“El Estadio Olímpico de Roma, uno de los más conflictivos de Europa, albergó anoche otro episodio de vergüenza”, escribió Enric González la noche del 15 de septiembre de 2004 para El País. El duelo de la primera jornada de la fase de grupos la Liga de Campeones entre la Roma y el Dinamo de Kiev fue suspendido al descanso porque el colegiado, el sueco Anders Frisk, fue herido por un objeto lanzado desde la grada cuando ya alcanzaba las escaleras de los vestuarios, con el resultado provisional de 0-1 para el equipo ucraniano y poco después de que el local Philippe Mexès fuera expulsado tras dar una patada sin balón de por medio a un rival: “Frisk se desplomó sangrando copiosamente y, tras recibir puntos de sutura en el túnel de vestuarios, fue trasladado a un hospital”. Luego se sabría que el objeto arrojado desde la tribuna fue una moneda de un euro.
Al cabo de unos días González escribió que era “solo el último episodio de un alarmante proceso de degradación” de la Roma y concluía: “El fútbol de la capital italiana está enfermo, el Estadio Olímpico es una pesadilla y el Roma va camino de convertirse en un club apestado”. “Han sido identificadas otras personas que lanzaron mecheros y monedas, pero no la que acertó en plena frente del árbitro”, añadía el texto antes de enfatizar que la Roma, “con deudas superiores a los 500 millones de euros y una imagen pésima en el exterior”, era “un fenómeno especial. No hay club más emocional, simpático, salvaje y terrible”.
La UEFA castigó al equipo italiano con un 0-3. Fue el mismo resultado que el otro partido del grupo B, aunque de signo contrario: 3-0. La sexta aventura en la máxima competición europea del Bayer Leverkusen, campeón de la Copa de la UEFA 1987-88, contra el Espanyol, arrancó con un partido contra el Real Madrid, bestia negra habitual en esos años: se cruzaron en los cuartos de final de la edición 1997-98 con victoria del Madrid, a la postre campeón, en la fase de grupos de la edición 2000-01 con doble triunfo blanco, y en la final de la edición 2001-02 con alegría ‘merengue’. Los goles de Raúl González y Zinédine Zidane dieron el título al equipo de Vicente del Bosque, en Glasgow.
Lúcio hizo el gol alemán. En verano de 2004 el central brasileño había cambiado el Bayer por el Bayern, como había hecho Michael Ballack después de la final de Glasgow. Según escribió Diego Torres, también en El País, en la previa del duelo del 15 de septiembre de 2004: “La de hoy será una noche de reencuentros emotivos. El de Zidane con Butt, el portero del Bayer, será como el que mantenga el verdugo con su víctima en el más allá. Hace dos años Zinédine Zidane coronó al Madrid con el gol de volea más perfecto que se hizo nunca en una gran final”. El texto presentaba a un Madrid “alicaído” que había perdido “parte del empuje que lo hizo imparable en Europa”, “magia”. Camacho recriminaba la falta de hambre al equipo y en la víspera Ronaldo, uno de los galácticos, dijo: “Sabemos que tenemos unos vicios malos que hay que cambiar”.
Berbatov adelantó al Leverkusen pero Montella marcó en el 93′ a pase de tacón de Totti. La plantilla del Madrid gritó el gol de la Roma porque facilitaba su clasificación desde el vestuario del estadio del Dinamo
La previa de Mundo Deportivo contaba que el Madrid, cuarto de la Liga anterior y, por lo tanto, obligado a pasar la fase previa (Wisla Cracovia), afrontaba “la primera prueba de fuego de la temporada. Hasta ahora todo han sido cartuchos de fogueo que han demostrado que el equipo está igual o peor que la pasada campaña. El Bayer Leverkusen puede enseñar hoy una medida real de cómo se encuentra el conjunto blanco”. Y el conjunto blanco se encontró con un 3-0, con dianas de Jacek Krzynówek, França y Dimitar Berbatov en directo por TVE. Argumentó José Sámano en El Pais: “Con el mismo molde, lo único que ha cambiado en el Madrid es la escenografía en el banquillo. Camacho abronca, se altera, suda, gesticula, arremolina las cejas y se sacude en directo todas las malas pulgas, pero el resultado es el mismo que cuando Carlos Queiroz se ajustaba en silencio el nudo de la corbata. El problema está en el campo, donde nada ha variado. Se mantienen los peores vicios. El equipo, con las mismas lentejuelas, se comporta como en el último tramo del curso anterior: sin pulso, con más cháchara que juego y con grietas por los cuatro costados”.
