Con rostros serios y cabizbajos, los jugadores marfileños tomaron el vuelo que los conducía de vuelta a Abiyán, la ciudad más importante de Costa de Marfil. Cerca ya del destino, algunos futbolistas notaron que el avión hacía una maniobra extraña, como si estuviera cambiando de rumbo. “El aeropuerto de Abiyán está inutilizado por culpa de una catástrofe y tenemos que aterrizar en Yamusukro”, dijo la tripulación para calmar los ánimos. Una vez en tierra firme, la idea era completar el viaje a Abiyán en autobús o en avión, en caso de que el aeropuerto estuviera ya disuelto. La sorpresa vino cuando, al bajar las escaleras de la aeronave, vieron dos camiones militares esperándoles. Les hicieron subirse y fueron llevados hasta el campamento de Zanbrako, a 30 kilómetros de Yamusukro.
El combinado de Costa de Marfil acababa de ser eliminado de la Copa África 2000. Aquella edición fue la primera celebrada en dos países. Ghana y Nigeria acogieron a las 16 selecciones que lucharían por levantar el mítico trofeo continental. Durante un mes, las grandes ligas europeas pusieron sus ojos en África. Muchos de sus equipos contaban con jugadores africanos y enviaban ojeadores en busca de nuevos talentos. En España el fútbol era muy distinto a como es ahora. Esa temporada acabarían descendiendo Betis, Atlético de Madrid y Sevilla. Y en el Real Madrid comenzaba a asomar la cabeza un camerunés llamado Samuel Eto’o.
En la segunda jornada, mientras Ghana cumplía sin problemas ante Togo, Costa de Marfil caía de forma contundente ante Camerún. El paisaje era desolador
Camerún, máxima favorita de aquel torneo, fue uno de los rivales de Costa de Marfil en fase de grupos, además de Ghana y la vulnerable Togo. El azar quiso que una de las tres mejores selecciones del continente tuviera que quedarse fuera a las primeras de cambio. Sobre el papel, Togo era el rival a batir. El pescado iban a repartírselo entre los otros tres combinados. Las condiciones climáticas hacen que normalmente la Copa África tenga que disputarse en invierno. La edición del 2000 comenzó el 22 de enero. Un mes antes, se había producido un golpe de estado en Costa de Marfil que acabó con Robert Guéï proclamándose jefe de la Junta Militar.
Los jugadores marfileños viajaron a Ghana dejando un país roto, con el sueño de conseguir un éxito que apaciguara las ansias de trincheras. No lo evitaron, pues dos años después se verían inmersos en una guerra civil. Arrancaron aquella Copa África con un empate a uno ante el rival más flojo del grupo, Togo. La única buena noticia fue que en el otro partido también se dio el mismo resultado. En la segunda jornada, mientras Ghana cumplía sin problemas ante Togo (2-0), Costa de Marfil caía de forma contundente por 3-0 ante Camerún, la favorita para hacerse con el título. El paisaje era desolador para los marfileños, obligados a ganar por tres goles de diferencia a los anfitriones ghaneses. Para colmo, el encuentro se disputaba en la capital y el Acra Sports Stadium reunió a más de 40.000 entusiastas que llevaban en volandas a su selección. Costa de Marfil hizo un gran partido, fue muy superior a Ghana y venció 0-2. Hazaña incompleta. Pasaron Camerún, que a la postre sería campeona, y Ghana.
Sabían que al llegar a su país no iban a ser recibidos con aplausos en el aeropuerto, pero ni por asomo esperaban lo que vieron nada más bajar las escaleras del avión
Costa de Marfil no tuvo más remedio que hacer las maletas, con la tranquilidad de haberlo dado todo hasta el final y haber estado a punto de hacer la machada ante Ghana. De no ser por ese dichoso empate frente a Togo en la primera jornada, el equipo habría estado en cuartos de final. Sabían que al llegar a su país no iban a ser recibidos con aplausos en el aeropuerto, pero ni por asomo esperaban lo que vieron nada más bajar las escaleras del avión. Después de ser obligados a subir a aquellos camiones militares, los futbolistas fueron trasladados al campamento de Zanbrako. Allí, les retiraron todas sus pertenencias y les comunicaron que estaban retenidos para aprender “civismo y disciplina”. Algo que, según las autoridades marfileñas, no habían demostrado tener durante el campeonato.
El estricto programa de reeducación consistía en madrugones, instrucción militar, largas carreras al sol y lectura de libros que ensalzaban el patriotismo. Al frente de toda esa operación estaba Robert Guéï, jefe de la Junta Militar y el hombre que tomaba todas las decisiones en Costa de Marfil después del golpe de Estado. El revuelo desencadenado por aquella retención trascendió en muchos países europeos, sobre todo en Francia, donde jugaban siete de esos internacionales. También había dos que lo hacían en Italia, otros dos en Bélgica y uno en Holanda, Escocia y Suiza. Los clubes se movieron e insistieron a las autoridades de sus países para que hicieran algo al respecto. La presión política suavizó a Robert Guéï, que acabó liberando a los futbolistas tan solo cuatro días después. Dijo que todo había sido una farsa, que solo querían retrasar su llegada a Abiyán para apaciguar la furia de la afición que los esperaban con malos ánimos. Kalou, integrante de esa selección, marcaría seis años después el gol que le dio a Costa de Marfil su primera participación en un Mundial. Robert Guéï fue asesinado en 2002 en las primeras horas de la guerra civil que se inició en el país.
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Fotografía de Getty Images.