Corría el año 1986 en las Islas Canarias. En la mayor isla del archipiélago, Tenerife, se celebraba una competición curiosa, anecdótica, pero que cambiaría el rumbo de la historia del club de esa isla, el CD Tenerife. El Mundialito de la Emigración, un torneo celebrado por selecciones americanas en la que participaban jugadores de ascendencia española. Emigrantes canarios que vieron en América la oportunidad de salir adelante y ahora podían llevar a sus descendientes a conocer el país de origen de sus padres.
En ese campeonato, una selección iba a dar una nota especial, porque un jugador de su combinado no tenía ninguna ascendencia española. Casualidades del destino hicieron que ese jugador, aparentemente pez fuera del agua, se acabase convirtiendo con el tiempo en una leyenda manchega y chicharrera. La historia de Rommel Fernández puede resumirse como la de un delantero con mucho potencial que vio sus alas cortadas por un fatal accidente de tráfico, un 6 de mayo de 1993.
La selección panameña llegaba a las islas y un total desconocido empezaba a llamar la atención de la directiva tinerfeña. Rommel acabaría fichando por el CD Tenerife pero, al tener problemas para nacionalizarse por su falta de ascendencia española, no llegaría a debutar con el equipo hasta un año más tarde.
Su primera temporada, la 1987-88, no fue especialmente destacable para el joven panameño de 22 años. Solo anotaría ocho goles. Su carta de presentación llegaría a la temporada siguiente. Los canarios se colaron en el ascenso a Primera División. Un equipo modesto en el que destacaba Rommel Fernández, que anotaría 17 chicharros. Se convertiría en un ídolo, un mesías, la gran esperanza de un equipo sumido en la segunda categoría. Ya en Primera, el ariete no se movería del once titular, anotando diez tantos. Marcaría otros 13 en la siguiente temporada, en su último año con los blanquiazules.
La conquista panameña del Turia
Rommel Fernández se convirtió en un activo muy preciado para la directiva del club. Pero con la llegada de una estratosférica oferta del Valencia de unos 300 millones de pesetas (1,8 millones de euros), la alta esfera blanquiazul no pudo resistirse y aceptó. ‘El Panzer’, su apodo por aquel entonces, cambiaba las playas y el clima veraniego casi permanente de las Islas Canarias por el Turia, hogar del Valencia CF. El panameño nunca llegó a asentarse en el equipo y tampoco se entendería con Penev, mítico delantero búlgaro.
En la temporada 1992-93, se marchó cedido al Albacete, en un afán de recuperar esa versión goleadora, de garra y de desparpajo que tenía cuando militaba en el Tenerife. Y lo consiguió. A pesar de que solo llegaría a jugar en él unos cuantos meses, aquel equipo sería recordado por todos los aficionados que amamos este bello deporte como el ‘Queso Mecánico’. Un plantilla que en solo tres años consiguió ascender, por dos veces consecutivas, hasta la máxima categoría, además de tutear ni más ni menos que al Barça de Johan Cruyff y quedarse a un solo punto de la clasificación para la Copa de la UEFA. En ella destacaban jugadores como Zalazar, Catali o el propio Rommel, con sus increíbles remates de cabeza propios de disparos con el pie.
Pero, como en una especie pesadilla, todo quedó truncado un 6 de mayo de 1993. Tras una comida de equipo, Rommel y su primo iban por la carretera Tinajeros. El delantero conducía su Toyota Celica rojo cuando perdió el control del coche y acabó estrellándose contra un árbol, provocando su muerte pero no la de su primo, que salió vivo de aquel fatídico accidente. Así se ponía punto y final a uno de los delanteros con más proyección de Panamá.
Por su trascendencia, su legado y ese espíritu bondadoso, el Estadio de Panamá, antes conocido como Estadio de la Revolución, pasó a llamarse Estadio Rommel Fernández, en recuerdo de aquel delantero que, aún a día de hoy, se le sigue recordando con cariño, no sólo en Panamá, sino en los dos clubes españoles en los que marcó un antes y un después. Por su parte, el CD Tenerife posee un mural con la celebración de Rommel, mientras que el Albacete, que tiene una peña con su nombre (Curva Rommel), cada 6 de mayo realiza una ofrenda floral en el lugar donde ‘El Panzer’ nos dejó. Y cuando ambos equipos se enfrentan, su imagen sale a la palestra, uniéndolos al menos durante un instante.
Un día del mes de mayo
en esa tierra España,
sin pensar en esa hazaña
dejaste de suspirar.
Entre brumas y bullicios,
aplausos y jubileos,
vivía aquel personaje
que lograse con luz propia
su nombre resaltar,
brillando en el firmamento
entre pasos agigantados
su tierra inmortalizar
Poema en honor a Rommel Fernández