La crónica de Diego Torres ponía el foco sobre en “el novedoso Samuel”, fichado precisamente de la Roma: “Lo miraba todo con la cara extrañada de esos hombres que salen del pueblo y llegan a la metrópoli para descubrir tantas cosas extravagantes como innecesarias y peligrosas”. En verano la Roma también había perdido a Emerson, Jonathan Zebina y Fabio Capello, todos rumbo a la Juventus. Camacho asumió la culpa de la derrota, pero dijo: “A lo mejor a nosotros nos falta la humildad necesaria. Este equipo hace dos años maravillaba jugando al fútbol y ahora no lo hace. Pues a lo mejor es nuestra culpa. No se puede vivir de las rentas”. Confesó que Florentino Pérez le llamó después del encuentro para transmitirle su apoyo. Pero a los tres días el Madrid volvió a perder y el entrenador presentó su dimisión. Le reemplazó Mariano García Remón.
Ni el Madrid ni la Roma llegaron a su duelo de la segunda jornada con el técnico de la primera: en el banquillo italiano había dimitido Rudi Völler, admirado jugador de la Roma de 1987 a 1992 y seleccionador de Alemania en la Eurocopa de Portugal. Había querido ayudar a su antiguo equipo después de que Cesare Prandelli, el sustituto de Capello, renunciara al cargo para dedicarse a su mujer, enferma de cáncer. Pero tan solo duró 25 días, harto de los futbolistas: durante su breve paso por el equipo romano dijo que nunca había visto tan poca disciplina como en la Roma. En el fútbol de clubes Völler solo fue técnico del Bayer Leverkusen, en dos etapas, y la Roma.
En la segunda jornada el equipo alemán viajó a Kiev en busca de “una aspirina”, según Mundo Deportivo, para romper la mala racha firmada desde la victoria contra el Madrid. El Dinamo era “una multinacional, pues 17 de sus jugadores son foráneos”. Su entrenador era Jozsef Szabo, semifinalista del Mundial de 1966 con la URSS: “Hemos recuperado un programa de enseñanza de idiomas. Cuando los chicos no se entienden se forman camarillas. Eso no puede ser. En agosto se lo expliqué a cada uno con un traductor y ya hay más confianza. Los ucranianos saben que yo jugaba bastante bien, pero los extranjeros solo me conocían como vicepresidente. Para que confiaran en mí hubo que explicarles que quedé tercero en un Mundial y que estoy en el fútbol desde antes de que nacieran. No soy joven, pero estoy bien para trabajar”. El equipo ucraniano venció por 4-2 con dobletes del brasileño Diego Rincón, nacido como Diogo Augusto Pacheco da Fontoura, pero autoapodado Rincón por admiración a Freddy Rincón, y el rumano Florin Cernat. Andriy Voronin, fichado del Colonia, y Jens Nowonty celebraron los tantos alemanes. El Dinamo había conseguido seis puntos de seis posibles y era líder.
La Roma se adelantó en el Bernabéu con dianas de Daniele De Rossi y Antonio Cassano en los primeros 20 minutos, pero acabó hincando la rodilla. “Encabezado por Raúl, autor de un partido glorioso, superó todas las dificultades que encontró en un choque que parecía su tumba. Durante mucho tiempo estuvo en el alambre, al borde de una crisis colosal. Era el típico encuentro de consecuencias imprevisibles, porque la crisis superaba con mucho la decepción de la derrota. Allí se cuestionaba el peculiar modelo del equipo, la caducidad de las estrellas y la figura del presidente”, escribió Santiago Segurola. Raúl, “peleado con el gol durante casi seis meses y misteriosamente abandonado por el don del fútbol, regresó a su condición de futbolista excepcional”, celebró dos goles y Luis Figo y Roberto Carlos, uno.
