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El calciatore que prefería vivir

Sobre Ezio Vendrame, que nos dejó en 2020, se podría rodar una peli o toda la temporada de una serie. Un bohemio que jugaba al fútbol como los ángeles


Rick Blaine balompédico, Ezio Vendrame desprendía ese irresistible aire de perdedor romántico que en secreto ansían todos aquellos que se creen ganadores. As de la gambeta y poeta, rebelde y depresivo, hedonista autodestructivo; para el italiano, como para otros legendarios bohemios del esférico como George Best o el ‘Trinche’ Carlovich, el fútbol era algo tan sencillo y nimio que lo único que realmente importaba era exprimir la vida más allá de los estadios. Nunca jugó con su selección, lo que, tal vez por ese halo mesmerizante que abraza su figura, no impide que se le recuerde como uno de los mayores talentos de la historia del calcio. Una trayectoria siempre a contracorriente y rehuyendo convencionalismos que evocamos en once capítulos. Once, número capital en el fútbol. Once, como los equipos en los que jugó.


Este reportaje está extraído del interior del #Panenka39, un número que se publicó en 2015 y que sigue disponible aquí.

 

1.

“Me encantaba jugar al fútbol pero no me gustaba ser futbolista”. Once palabras que definen a la perfección la ideología vital de Ezio Vendrame. Para el italiano el fútbol era simplemente un juego, una mera diversión, no más que un rectángulo verde en el que dar patente de corso a su ansia de libertad. Ser futbolista, un trabajo.Y las almas indómitas rehuyen compromisos y obligaciones, por mucho que estas reporten elogios en las gacetas y ovaciones en la grada. La belleza por delante del objetivo, el goce antepuesto al resultado. “Para mí ganar era una condena. Jugaba para divertirme, nunca para vencer. Primero era la vida y después el calcio”.

 

2.

Casarsa della Delizia es una bella villa de la provincia de Pordenone, al noroeste de Italia, no demasiado lejos de Venecia. Tierra natal de calciatori con alma de intelectuales, como Ezio Vendrame, y pensadores con ínfulas futbolísticas como Pier Paolo Pasolini. “Pasolini dijo una vez que tras la literatura y el erotismo, el fútbol era lo único capaz de generar emociones genuinas. Pero el fútbol tal y como él y yo lo entendíamos“. Vendrame, sin embargo, pasó su niñez lejos de los bucólicos parajes de su patria chica. No era huérfano, pero sus progenitores decidieron internarlo en un orfanato. Años que evoca con el dolor de aquel al que le han robado la infancia. De aquella época recuerda la severidad del director de la institución, el padre Osvaldo Donadon, el hambre, el miedo, el acoso de los más mayores… “pero sobre todo el abismo, ese inmenso vacío de la ausencia” que su mirada sigue dibujando aún hoy.

 

3.

Tras verlo en un partido escolar, los responsables del fútbol formativo del Udinese le ofrecieron unirse al club. No se lo pensó dos veces, y menos cuando supo que, como integrante de los juveniles, percibiría 40.000 liras al mes. La primera paga se la gastó en un abrigo. Tan solo salir de la tienda, se lo regaló a un crío gitano que deambulaba por la calle tiritando de frío. “Lo necesitaba más que yo”. Tras cuatro años en Udine, en 1967 Vendrame fue traspasado al SPAL, que por aquella época disputaba la Serie A. En Ferrara conoció a su primer gran amor, Roberta… una prostituta. Con la esperanza de que el joven talento se olvidase de su amada, el presidente de la entidad, Paolo Mazza, lo exilió a la isla de Cerdeña cediéndolo al Torres de Sassari. Esa temporada, la 68-69, fue terrible. Algo mejor le fueron las cosas en su siguiente destino, el Siena, donde se convirtió en el principal baluarte del once ‘bianconero‘. Aun así, al final de la campaña fue traspasado al Rovereto. Y de ahí, al Vicenza, donde Vendrame vivirá, entre 1971 y 1974, una de sus mejores etapas como futbolista.

 

4.

