entrenador de equipos juveniles de Saint-Denis. Allí rehizo su vida, se volvió a casar y tuvo otro hijo.