“El partido de mañana será curioso: depresivos contra pasotas. A ver quién gana”, había escrito Enric González en la previa. En la víspera Iván Helguera había lamentado que la afición tratara de mercenarios a los futbolistas y Garcia Remón había definido el partido, jornada 2 de la Champions League, como “una gran final”. La previa de El País ponía la lupa en el “revoltoso” vestuario de la Roma. Sobre todo en el díscolo Cassano, siempre en el ojo de la polémica, y Francesco Totti, víctima de un carácter volcánico en esos años y también “viejo aspirante al panteón de Florentino Pérez”, según Diego Torres: “Lo admira como futbolista y sobre todo como llave del mercado italiano. Es un galáctico en potencia. En el verano pasado tuvo un pie en el Madrid y todo se rompió por una cuestión política: los hinchas romanistas presionaron al club para que no lo vendiera. Pero su futuro no está cerrado”. El día después de perder en Madrid la Roma anunció el fichaje del técnico Luigi del Neri, que en verano había recalado en el Porto para suplir la marcha de José Mourinho al Chelsea. El 7 de agosto sería cesado por diferencias con las estrellas del equipo y por los resultados en la gira por Estados Unidos.
El primer duelo de la historia entre el Bayer Leverkusen y la Roma se disputó el 19 de octubre en Alemania. Los visitantes, colistas, llegaron al descanso por delante en el marcador por un gol en propia puerta de Berbatov, pero los locales remontaron por mediación de Roque Junior, campeón de la Liga de Campeones en 2003 (Milan), Krzynówek y França. La Roma terminó con nueve jugadores por las expulsiones de Christian Panucci y De Rossi. Klaus Augenthaler jugó con Butt; Juan, Nowonty, Roque Junior; Schneider (França), Ponte (Balitsch), el argentino Diego Placente, que el verano siguiente recalaría en Vigo; Jones (Freier), Krzynówek; y Berbatov. Y la Roma jugó con Zotti; Panucci, Scurto, Ferrari, Cufré; Mancini (Sartor), Perrotta (Mido, de Egipcio, antes jugador del Ajax y el Celta), De Rossi; Totti; Cassano y Montella (Aquilani).
La Roma, subcampeona de torneo en el año 1984, en aquella final perdida en los penaltis ante el Liverpool en casa, en el Olímpico de Roma, imposible de olvidar para Agostino Di Bartolomei, estrenó su casillero de puntos en la jornada 4, como local pese a jugar sin público por la agresión al árbitro en el partido contra el Dinamo de Kiev. Berbatov adelantó al Bayer Leverkusen en el minuto 82, pero Montella marcó en el 93′ a pase de tacón de Totti. La plantilla del Madrid gritó el gol de la Roma porque facilitaba su clasificación, desde el vestuario del estadio del Dinamo y tras arañar un empate; “estuvo al borde del destierro europeo”, según la crónica José Sámano en El País, porque a los 25 minutos caía por 2-0 por los goles de Ayila Yussuf y el letón Māris Verpakovskis, más tarde jugador del Getafe, “un Shevchenko en miniatura”, pero al final salvó “un punto de alivio” gracias a Raúl y Figo. La remontada acercaba el billete a los octavos de final, “pero no maquilla el futuro de un equipo empecinado en vivir en el alambre, con un sistema funambulista tan exigente para jugadores con las piernas pesadas por tantos años de batallas, poco dados al tajo y cuyas brillantes carreras están cerca del punto final”.
En el duelo de la tercera jornada el Madrid había ganado al Dinamo en el Bernabéu por un sufrido 1-0 con un tanto de Michael Owen. Fue el primero de los 16 que marcó en su año de blanco, fichado en verano del Liverpool: “Ha sido un alivio. Hoy ya respiro tranquilo. He hablado con el presidente y me ha felicitado. Ahora me iré con mis padres, que me han venido a ver, a celebrarlo con unas copas”, reconoció. García Remón dispuso un 4-1-5 con Guti entre la defensa y Zidane, Figo, Raúl, Owen y Ronaldo: “un dibujo que remontaba a los majestuosos tiempos de Bernabéu. Un guiño para el presidente, que vio fotocopiado el sueño infantil que prevalece en su atalaya: el álbum de Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento. Una alineación contraria a toda la física del fútbol, pero acorde con el guión impuesto por el mando”, relató Sámano. El mejor del partido fue Iker Casillas, salvador del Madrid. “De acuerdo a la lógica del fútbol cuesta creer que en los tiempos que corren se pueda clonar el modelo de los gloriosos años 60. Esta es la apuesta del rector actual, enfrentado a un desafío mayúsculo”, añadía la crónica de El País. Fue el partido 500 de Raúl.