Las gradas del Romeo Menti de Vicenza se rindieron a Vendrame desde el primer día. Los tifosi no solo admiraban su magia balompédica, sino que restaban magnetizados por su espíritu insurrecto. Nado a contracorriente que evidenciaba a la más mínima oportunidad. Como aquella tarde en la que el presidente de la institución, Giussi Farina, le pidió que participara en un acto con los seguidores del club. Este fue el discurso que Vendrame dedicó a sus hinchas: “En primer lugar os doy las gracias por todo el amor que me demostráis, pero me parece desmesurado. No sé hacer nada mejor que vosotros. No soy ni un cirujano que salva vidas, ni un currante que trabaja hasta la extenuación para llegar a final de mes. Soy un afortunado y es por eso que no entiendo tanta admiración. Tenemos que inventar alternativas para las tardes de los domingos. Id a ver una buena película, leed un libro, quedaos en casa echando un buen polvo. ¡Joder, no podemos vivir solo para el fútbol!”.

 

5.

“No se puede humillar así a un artista como él delante de toda su gente”. Enzio Vendrame tenía pocos ídolos, y menos futbolistas. Sin embargo, entre esa escasa nómina de héroes particulares ocupaba una plaza de honor Gianni Rivera, emblema del Milan durante las décadas de los 60 y 70. Aquella tarde en San Siro Vendrame no solo se enfrentó a su admirado centrocampista ‘rossonero’ sino que, en aquel instante del partido en el que Rivera se lanzó sobre él para robarle el esférico, lo burló metiéndole un caño. Vendrame detuvo el juego y le pidió perdón. Era intolerable ofender de ese modo a un mago del balón. Para un romántico como él, era inconcebible avergonzar de esa manera a un artista de la pelota. “Fue un gesto instintivo y me enfadé conmigo mismo. Aunque él también tuvo su parte de culpa. Se abalanzó sobre mí con las piernas abiertas, y en el fútbol, como en la vida, cuando alguien se te abre de piernas te incita a hacer algo”.

 

6.

Pese a su carácter díscolo, sus actuaciones con el Vicenza despertaron el interés de los más grandes de la Serie A. El Inter parecía ser su próximo destino; sin embargo, en noviembre de 1974, acabó fichando por el Nápoles. “Quiero ganar el doble de lo que gano en el Vicenza”, fue su única petición, y el emisario de los ‘Azzurri‘ le concedió sin dudarlo esos 20 millones de liras que requería el futbolista. Vendrame firmó el contrato con la inocente ilusión del niño que había frotado la lámpara y se le había aparecido el genio de los deseos, sin darse cuenta de que todo aquello era un cuento. No tardaría demasiado en descubrir que había sido un ingenuo. Tan solo pisar San Paolo supo que era el peor pagado de la plantilla (Giovanni Ferradini, un delantero mediocre, era el siguiente en la escala salarial del club y recibía unos emolumentos de 60 millones de libras) y que, además, el entrenador, el brasileño Luis Vinicius, no contaba con él… “por la envidia, porque todos los seguidores coreaban mi nombre y no el suyo”. Ezio solo jugó tres partidos con el Napoli antes de emprender rumbo al Padova.

 

7.

“En Capri había tanto coño que por primera vez maldije a la naturaleza por haberme concedido una sola polla”. Si las circunferencias del balón no le deparaban secreto alguno, Vendrame, amante insaciable, sentía devoción por las misteriosas formas femeninas. “Los lunes eran los días de descanso para los jugadores excepto para mí. Mi casa parecía un estudio de ginecología. Las visitas empezaban a las 9 de la mañana con la señora Giuliana. A las 11 venía la señora Carla. A las 14 tenía cita concertada mi amiga Lella y a las 18 Fernanda…”. Hedonista voraz, Ezio veneraba a las mujeres con un ardor incontrolable, casi primitivo. Seductor implacable, su lista de conquistas era infinita. Ahora, cuando le preguntan con cuántas mujeres se ha ido a la cama, sonríe y afirma que con centenares, “pero las he amado una a una”.

 

8.

