Es un mediodía cualquiera de febrero en Barcelona. Nuestro resfriado agradece el sol que predomina esta mañana de viernes en la Ciudad Condal. En la Avinguda del Paral·lel, el gentío atesta los bares combinando abrigos y gafas de sol. Algunos café, otros cerveza. Unos charlan, otros pierden la noción del espacio-tiempo absortos en una pantalla. Nos adentramos en el barrio de Poble Sec, venimos a ver una tienda de fútbol que esconde una bonita historia que deberíamos conocer. Nosotros, como siempre, encantados con la idea. Google Maps le dice a mi compañero Edu que ha llegado a su destino. No encontramos ningún establecimiento. “Ya te has equivocado”, le digo. Él, manso, niega con la cabeza. Nos hallamos frente a un portal que debieron reformar por última vez en la época del NO-DO. “Es aquí”, me confirma. Primera planta sin ascensor. Parece asequible. Parece. Muy gracioso aquel bufón que consideró que antes del primer piso venía el entresuelo y la planta principal. Alcanzada la puerta, nos recibe Cesare. Es su casa. Su tienda. Su taller. Tres en uno, como las ofertas de pizzas a domicilio. Cesare es italiano, ha vivido y viajado tanto como Willy Fog, pero considera Barcelona la mejor ciudad de Europa. Es diseñador por vocación, pero actualmente trabaja en el mundo de la gestión digital de negocios. Cuando vivía en su país natal, confeccionó zapatos en una tradicional tienda italiana y, desde entonces, no ha abandonado el deseo de crear algo propio. También es futbolero, del Genoa, amante del fútbol underground y su cultura. Su filosofía representa una humilde exteriorización de las emociones en un negocio lleno de ruido y pose. Un nostálgico del fútbol de antes. El poeta estadounidense Ralph Waldo Emerson dijo que “la admiración por lo antiguo no es admiración por lo viejo, sino por lo natural”. Cesare quiere quedarse con el fútbol puro. De la mezcla entre su concepción futbolística, la vocación en el diseño, la apuesta por la sostenibilidad y el atrevimiento de un tipo con la autoestima suficiente como para lanzarse a una piscina y saber que está llena, nació Catenaccio. Su proyecto. Su hijo.
Catenaccio: forma de jugar al fútbol en la cual se prioriza la parte defensiva y seña de identidad del fútbol italiano de cara al extranjero. Suele ser resistida por aquellos que consideran que lo mejor es ir a buscar la portería rival, pero se contrarresta con la opinión de que lo más importante es dejar la portería a cero.
Cesare quiere quedarse con el fútbol puro. De la mezcla entre su concepción futbolística, la vocación en el diseño, la apuesta por la sostenibilidad y el atrevimiento de un tipo con la autoestima suficiente como para lanzarse a una piscina y saber que está llena, nació Catenaccio
Desde la palabra nació el proyecto. Un concepto que, mediante la confección textil, pretende adaptar el término a los nuevos tiempos desde otra perspectiva. Catenaccio es defensa. Catenaccio por una cultura. Catenaccio por la sostenibilidad. Catenaccio por los valores del fútbol. No es una simple tienda de ropa. Ese piso de escasos metros cuadrados es la cuna de un deseo mucho más grande. Pero, ¿qué tiene de especial Catenaccio?
El concepto bufanda ‘romantiza’ el fútbol. Ondear una colorida tela con el escudo de tu equipo siempre ha sido un acto placentero. El estribillo de tu cántico favorito es la excusa perfecta para sacarla a bailar. Lo mismo hace el de la butaca de al lado. Son códigos que determinan que un grupo de gente rema en la misma dirección. Pero lo romántico se está perdiendo. Ahora todo es más frío y menos cortés. Las cartas de amor de ayer son los mensajes de Tinder de hoy. Donde antes ondulaban bufandas, ahora solo se ven móviles que emborronan el disfrute del espectáculo. Como si un like hiciera más ilusión que un gol. El fútbol de Instagram ha llevado a mucha gente a querer desprenderse de sus bufandas. Un acto execrable que apena a muchos incomprendidos, como Cesare, quien se niega a aceptarlo y activa la Operación Rescate de Pasha Patriki.
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Cesare se ha lanzado al upcycling, un método en el que se aprovechan objetos de desecho para crear nuevos productos mediante la creatividad, dotando al nuevo elemento de un mayor valor que el que poseía el original. Es decir, transforma residuos en objetos valiosos usando la imaginación. Como aquellos futbolistas que parecían retirados y un buen entrenador les hace vivir una segunda juventud. Cesare encuentra añejas bufandas perdidas en el virtual baúl de Vinted -y sus sucedáneos- y las transforma en una de las sudaderas de moda del mercado. Piezas únicas que aportan un toque futbolero sin perder el estilo casual del día a día. “La sostenibilidad, aparte de ser una necesidad, es mucho más divertida. Transformar algo que encontré casi en la basura y que la gente lo quiera me produce una satisfacción increíble”, confiesa Cesare a Panenka. Asimismo, lamenta la gran cantidad de objetos que se desaprovechan hoy en día: “No quiero ser sostenible porque me lo pida Greta Thunberg, sino porque hay un montón de valor tirado del que nadie se quiere hacer cargo”.
Porque las bufandas, pegadas en las mangas o en la espalda de las sudaderas de Catenaccio traen consigo recuerdos no especialmente vinculados al fútbol. Una ciudad en la que vivieron, un viaje, unos colores, un amigo
Este negocio, aparentemente dedicado a los amantes del balompié, tiene un notorio éxito en aquellos que no se identifican con el deporte rey. Son los clientes favoritos de Cesare, puesto que logran ver en sus prendas algo que él no se había planteado al confeccionarlas. Porque las bufandas, pegadas en las mangas o en la espalda de las sudaderas de Catenaccio traen consigo recuerdos no especialmente vinculados al fútbol. Una ciudad en la que vivieron, un viaje, unos colores, un amigo. Mind-pops que se asocian a momentos en los que alguien fue feliz.
Las raíces de Catenaccio son humildes, pero el horizonte es infinito. Salió a la luz gracias, en parte, a la comunidad latinoamericana que convive diariamente con Cesare, que lo alentó a lanzar este proyecto. La costurera del barrio, con la que mantiene una gran relación, también está involucrada. Todo queda en casa, y lo casero siempre ha sido lo mejor. Un trabajo que ha llegado a los ojos del fútbol de élite. Paulo Futre Jr. ya viste Catenaccio con las mangas del Atleti y Ferran Jutglà está a punto de recibir la suya por un regalo de sus amigos. Este novedoso y transformado concepto de Catenaccio nos enseña que la defensa por unos valores también puede entrar en la categoría de fútbol champagne.
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