El primer duelo de la historia entre Leverkusen y Roma se disputó el 19 de octubre en Alemania. Los visitantes llegaron al descanso por delante en el marcador por un gol en propia, pero los locales remontaron por mediación de Roque Junior, Krzynówek y França
En el partido contra el Bayer Leverkusen de la quinta y penúltima jornada de la fase de grupos igualó los 49 goles que distinguían a Alfredo di Stéfano como máximo goleador de la Champions League, tres días después de caer goleado por 3-0 en Barcelona. En la primera parte, ante un Madrid “abatido, por juego, por actitud, por soledad”, según la crónica de Segurola, Berbatov aprovechó el enésimo error de Samuel para adelantar al conjunto alemán, pero “el declinante equipo madridista” apeló “al coraje para rescatar un punto y seguir vivo en Europa”. Raúl marcó en el 70′. El texto de El País afirmaba que “al Madrid se le ha pasado el arroz”, que se acercaba “al abismo a toda máquina” y vivía “un caso palmario de desplome: de ideas en el club, de irresponsabilidad del entrenador llamado a dirigir al equipo, de unos futbolistas que anunciaban su declive y ahora lo proclaman en cada partido, de desafecto de una hinchada que observa al Madrid con irritación”. El Bernabéu pitó a su equipo. Afirmó García Remón en rueda de prensa: “Aunque lo hayan jugado y ganado todo, los jugadores son personas y a las personas les afectan los pitos. Están con exceso de responsabilidad”.
El Dinamo se impuso a la Roma en Kiev por 2-0, sobre la nieve, en plena Revolución Naranja, y llegó a la sexta jornada como primero con diez puntos de 15, por delante del Bayer Leverkusen y el Madrid (8) y de la Roma (1), ya sin opciones de aspirar ni siquiera a la tercera plaza y la Copa de la UEFA. Tanto es así que su técnico dejó fuera de la convocatoria por descanso a Totti, a Cassano y a varios nombres más. El Madrid no falló y ganó por un claro 0-3, con un gol de Ronaldo y un doblete de Figo en un Estadio Olímpico vacío. “La cuarta hermana del fútbol italiano quiso matarse de esta forma. Se desprendió de Totti, Cassano, Montella y otras ataduras terrenales y, arruinada y enferma, con la casa vacía, se rindió sin pelear”, acentuó Enric González. Míchel Salgado, sobre el estado sin público, admitió que vivió “las sensaciones más raras” de su carrera.
En las páginas de El País, Segurola lamentó: “Fue un partido que definió todo lo que no pretende la Liga de Campeones, la competición diseñada para consagrar el fútbol, el negocio y la pasión alrededor de este juego. No hubo otra cosa que un espectáculo grotesco, un partido que tuvo un aire fantasmagórico. Si acaso, la triste coreografía del partido sirvió para negar la idea del fútbol ajeno a la gente, reducto exclusivo de la televisión, el márketing y los acristalados palcos de lujo. Sin el aliento de los hinchas, el fútbol no es nada”. La crónica de Mundo Deportivo habló de un “simulacro” y de “una de las páginas más vergonzosas” de la historia del torneo.
Tampoco falló el Bayer Leverkusen, ante el Dinamo de Kiev en Alemania. Le arrebató el liderato al Dinamo y le descendió a la Copa de la UEFA con un inesperado 3-0, con tantos de Juan, Voronin y Marko Babić, más tarde jugador del Betis y el Zaragoza. El equipo ucraniano caería eliminado en los dieciseisavos de final de la UEFA ante el Villarreal, por los goles de Luciano Figueroa y Santi Cazorla en El Madrigal. Tampoco llegaron lejos ni el Bayer Leverkusen ni el Real Madrid, eliminados en octavos de la Liga de Campeones por el Liverpool, a la poste campeón, y la Juventus, el equipo de Capello, Emerson y Zebina, odiados por Totti y la afición de la Roma.
Florentino Pérez dijo después del 0-3 en Roma: “Totti es el primer jugador que quitaría a la Roma. Es el mejor de todos. Para mí, primero está él y luego Cassano”.
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Fotografía de Getty Images.