“Muchas, demasiadas veces se me acercaron para amañar el resultado de un partido. Pero no me parece honesto destapar todo eso tantos años después. Si no delaté a nadie entonces, sería hipócrita hacerlo ahora”. Ocho de mayo de 1977. El Udinese, primer equipo de Vendrame, se enfrentaba a su actual club, el Padova. El Padova, en zona neutra de la clasificación, no tenía objetivos por los que luchar, por lo que, como estaba estipulado en las primas acordadas, pagaría a los integrantes de su plantilla 22.000 liras por cada punto que consiguieran en el duelo. El Udinese, segundo en la clasificación a tan solo un punto del primero, el Cremonese, se jugaba la promoción a la A, y le ofreció a su antigua figura siete millones de liras por “jugar mal”.Vendrame aceptó el soborno. Sin embargo, cambió de opinión cuando oyó cómo su otrora afición silbaba cuando la megafonía del estadio anunció su nombre. El Padova ganó 3-2 y Vendrame, que se embolsó 44.000 liras (legalmente pactadas), fue uno de los goleadores de la velada. Y qué gol. La pelota salió a córner, y Ezio se dirigió a la esquina donde, haciendo gala de su desfachatez, se sonó los mocos con el banderín (“mucho peor es la imagen de un futbolista sonándose con la mano”). Se giró a la hinchada que le recriminaba la acción y les avisó: “ahora atentos que lo meteré directo”. Soltó el zapatazo y la pelota, evidentemente, acabó dentro de la red.

 

9.

Última jornada de esa misma temporada 1976-77. El Padova recibía al Cremonese, líder de la clasificación que necesitaba un solo punto para asegurarse el ascenso. El capitán ‘grigiorossi‘, Emiliano Mondonico, antes de saltar al campo se acercó a Vendrame, capitán ‘biancoscudati‘, y le propuso un pacto de no agresión. Ezio aceptó. Los primeros minutos del encuentro transcurrieron entre pases inofensivos y regates sin mordiente. El público, hastiado de ese espectáculo bochornoso, empezó a silbar. A Vendrame le pesaba la conciencia por participar de ese chanchullo chapucero, pero había dado su palabra. Hasta que dio con la solución. Agarró la pelota en el centro del campo, pero en vez de encarar portería rival se dirigió hacia la propia regateando a sus compañeros de equipo. Se plantó ante Rottoli, su portero, le gambeteó y posó el esférico sobre la línea de cal, pero sin traspasarla, mientras en la grada, un tifoso, moría de un ataque al corazón. “¿Cómo puede venir a verme jugar alguien que está débil del corazón?”, fue la reacción de Vendrame al enterarse del drama.ç

 

10.

“Antes de conocerle era un rehén del fútbol, tras encontrármelo mi vida sufrió un cambio radical. Ha sido la persona más importante de mi vida”. Nacido en la obrera Livorno, Piero Ciampi era un poeta, cantautor, comunista y borracho empedernido que había vivido en París codeándose con figuras como Celine y Brassens. Un intelectual maldito que despertó en Vendrame el placer de buscar la belleza y transgredir los convencionalismos a través de la concatenación de palabras y la hilvanación de acordes. Dos almas gemelas que compartían esa carcomedora emoción de percibirse aislados en un mundo que nunca sintieron como suyo. Ciampi adoraba a Vendrame y este sentía auténtica devoción por su compinche literato. Lo demostró un día sobre el césped. Era 1975 y Ezio vestía la camiseta del Padova. Ciampi, sin avisarlo, fue a verlo jugar. Cuando Vendrame descubrió la figura de su amigo entre la muchedumbre, detuvo el partido, cogió la pelota con las manos, y lo saludó. No hay nada más importante en la vida que la auténtica amistad. Ciampi murió en 1980 de un cáncer de garganta provocado por su irredenta adicción al tabaco. Vendrame abandonó el fútbol un año más tarde. Jugaba por aquel entonces en el Juniors Casarsa, un equipo de aficionados, y su última acción en el campo fue la de agredir al árbitro por no estar de acuerdo con la decisión que había tomado. Eterno indómito, solo ese podía ser su epitafio futbolístico. Cuando le piden que elija el mejor momento de su carrera, siempre destaca su retirada, el instante en el que recobró su vida.

 

11.
[Texto escrito en marzo de 2015] En la actualidad, a sus 67 años, Vendrame vive sin teléfono móvil ni conexión a Internet en San Giovanni, una diminuta aldea cercana a su Casarsa della Delizia natal. Combate la depresión escribiendo, siempre a mano, poemas desgarradores y relatos autobiográficos. Esporádicamente también ejerce de entrenador. Siempre de equipos juveniles, como el Venecia y el San Vitese, categoría en la que considera que pervive el auténtico espíritu del fútbol. Y cuando entra por primera vez a un vestuario, realiza la misma advertencia vital a sus pupilos: “Queridos hijos, tirad a la taza del váter vuestras Playstation y encerraos en el baño a leer un buen cómic. Cuando salgáis, enamoraos de un chica guapa: el sexo con uno mismo está bien, pero con otra persona es mucho mejor”.

 


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